El artista chileno triunfa en el exterior, habla con honestidad, y despierta la reflexión en quienes ven sus obras. Víctor Castillo, abrirá su corazón para exponer hechos personales que definieron su estilo, y edificaron su presente.
Nadia Jaimes
El arte tiene la bonita costumbre de echar a perder todas las teorías artísticas, decía Marcel Duchamp. Y tal vez esa sea la respuesta a una profunda inquietud de aquellos/as que buscan en el arte una forma de vida, y que no saben si tendrán éxito si se lanzan por sí solos/as, sin haber pasado por una institución que avale la calidad de su trabajo.
Víctor Castillo, tuvo que enfrentarse a ese dilema a muy temprana edad. Y quién hubiera dicho que este hombre, oriundo de Santiago de Chile, nacido en 1973, año en el que se instauró la Dictadura de Pinochet y que no terminó nunca sus estudios universitarios de arte, se convertiría en un artista con proyección internacional. Tal es así, que expone y vende sus obras tanto en su Chile natal, como en Europa, Asia y Estados Unidos, donde radica actualmente.
Cada vez que inaugura una exposición, se ve invadido por una especie de bajón al día siguiente, y lo pasa mal hasta que logra calmarse. Afirma que tienen que pasar años para ver una de sus pinturas y decir “wow, esto no se ve tan mal”. Con un tono meditativo y sincero manifiesta que le asombra su éxito “hay tantos artistas increíbles, ¿y por qué me va tan bien? No sé”. Expuso en Helmel Studio (LA, California), galería perteneciente al actor Val Kilmer (The doors, Batman Forever, Top Gun). “No me deja de sorprender que Diane Keaton haya comprado una de mis obras, o que Val Kilmer me diga, oye me encantó tu trabajo, lo vi en Dinamarca en persona y ahora quiero que expongas en mi Galería” recuerda con ilusión.
Su formación transcurrió junto al largo período militar que subsistió hasta 1990 en el país vecino. Esa experiencia forjó su carácter e impregnó su arte de un discurso potente, que requiere de una mirada curiosa, que atraviese múltiples niveles de lectura hasta comprender las inquietudes sociales que suele evocar. “En mi trabajo yo expreso todas estas experiencias y las trato de llevar a un plano más universal. Es algo que todos vivimos, experimentamos, y por lo tanto, que todos entendemos”, relata.
Su obra atrae con su iconografía repleta de colores vibrantes e influencia del cartoon, que inmediatamente nos perturban e interpelan con su discurso político y social. Genera cuanto menos, intriga y acompaña a la reflexión y auto cuestionamiento. No se define dentro de ningún estilo artístico, aunque sí fue asociado al surrealismo pop y el low art, sin que él se identifique con estos grupos. Entre sus influencias están Coré, el cómic, y Goya, por quién cambió la forma de entender la luz al pintar.
Su viaje educativo fue revelador, “mi historia académica fue un desastre”. Cuando estaba en el primer año de la licenciatura en arte, quedó seleccionado en una Bienal internacional de dibujo en Taiwán, junto con artistas del pop de los setenta de Estados Unidos, como Jasper Johns. Pero Víctor se enteró que una profesora, en su ausencia, expresó en clases que no sabía cómo había sido seleccionado y decidió desaprobarlo en su materia. Después, fue escogido en otro concurso, esta vez del Instituto francés de cultura. otros profesores habían preparado a sus alumnos estrellas para participar, pero no quedaron seleccionados “pero yo sí y gané un premio, eso les molestó. Ahí me di cuenta que las escuelas de arte necesitan moldearte, que seas una extensión del discurso que tienen” aseguró.
