Sobre la obra de teatro que recuerda la vida de Severino Di Giovanni y el movimiento anarquista en Argentina.
Por Gabriel Rodríguez Molina
El sábado pasado en el corazón de Boedo se encendió, a través del fuego del teatro, el espíritu de Severino Di Giovanni. De la mano de Ariel Núñez Di Croce, el Centro Cultural Sigue La Polilla y una troupe de actores y actrices enervados por la mística anarquista, renació y (renacerá cada sábado hasta Julio) la experiencia de los viejos mítines, la clandestinidad y la tensión revolucionaria de una Argentina convulsa. A lo largo de dos horas y media y con un despliegue barroco la sangre de los cuerpos es territorio, frontera y antorcha donde la poesía se funde en la orquestación de los cuerpos, en la piel de las voces, en los pliegues de la historia, en las reminiscencias de viejas cartas y los espectros para dialogar así con la banda sonora, con la puesta, con el incesante movimiento que bien traduce el espíritu con el cual Severino y sus camaradas miraban el mundo.
He visto renacer
Calle. El sol lento muere. En Boedo todo se vuelve sombra. La calle Estados Unidos es un lento desfile de personas que pasean a sus perros, gente que sale a hacer las compras y un grupo de personas que esperan a la vera de una construcción una señal, corte.
Son las ocho. Dos hombres vestidos de traje caminan por la calle. Pasan desapercibidos. Se acercan al grupo de personas. La función, en la calle, comienza. La tensión de la espera se distiende, pero la sorpresa y la curiosidad aumentan. Piden discreción, los hombres, mientras reparten sobretodos. Será, dicen, un viaje peligroso, truculento, riesgoso. El sobretodo puede pesar demasiado. La gente desfila. Se acercan cada vez más a los que esos hombres han llamado la resistencia. Corte.
Las personas entran al teatro, los sobretodos homogenizan los cuerpos. Cuatro velones hacen en el piso un camino de fuego. El humo levita en el aire. Un señor de barba se ayuda con un bastón, camina entre las velas, habla sobre la libertad, dice ser Bakunin. Corte.
Aparece Severino, desde las sombras. El hombre peligroso. Dos policías lo persiguen. Él intenta dispararse no puede. La persecución llega a su fin. El ratón es atrapado. Empieza la infinita retrospectiva de su vida. Corte.
Los anarquistas debaten ideas. El diario La Protesta expone. Un desconocido Severino Di Giovanni interpela, mete el dedo en la llaga, incomoda. La gente lo mira, con curiosidad. Los sobretodos están quietos. Entre ellos los actores, los anarquistas, la disputa. La tensión aumenta. El sombrero negro de anchas alas de Severino destaca entre las cabezas. Corte.
Severino conversa con Aldo Aguzzi, empatiza. Nada es quietud. Todo constantemente se mueve, fluye. Los escenarios. La gente. Los actores. La música sobrevuela la niebla. En Boedo transcurre, secreta, la revolución. Corte.
Severino conoce a Paulino Scarfó y se muda a su casa. Ahí conoce a Alejandro y a América. El patio donde ella cuelga la ropa puebla la escena entre luces tenues y una música italiana. Severino se enamora. Corte.
Severino planea un ataque al Teatro Colón. Los volantes vuelan. Los policías reprimen. Fuerte reprimen los policías. Hasta tirar los hombres al piso. Luego el prontuario. Las fotos y por último el interrogatorio. El crudo interrogatorio. El aire se corta con cuchillo. Un hombre de bigotes interroga al anarquista. Lo golpea. Fuerte lo golpea. Llama a otro. Le mete un revólver en la boca. El silencio es incómodo. Tenso ¿Hasta dónde llegarán? Se pregunta en silencio la gente. Se nota la incomodidad, la tensión. Corte.
Un laboratorio. Varios anarquistas. Un maletín que será una bomba. La violencia materializada. Algunos critican otros, curiosos, preguntan cómo se mezclan los ácidos, para qué sirve el corcho, el porqué de los tornillos. Se huele el ácido. La curiosidad aumenta. “Chicho” el especialista habla un fluido italiano que refresca la tensión del interrogatorio. Todo sigue. Nada se detiene. Parece una película. Plano tras plano. Los anarquistas se juntan. Se toman de las manos. En ritual atávico forman un círculo. Recitan un himno a la dinamita. La poesía está en el aire. La pasión se siente. Corte.
Severino camina solo. El público lo sigue. No busqué afirmación social, ni una vida acomodada, ni tampoco una vida tranquila. Para mí elegí la lucha. Vivir en monotonía las horas mohosas de lo adocenado, de los resignados, de los acomodados, de las conveniencias, no es vivir, es solamente vegetar y transportar en forma ambulante una masa de carne y de huesos. A la vida es necesario brindarle la elevación exquisita del brazo y de la mente. Enfrenté a la sociedad con sus mismas armas, sin inclinar la cabeza, por eso me consideran, y soy, un hombre peligroso, dice. Corte.
