Gustavo Yuste: “El diablo, el amor y la poesía están en los detalles”

Todo amor es desamor hasta que se demuestre lo contrario es el nuevo poemario del escritor Gustavo Yuste recién publicado por la Editorial Santos Locos. En diálogo con Sudestada, charlamos sobre el proceso creativo, las particularidades de este libro y su vínculo con el resto de su obra.

Por Natalia Bericat

¿Cómo fue el proceso de escritura de este libro?
Este libro se fue escribiendo de manera irregular, sin un propósito claro, durante varios años. De hecho, muchos poemas son de hace más de cinco años y otros son contemporáneos a los de Total Interferencia o más recientes. En general, soy un escritor esporádicamente constante en lo que a poesía se refiere, en donde mantengo un ritmo pero a veces con un propósito y otras veces sin ninguno. Disfruto ambos casos: en Total Interferencia la idea estuvo desde un principio, pero en Todo amor es desamor hasta que se demuestre lo contrario decantó en un momento determinado que coincidió con mi vuelta del viaje a España e Italia y cómo el amor, la dificultad de vincularse, de coincidir, de entusiasmarse nos está atravesando en estos tiempos marcados por el neoliberalismo y la privatización de cada aspecto de nuestra vida, incluido el ánimo.

¿Cómo nace el título del libro?
El título fue una idea que me empezó a nacer cuando escribía muchos de los últimos poemas que terminaron conformando este libro. De repente me di cuenta de que podía agrupar una serie que venía trabajando y que, al mismo tiempo, refleja una de mis creencias sobre el amor y sobre nuestras pasiones en general: uno se apasiona por aquello en lo que está dispuesto a perder. Y en el amor, en el deseo, uno tiene que estar preparado para que el desencuentro diga presente, sin que eso nos quite el compromiso, la energía, las ganas de estar ahí. De hecho, siempre sostengo que el poliamor debería llamarse también polidesamor, porque es la otra cara de la misma moneda. Al contrario de lo que sostienen estos tiempos, donde el éxito parece lo único válido, me gusta creer que también nos guían las derrotas, los fracasos, porque es ahí en donde se construye lo nuevo también. Empezar a relacionarse sabiendo que tenemos que demostrar lo contrario nos pone en un lugar más activos con nuestra propia vida y ánimo, algo que no es poco, ¿no?

¿Y qué lugar ocupa el amor en estos versos?
Creo que la melancolía y el amor/desamor son obsesiones que me acompañan desde siempre y están presentes en casi todos mis libros, a veces como una suerte de telón de fondo de otros temas principales (la tecnología, el duelo, el contexto social y generacional, etc). En el caso de Todo amor es desamor hasta que se demuestre lo contrario quise darle rienda suelta a esas dos obsesiones y que sean el motor principal del libro. Creo que el amor/desamor, como el diablo, está en los detalles. Y la poesía también. Por eso quise buscar las imágenes o las palabras que pudieran dar cuenta de esos momentos casi imperceptibles pero que terminan siendo la piedra angular del amor y, sobre todo, el desamor. En Turistas Perdidos (Random House, 2023) también indagué esa cuestión, aunque con preocupaciones más narrativas y de construcción de un personaje. En este poemario, en cambio, quise que las imágenes, las acciones, las escenas hablen por sí solas y sea el lector el que ponga su experiencia en juego. Las primeras lecturas que me llegaron, por suerte, van en esa dirección. Y eso siempre es emocionante y sorpresivo.