“Ahí decidí cambiarme a una escuela de derecha, que fue como saltar del sartén y caer al fuego. Allí fue peor aún la experiencia, porque había un clasismo indisimulado. Apareció otro profesor que tenía mucho poder como curador, era uno de los teóricos más importantes de Chile. Me dijo ‘tu eres muy bueno, te va a ir muy bien, tienes que hacer todo lo que te diga’. No lo hice y allí empecé a padecer las consecuencias. Mis experiencias con las escuelas de arte me hicieron dudar incluso de si era buen artista.” afirmó. Llegó a padecer lo que él llama hostilidad burocrática, o administrativa en la academia, culminando con su decisión de abandonar la Universidad para siempre. Si bien cuenta que la realidad de un artista sin título en Chile es mala, y que sintió el peso de no tener una Institución que lo vaya a respaldar “fue una rebelión en la que pensé no me importan las consecuencias pero tengo dignidad. Es como tener un jefe que te humilla y sigues trabajando allí porque necesitas el dinero. Prefiero dejar el trabajo, que seguir aceptando un trato humillante. A partir de allí me empecé a sentir como un verdadero artista”, rememoró.
La experiencia de la dictadura lo hacía sentir que estaba fuera de lo normal, de las ideas conservadoras. “La influencia cultural que tuve fue a través de lo que yo buscaba, en la música, las películas, documentales, revistas alternativas. Había centros de cultura clandestinos que por muy poco dinero te mostraban revistas o documentales que no veías en la televisión ni te mostraban en los colegios. Había que buscarse la cultura, escarbar para encontrar algo. Lo demás era gris” relató.
Víctor dibuja desde que tiene memoria. Se crió en una familia humilde, que no estaba involucrada en el activismo político, por lo que no fue consciente de lo que la dictadura provocaba hasta que tuvo una experiencia con la policía estando en la escuela. “Estaba en el recreo cuando oí disparos”, dijo. Luego se enteraría, que se trataba de bombas lacrimógenas que intentaban disuadir de reclamos a los estudiantes de la Facultad de Arte, situada cruzando la calle. “Muchos niños se desmayaron, sin poder salir del colegio por horas. Nos hicieron formar dos filas con armas apuntándonos, y debimos pasar por ese pasillo de militares”, contó Castillo. “Entendí que estaban haciendo el teatro de la guerra” recordó. Otro suceso que le tocó sufrir, fue la golpiza que le propiciaron militares a su hermana, en medio de un festejo por los resultados del plebiscito nacional de Chile de 1988.
Todas esas vivencias contribuyeron sin dudas, a su comprensión de lo que es el arte. “Lo entiendo como una actitud ante la vida, la parte intuitiva, lo poético inherente a la realidad humana. En ese sentido, todos son artistas. No creo que el arte requiera un título para nada. Pero en este campo existe la competitividad de quién domina mejor la teoría” contó con firmeza.
Por una amiga, se animó a postular a un open call para el Barcelona Arte Contemporáneo (BAC!), organizado por una entidad independiente. Debía pintar un mural dentro del centro cultural, y quedó elegido. “Llegué cuando Barcelona era un centro cultural en el mundo, y la situación económica era una fiesta. Había festivales de cine, música. Lo que pasaba allí en una semana era lo que pasaba en Santiago en cinco años, y ni eso”, rememoró.
Fiel a su idea de que no puedes ser artista si no tienes un plan, cuenta que fue como una invitación no sólo a exponer, sino también a probar suerte en Europa. Llegó a Barcelona con la lógica de conseguir un contrato con una galería.
“En Barcelona, tres espacios aceptaron trabajar conmigo. Me llamaron para exponer en dos semanas. Mi pintura se vendió el mismo día de la inauguración, a un precio al que nunca había vendido una obra antes. Y como a las dos semanas, me ofrecieron hacer una exposición individual”, refirió. Y así lo invitaron a participar en sus próximos proyectos. También lo convocaron de una galería franco-española. “Fue una explosión que al principio no podía creer, porque en Chile la precariedad era absoluta, el ninguneo total, porque siempre me decían que no era nadie. En España jamás me preguntaron por mi currículum, o si había estudiado arte” expresó casi sin creerlo, el mismo artista que en su país natal debió vivir de la ayuda familiar, reinvirtiendo en su taller lo poco que vendía.
