La respuesta, el himno, y el arte como bandera. Al que suena lo conocemos todos. Y cada acorde, cada sonido, nos lleva a miles de momentos, a historias de vida, a lágrimas con sonrisas, a corazones abiertos, y a los sueños entre patios de polvo, montañas, arena, desiertos y fronteras abiertas para los pueblos de una América que late y conmueve, que lucha y jamás se rinde.
El otro, es Pichetto. El que no sale de la burbuja del porteñismo berreta, de asfalto y edificios, de Mac Donalds y deliverys, de bocinazos y asfixie, de restaurantes gourmet y saqueo al pueblo con la bandera que sea, de vereda en vereda, y siempre tratando de quedar bien parado, en la foto con Néstor, con Cristina, con Macri, con Massa, con Milei, con la Sociedad Rural, con Lewis y Benetton, y con su racismo explícito.
Este es el charango. Con el himno argentino que suena y con la tierra que nos convoca, con la cultura -que los miserables jamás nombran-, con el arte como portavoz de realidades, y con la hermosura de un sonido que traspasa todo.
El gobierno, estos secuaces, la ultraderecha reaccionaria, intentan reescribir la historia y otra “civilización o barbarie”. Intentan callar aquello que les duele y los lastima: la felicidad de la gente, la alegría del pueblo aunque tenga dos mangos en el bolsillo, el abrazo y el mirar a los ojos cuando proponen el egoismo y la discriminación. Intentan que el charango, y los tamales, sean un demonio a señalar, y que los morochos… a picar piedras y callarse la boca. Porque para Pichetto, como para todo este rejunte perverso, Argentina se cierra en la Gral. Paz, y -aumentando la lupa- en Recoleta, Palermo y Puerto Madero. Porque Pichetto se ríe del norte, se ríe de las provincias, se ríe de la diversidad enorme que hay en el territorio, y al otro día dice que es funcionario, que gobierna, y que “quiero lo mejor para los argentinos”.
Este es el himno, Pichetto, que alguna vez podrías escuchar de verdad. Este es el charango, una identidad nacional. Y este es el arte que te responde a vos, porque nosotros somos pueblo, y ustedes jamás lo van a ser.
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