Hay una especie de enumeración de elementos de la urbanidad en tu poesía que dialoga con tus otros libros. ¿Cómo se unen con el resto de la escritura en estas páginas?
“De la cultura de su época y de su propia clase nadie escapa, sino para entrar en el delirio y en la falta de comunicación”, dice Carlo Guinzburg, un historiador italiano autor de “El queso y los gusanos”, uno de los libros claves que vi en la carrera de Comunicación en la UBA. Yo soy un porteño de nacimiento, con todo lo malo y bueno que eso puede tener. Por ejemplo, esa obsesión melancólica que te mencionaba antes viene de la mano de la identidad porteña: la ciudad en la que vivimos es una ciudad fantasma, todo está en riesgo, todo desaparece, todo está a punto de ser demolido o privatizado, en especial en estos últimos años de gestión en la jefatura de gobierno. A eso se le suma que intento, en mi poesía, preocuparme mucho por las imágenes que puedan transmitir una idea o sentimiento, que puedan conmover o incomodar, por eso busco especialmente en mi contexto, en mi cotidianidad. Esos elementos urbanos que vos mencionás están en Todo amor es desamor hasta que se demuestre lo contrario como el recurso principal para que el libro se expanda. Lo hermoso e incierto -como el goce diría Barthes- de todo eso es que es el lector el que completa ese juego.

¿Qué significa para vos seguir haciendo pie en este género poético?
Bueno, antes que nada gracias por lo de hacer pie. A veces me siento bastante tropezado (risas). Conozco varios casos de escritores que han tenido ese miedo de que los poemas simplemente desaparezcan, que no estén más a su alcance. De hecho, yo también lo tengo, y me imagino que cualquier persona que se dedica con pasión a un arte, oficio o disciplina debe sentir algo parecido. Hay unos versos muy significativos de Louise Glück al respecto: “Pedí lo que siempre pido/ pedí otro poema”. También recuerdo algo que decía Diana Bellessi en un documental sobre su vida y su carrera literaria, que una obra consiste en una mezcla artesanal de repetición y variación. En ese sentido, quiero que mis libros en general, y los de poesía en particular, siempre tengan esa cuota de variación respecto a los anteriores, que a su vez puede ser incluir cuotas de libros pasados. Por ejemplo, en Todo amor es desamor hasta que se demuestre lo contrario dialogo más con La felicidad no es un lugar que con libros más cercanos en el tiempo, como el propio Total Interferencia o El formol de la melancolía (Santos Locos, 2023). Por otra parte, considero que siempre es un milagro hermoso que alguien te lea. Y mucho más, que se conmueva o incomode con lo que escribiste. A 10 años de mi primera publicación, es algo por lo que estoy muy agradecido.

¿Sos escritor de poesía por sobre todas las cosas? ¿Cómo nace eso en tu recorrido como escritor?
Yo nunca hice distinciones entre “escritor” y “poeta”, o entre poesía y narrativa. De hecho, antes de publicar mis dos novelas, buscaba que me digan escritor y no poeta, ya que no considero que haya ninguna diferencia. Sé que la poesía es lo primero que me cautivó en lo que a literatura en general se refiere y que, al día de la fecha, sigue siendo lo que más me convoca como lector. Más que escritor de poesía, me considero un lector de poesía por sobre todas las cosas. Pero la poesía, así como la filosofía, es hábil para encontrar huecos en otros géneros: el ensayo, la crónica, la novela o el cuento también pueden recibirla. Por eso uno tiene que ser un lector curioso todo el tiempo. Me encantaría que la poesía deje de ser mirada de costado o como un género “menor” o ”alternativo” a la hora de pensar festivales, lecturas, encuentros. Creo que el público lector ya empezó a hacer ese recorrido, por suerte. En cuanto a mi recorrido como escritor, considero que mis preocupaciones poéticas las intenté trasladar a todo lo que escribí: además de mis dos novelas, también en mis notas periodísticas, en columnas, en ensayos breves, en crónicas, etc. Como lector, por ejemplo, disfruto mucho de las voces narrativas o ensayísticas que se preocupan por esa sensibilidad, ese detalle, esa austeridad productiva que puede tener un buen poema. Recuerdo que Fabián Casas, en una entrevista con Osvaldo Aguirre, decía lo siguiente: “La verdad, no hago muchas diferencias entre verso y prosa más allá de lo formal que es evidente. Prosa y verso forman parte del mismo trabajo. A veces una obsesión viene con una respiración más larga y otras veces es más corta”. Coincido plenamente con esa visión.

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