¿Qué fue lo que gustó tanto de su obra en España? Dijo con sorpresa y tímido orgullo que les gustó el componte político, su estética, la idea de vincular el cómic a la pintura, tendencia fuerte en Estados Unidos, pero que en España estaba empezando.
Víctor no utiliza materiales complejos. Para él lo importante es el dibujo, y se interesa por el resultado visual, que ya domina perfectamente con pinturas al agua, tintas, lápices grafitos y acrílico. Desea experimentar más con sonidos electrónicos y medios digitales. Se encuentra en el presente, traduciendo esta visualidad a diferentes soportes como animación digital, impresiones, juguetes en 3D, esculturas, etc. “Yo he recibido críticas de que si mi trabajo es crítico y se vende, es como una contradicción. Yo no tengo conflictos con eso porque pinto lo que quiero pintar, no estoy adaptando mi trabajo a ningún mercado. Si quisiera podría ser mucho más comercial y ganar mucho más. ¿Por qué un artista no puede vivir de su trabajo? ¿Porqué el arte no solo puede ser entretenido, por qué siempre debe ser dramático?” se preguntó.
La crisis de la denominaba burbuja inmobiliaria lo llevaría a vivir en EE.UU. “Decidí probar a pesar de que me daba escalofríos, porque tenía la sensación de que Estados unidos era un país complejo y agresivo y no estaba equivocado. Ves lo mejor y lo peor, avances increíbles, personas extraordinarias, una cultura alucinante. Pero también, es un país que siempre está en guerra, con un capitalismo salvaje, obsesión con las armas, y la idea de que si eres latino debes trabajar el doble para conseguir la mitad, es una realidad. Encuentras una violencia racista brutal, de la que yo mismo he sido víctima, aunque también las tuve en Europa”, se animó a relatar con total honestidad.
Hace 4 años, volviendo a su casa de California en bicicleta, de un barrio mayoritariamente mexicano, avanzó 3 cuadras y llegaron dos motos de la policía que lo acorralaron. Pensó que lo habían confundido con alguien por la violencia con que lo trataban. ¿Por qué no prendes las luces, tienes drogas?, le dijeron, revisándolo varias veces. ¿Por qué están haciéndome esto?, les respondió Castillo levantando la voz. Lo cual hizo que uno de los policías agarrara la pistola. Víctor solo atino a levantar las manos y decirles “haz lo que quieras pero no me mates”. Terminó encarcelado, pasando la noche entera rodeado de criminales. Uno de los policías le dijo “I´m sorry, you shoul not be here” (lo siento, tú no deberías estar aquí). Cuenta que una amiga europea, manejando en California un coche en estado de ebriedad chocó, pero la policía la dejó ir. “He escuchado decir a gente aquí que me deje de quejar porque me va bien, pero son cosas que le pasan a muchas personas, y son experiencias que se deben compartir”. Contó que haber crecido durante un régimen militar, lo hizo muy consciente de lo que el abuso de poder y la violencia pueden generar, y percibe esto con mucha agudeza y susceptibilidad en cada lugar al que va.
Sostiene que por el momento no volvería a vivir a Chile, pero sí en el futuro. “Parte de mi corazón sigue allá, mi familia, amigos. Hay mucha gente que valora mi trabajo allí también, y quisiera poder tener un estudio galería que podría funcionar como residencia, en Santiago o en el Sur. Y así, tener un espacio que sirva como puente de interacción y de apoyo para artistas más jóvenes” contó con una mirada que denota pasión y esperanza por ese porvenir.
Entre sus próximos proyectos, se encuentran tres exposiciones en Europa, y se halla a la espera de resultados de otros proyectos, para hacer esculturas y animaciones. Se lo ve muy seguro y firme en su carrera como artista, y tiene en claro que “si esta bola de nieve parara, igual seguiría pintando y podría vivir con lo mínimo”.