“Cuba es hoy la trinchera donde se defienden las ideas más justas, más nobles y más humanas. No escogimos nosotros este destino, pero la historia nos lo ha asignado. Tenemos que defender el socialismo, tenemos que defender la independencia nacional, tenemos que defender la dignidad de nuestro pueblo; pero también tenemos que defender los sueños y las esperanzas de todos los explotados, de todos los humillados y de todos los sufridos de este mundo”. Fidel Castro Ruz.
Por Jorge Montero
La situación en Cuba sobresale ante todo porque plasma los drásticos cambios que se están dando en el escenario político continental y prueba que en ese escenario –y sobre todo en su proyección futura– Cuba tiene un peso desproporcionado en relación con su minúsculo porte geográfico en el mapamundi.
Y por ello importa sobremanera saber cómo interpreta la dirección de ese país el cuadro de situación, cómo se posiciona ante él, tanto desde su política interna como en su proyección internacional; ahora que la inestabilidad sacude la geografía del otrora “patio trasero” estadounidense: desde Chile a Colombia, desde Perú hasta Haití.
Nada mejor para ello que reproducir el llamado que ayer del Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez: “La orden de combate está dada, a la calle los revolucionarios”.
Encabezando primero la marcha popular en San Antonio de los Baños, para luego comparecer ante la TV pública cubana, desde donde se dirigió al pueblo.
*Denunciando la participación de la administración estadounidense en las acciones de desestabilización política históricas que tienen lugar contra Cuba, y que se han intensificado, particularmente, durante la pandemia.
*Ilustrando con ejemplos concretos sucedidos entre 2020 y 2021, años particularmente difíciles en los que el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba se endureció hasta la crueldad, con el propósito de asfixiar la economía de la isla.
*Añadiendo que Estados Unidos empezó a recrudecer el bloqueo con una serie de medidas restrictivas con el único objetivo de provocar el anhelado estallido social masivo, que sembrara las posibilidades de una intervención humanitaria finalizada en una intervención militar, aplastando la Revolución; reproduciendo injerencias, que afectan los derechos, la soberanía y la independencia de otros pueblos latinoamericanos.
*Sumando a las 243 medidas impuestas por la administración de Donald Trump, la inclusión de Cuba en una lista de países patrocinadores del terrorismo, “una lista espuria, ilegítima y unilateral que ha adoptado el gobierno de los Estados Unidos, creyéndose los emperadores del mundo”. Estas restricciones propiciaron que al país se le cortaran de inmediato varias fuentes de ingreso de divisas como el turismo, los viajes de cubanos-americanos al país y las remesas.
* Denunciando que todo esto provocó una situación de desabastecimiento en Cuba, sobre todo de alimentos, medicamentos, materias primas e insumos para poder desarrollar sus procesos económicos y productivos que a la vez tributan a las exportaciones. “Están cortados dos importante elementos: la capacidad de exportación y la capacidad de invertir recursos”, dijo.
*Llevándose adelante un plan demencial para desacreditar las brigadas médicas cubanas y las colaboraciones solidarias que presta Cuba, que por esa colaboración ingresaban una parte importante de divisas. En momentos en que la isla ha logrado controlar la pandemia durante más de un año, y desarrollar cinco candidatos vacunales.
Todo esto ha provocado “un nivel de insatisfacción que, unido a problemas acumulados que no hemos podido resolver y que venían desde el periodo especial, se unen a una feroz campaña mediática de desacreditación como parte de la guerra no convencional que trata de fracturar la unidad entre Partido-Estado-Pueblo.”
Tratando de mostrar al gobierno como insuficiente e incapaz de proporcionar bienestar al pueblo cubano y pretendiendo enarbolar que “con el gobierno de Estados Unidos se puede aspirar al progreso de un país como el nuestro. Esas son recetas hipócritas, discursos de doble rasero que los conocemos muy bien en toda la historia de los Estados Unidos hacia Cuba”, denunció Díaz-Canel.
“En San Antonio de los Baños –afirmó el jefe de Estado-, un grupo de personas se agrupó en uno de los parques más céntricos para reclamar, incluso se unieron personas revolucionarias que pueden estar confundidas por la desinformación que hay en las redes sociales”.
Por ello “convocamos a todos los revolucionarios a salir a las calles a defender la Revolución en todos los lugares. Las calles son de los revolucionarios y el Estado tiene toda la voluntad política para dialogar, pero también para participar activamente”, agregó.
“No vamos a entregar la soberanía, ni la independencia de esta nación – dijo Díaz-Canel- tienen que pasar por encima de nuestro cadáver si quieren tumbar la Revolución”.
Aún tras estas advertencias, la magnitud de la alocución no es otra cosa que una caracterización del presente y un lineamiento de acción para el futuro.
Fidel Castro señalaba: “Son las ideas las que nos unen, son las ideas las que nos hacen un pueblo combatiente, son las ideas las que nos hacen, ya no solamente individualmente, sino colectivamente, revolucionarios; y es entonces cuando se une la fuerza de todos, cuando un pueblo no puede ser jamás vencido”.
Pues bien, es en el terreno de las ideas donde Cuba establece sus desafíos y donde marca la línea de combate frente a los problemas del presente. Es a partir de este compromiso colectivo, cimentado en décadas de resistencia, que es posible retomar la discusión abierta de los errores y corregir los defectos. Si las ideas han sido el campo de batalla, donde la Revolución ha conseguido su victoria más importante, es en las ideas donde se definirá su estrategia. “Entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error fue creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía cómo se construye el socialismo (…) Hubo quienes creyeron que con métodos capitalistas iban a construir el socialismo. Es uno de los grandes errores históricos”, definía Fidel.
Este punto establece el paradigma de la Revolución cubana como experiencia inédita dentro de la historia del socialismo mundial. No hay ahora modelos a los cuales imitar, ni siquiera teóricamente. No existen hoy caminos recorridos a los cuales consultar, aunque más no sea para evitar viejos errores. Después de subsistir al derrumbe del llamado campo socialista europeo, única referencia internacional del socialismo como sistema político hasta entonces; Cuba ha estado enfrentándose otra vez al desafío de la excepción – “sin ser un caso excepcional” como apuntara el Che- y la soledad, a la incertidumbre de contar sólo con sus propias herramientas teóricas. Los ojos del mundo, otra vez, están mirando hacia la isla para ver cómo resuelve los nuevos obstáculos que se le presentan. Tener conciencia política del momento histórico en que se vive y lo que se juega en él.
De todos modos, la ausencia de Fidel y el retiro de la vieja guardia revolucionaria representan un desafío de enorme magnitud para los dirigentes que han asumido posiciones de mayor responsabilidad, y para el pueblo en general, que ha perdido a su máximo interlocutor. En momentos en que se multiplica el inmutable asedio imperialista, se concreta en Cuba la potencial oportunidad de convertir la enorme pérdida humana en una nueva herramienta simbólica para la Revolución, en un caso sólo comparable con los de José Martí y Ernesto Che Guevara, nombres que en la isla han ganado una influencia política cada vez mayor con el paso de los años. Y Fidel Castro continúa siendo una de las fortalezas inquebrantables de la Revolución cubana, después de muerto.
El intelectual Jesús Arboleya tal vez sea quien mejor definió el porqué de la ‘isla imbatida’: “Si todos los humanos se convencieran de que Cuba debe regresar al capitalismo, todavía faltaría lo más importante: convencer a los cubanos. Y eso, lo predigo, será mucho más difícil”.