Las primeras bombas. Severino en la cárcel. Lo torturan. El fantasma de Bakunin funciona, como en toda la obra, como un espejo. Un oráculo. Hay más preguntas que respuestas. Hay dolor. Hay injusticia. Corte.
Severino habla con América. Se debe ir de la casa. Le escribirá cartas, dice, sincero, con los ojos del enamorado. El amor se respira. Corte.
Se huele la traición. Hablan mal a las espaldas del anarquista violento. Corte.
El fuego crepita. Un verdadero fuego que desde el patio eleva su humo misterioso. Severino, mano a mano con Aguzzi, intercambia opiniones. Parece un duelo, de los de antes. El crepitar de las maderas hipnotiza al público que ya se ha acostumbrado al ir y venir de un lado a otro de la sala y ahora reposa mirando el fuego crecer. Las llamas otorgan una intimidad particular. Todo es tan cercano. Los hombres se separan. Corte.
América habla sola en un bosque. Hay agua alrededor, también hojas y flores. Habla del amor. La armonía se imposta. Una mujer hablando del amor a un público que acaba de mirar un fuego. Lo simple está en lo primitivo. El público se sienta. De alguna manera descansa, toma fuerza. Sabe que el camino será largo. Las palabras de América tejen un mantra. Corte.
Severino se tiene que esconder en el Delta. En una pieza habla con América. Está contrariado. Las contradicciones de la revolución, tal vez. Las internas. La violencia. El cansancio del prófugo, de la clandestinidad. La búsqueda de la pureza. De la poesía. Se despide. Corte.
Severino amenaza a aquellos que lo han difamado. Aparece, Severino, con un revólver. Las balas estallan (el público se sorprende) en el pecho del asesinado. La orquestación de las voces de los personajes, de la mutación de los escenarios, del desfile de los actores ya se ha adentrado en la dinámica de quienes miran. Todos ya caminan detrás de la llama. Corte.
Roberto Arlt entrevista a los oficiales que persiguen a Severino. Los oficiales responden las preguntas. Corte.
Severino con América. Otra vez, en el bosque. El amor es más fuerte. Bailan. Corte.
Severino en la pieza. Debe irse le dice a América. Ella dice que quiere irse no que debe. Él se va. Todo regresa al inicio: la persecución. Los disparos. La captura.
Otra vez la cárcel. Interrogatorio. Golpes. Bakunin. Severino no habla. Corte.
El juicio. El oficial Franco, en un alegato poético, en crescendo, digno de un mártir, se entrega a su visión de la justicia. No se merece tal condena, dice. El juez lo manda a fusilar. El reo aguanta firme encadenado desde una mesa casi oculta. Corte.
El reo camina entre la gente que ya hace unos minutos mira sentada el ir y venir de los actores. Un Roberto Arlt, ya borracho entrega al público una crónica angelical y corrosiva bajo una anémica luz mientras Severino se dispone a morir. Uno soga lo sostiene en la silla. La música se acrecienta. Los disparos rompen. Estallan, metálicos. El cuerpo cae. Algunos ríen. He visto morir, ha escrito Arlt, pero yo, en mi mente, escribo en el aire luego de entregarme a este ritual que he visto renacer. Sí, me repito por lo bajo mientras parándome aplaudo a las personas cuyos rostros transpirados sonríen en Boedo, he visto renacer.
FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Guión: Ariel Núñez
Actúan: Bernardo Artica, Luca Baldana, Luján Blaksley, Oliver Carl, Felipe Corrado, Cristian DI Fulvio, Pablo Faletti, Gael González Costa, Ariel Núñez, Pablo Ortolani, Juan Manuel Oviedo, Mauro Puppo, Horacio Romero, Adrián Santagata
Vestuario: Juan Ernesto Marín, Sol Rosli
Diseño de escenografía: Mauro Puppo
Realización de dispositivos lumínicos: Mauro Puppo
Operación de luces: Mico De La Llana
Operación de sonido: David Brakin, Catalina Cobain
Diseño De Iluminación: Paula Fraga
Fotografía: Nacho Lunadei
Asistencia de dirección: Juan Manuel Oviedo
Producción: Jonathan Daniele
Coordinación general: Ariel Núñez
Duración: 120 minutos
Sigue la polilla. Castro Barros 874.
Entrada: $1500 – Sábado 20:00 hs – Del 19/03/2022 al 16/07/2022.
Entradas: https://docs.google.com/forms/d/1iTWD0zc-Pnw4st1w-vmVm-RTjsm_y37E27Kb82rzr6Q/viewform?edit_requested=true