Willy Crook: “La música me ha usado de instrumento”

Ante la reciente partida de Willy Crook, recordamos una entrevista de Gustavo Grazioli, publicada unos años atrás en Sudestada.

Un libro autobiográfico es una excelente excusa para conversar con uno de los músicos con más recorrido en el rock nacional. De sus anécdotas con Los Redondos a su carrera solista, de sus inicios en Villa Gesell a la formación de un estilo propio e inconfundible. Todo en esta charla con Sudestada. 
Los años para Willy Crook parecen no pasar. Inquieto como aquel adolescente que enfocó sus primeros pasos en la ciudad balnearia de Villa Gesell, su motor se mantiene aceitado con música y con una vida que tiene todos los condimentos necesarios para definirse como electrizante. A los 52 años repasa los despilfarros y los aciertos de sobreponerse a ciertas normas cotidianas de un mundo que por momentos parece serle totalmente ajeno.  
En su libro autobiográfico Memorias Improbables (Planeta), pone a prueba sus recuerdos y los traduce en anécdotas que se acompañan de un humor inquietante. Algunas cosas que repasa en este trabajo, que contó con la ayuda del periodista especializado Fernando García, son su amistad con Luca Prodan, el día que conoció a Miguel Abuelo y cuando le mordió el culo al Indio Solari. “Le pegué un tarasconcito, tampoco fue para tanto. Le salió una especie de hematoma y tal y cual. Andaba mostrándolo enfurecido (…)”, cuenta en el capítulo Los elegidos de Patricio Rey y termina con un remate épico: “¿Nunca le mordieron el culo a su jefe”. 
Eduardo Guillermo Pantano (Crook), está sentado en lo que sería su lugar de trabajo (o “estudio”). Detrás de su sillón giratorio unas guitarras cuelgan en la pared, hay cables doblados, que también reposan colgados un poco más al costado, hay una gran pila de discos, varios de Frank Zappa, y algunos libros que dejan ver los nombres de Focault y Roland Barthes, entre otros. “El humor es lo más cerca que podés estacionar de la inteligencia”, dice el ex saxofonista de Los Redondos, mientras recuerda su paso fugitivo por Europa, algunos trabajos (plomero, colocador de pisos, limpieza de una morgue judicial) y las incontables veces que durmió en la calle. La vida de Crook, que parece un personaje narrado por Jack Kerouac, se nutrió de todas las sustancias y fiel a su estilo, ha logrado reinventarse para no quedar anclado en el atrapante anecdotario de Patricio Rey.
Con un vasto repertorio sonoro en su disco duro, la búsqueda de su deseo artístico lo llevó a ser el referente de la escena del funk y del soul nacional. Con diez discos solistas editados y establecido en sus shows como Funky Torino, su música no está en ningún podio de popularidad ni está preparada para ser repetida en una cancha de fútbol, pero si para tener sexo. “El público es el verdadero dueño de la música. Hay gente que usa mi música para tener sexo. Por eso me declaré líder del fi-funk”.  
Lo que cuenta tu libro cumple con eso de que hay que vivir para poder escribir.  
Me gusta tanto la literatura que no la estropearía escribiendo un libro, pero yo no pude cumplir con eso. Leyendo a Kerouac me di cuenta de que tenía un paralelo con algunas cosas que narró. Era un mundo muy diferente al de ahora, se podía viajar a dedo. Vivía en la calle, donde me agarraba la noche me quedaba. No me importaba nada. Hoy, en este momento del mundo, no sé si lo podrías hacer. Aunque hay mucha gente que vive en la calle, cuando notan que no sos de los que viven en la calle y que lo estas disfrutando van y te sacan. 
Después de tantos años al borde del camino ¿Cómo analizás el presente de tus cosas?   
Sin llegar al extremo absurdo de ser adulto, crecí poco. Aquella esperanza de joven de trece años de poder ser adulto para sacar el registro de conducir, se convirtió en la alegría, de grande, de ser inmaduro. Desde hace un tiempo a esta parte, empecé a buscar para dentro más que para afuera. Pero el mundo no te lo permite mucho. La gente está observándolo todo. En ese momento estaba muy receptivo y muy necesitado de aprender cosas. Felizmente o desgraciadamente en Villa Gesell había solo dos meses para ganar dinero y vivir todo el año. Cuando mis viejos se funden nos contratan a todos para ir a Torremolinos (municipio ubicado en Málaga, España). Allá Iba a todos lados y era un espectador casi no era protagonista. Lo que veía lo hacía. Pero no lo recomiendo mucho, porque eso me hizo probar muchas sustancias. Se puede tener alto vuelo sin ningún tipo de ayuda. Lo compruebo ahora con mi banda. Son jóvenes y estudiosos. La música que suena en mi cabeza la entienden. Por eso todo lo que te haga esclavo no tiene que estar en tu menú y las drogas tienen eso: te acostumbras, forman parte de tu vida y te hacen esclavo. En mi caso me pasó eso y seguí la estética de lo que veía.  
¿Esa condición de trotamundos que se revela en el libro marcó cierto camino libertario? 
Era una alternativa. Era un fugitivo no buscado. Excepto en un tren de Francia que le debo cerca de tres mil dólares. Había dado una dirección falsa porque había perdido el pasaporte, hasta que un día me agarraron y me bajaron en una estación en el medio de la nada y en donde cuya policía local había comprado gases lacrimógenos y quería probarlos. Había un croto durmiendo en la estación y me tiré cerca, sin invadirle su espacio, y nos tiraron los gases. Me acuerdo que el croto gritaba que tenía derechos. 
La música parece haber influido gran parte en esa personalidad busca que no quiere quedarse quieta en un solo lugar    
Es lo que justifica mi presencia en esta silla. La música me ha usado de instrumento. Le debo la razón de despertarme cada día. Vivo de algo que amo en un mundo infame en donde la gente sobrevive por algo que detesta. 
¿Cómo se dio tu entrada a Los Redonditos de Ricota?  
Apenas se comenzaba a instaurar la democracia y un verano que estaba en Gesell vi una banda extrañísima. Había un tipo que parecía que iba a matar a los de la primera fila, un saxofonista con dos barbas, un guitarrista que tocaba de espaldas y que sonaba como si estuviese pateando un alambrado. Nos terminamos haciendo amigos con Luca y me dice de venir para Buenos Aires. Cuando llego me comentan que una banda llamada Los Redonditos de Ricota estaba buscando saxofonista. Mi primera pregunta fue si era música para chicos por el nombre. En esa época no había casi nada que termine en diminutivo en el rock.  
¿Fue un antes y un después en tu vida artística? 
Estoy muy orgulloso con Los Redondos. Me bajé cuando sentí que había dado y recibido todo artísticamente. Se empezaba a ganar plata y todo eso pero no me impresionó. Patricio Rey me hubiera dicho grasa si me quedaba por la guita. 
La filosofía de Patricio Rey te marcó… 
Aprendí mucho el tema de cómo manejar una banda y la gente. Todo lo operativo y lo eficiente lo entendí bien gracias a ellos. No soy tan acérrimo ni estricto como Patricio Rey. En las filas operativas no pasaban novias ni nada. Al ensayo se iba por más que tu casa se estuviera prendiendo fuego o que tus hijos hayan vendido tu hígado. No importaba nada. Era todo muy estricto, pero no estaba mal. Patricio Rey es una figura imaginaria como lo anárquico monárquico que declaraba Dalí y el concepto que entiendo de eso es: anárquico por tu libertad de libre albedrío, pero también con una figura monárquica que respetas aunque no te de órdenes. Es una idea de hacer las cosas bien para un jefe imaginario. 
¿Te imaginabas al frente de un proyecto donde todo dependa de vos? 
No era mi idea exactamente pero vi que me empezó a suceder. No me consideraba muy importante, siempre me vi como un pasajero. No me considero el chofer de mi vida. Y lo sigo pensando por eso me mantengo joven. Jamás se me ocurrió que iba a ser yo quien haga la música. Cuando Melingo me hace grabar un disco, le pregunté qué nombre le íbamos a poner y me miró como diciendo: Willy Crook, pelotudo, qué le vas a poner. Ahí me di cuenta que me tocaba a mí. Soy una persona muy haragana y lo último que quería era llevar todo esto en donde soy el compositor, guitarrista, cantante, telefonista, el fletero…todo. 
¿De dónde surge tu interés por el universo funkysoulero? 
Lo mamé trabajando de disc-jockey en Madrid. Ahí investigué mucho y descubrí grandes cosas. Me cebaba el estilo funky disco y empecé a buscar…me di cuenta que hasta Miss You de Los Rolling Stone es un coqueteo con el funky. También ponía (Frank) Zappa, Zeppellin, Vinicius De Moraes. Siempre hice lo que quise. Me han echado gracias a eso, pero no me quita el sueño. Sé muy bien ser pobre. No cambio un fracaso mío por un éxito de Valeria re Lynch. 
¿Cantar en inglés te limita a un determinado público?  
Lo de cantar en inglés me sale. No me lo planteo. Esto es así: todos tenemos un disco que nos reventó la cabeza. En mi caso fue El lado oscuro de la luna. En ese mismo momento con once años, salí corriendo a buscar a la única inglesa que había en Villa Gesell y le ofrecí trabajar para ella a cambio de clases de inglés. Tenía que saber que decía esa gente. De todas maneras me sale el inglés por haber vivido en Europa, rodeado de gringos, y por haber escuchado la música en ese idioma. Es más musical. Eso no estaba acá y abrió la puerta para decir hay uno que lo hace.  
Jamás se me cruzó si eso que estaba haciendo era o no rentable. 
Crook parece sostener los principios de un mundo que tejió sin impostar nada. Con ese sello libertario que le costó varias perdidas, desamores, un tiempo en el hospital Borda, el ex Redonditos y Abuelos de la Nada, entre otros, reflexiona:  Me tengo en claro. Como dijo Bruce Lee, no hay nada que no se pueda solucionar sin un brutal autoanálisis. Sé quién soy. Me despierto conmigo todas las mañanas y sé la clase de bestia que soy, de todas maneras el amor de los otros me ha transformado en muy buena persona para con ellos…a lo mejor para conmigo no lo soy. Aprendí a querer gracias al cariño ajeno y, como siempre digo, estoy vivo gracias a la caridad de los desconocidos. 

Publicada originalmente en la Revista Sudestada Edición N° 154 (Octubre 2018)