Mujeres musulmanas en España

“Si mi religión me da unos derechos,

 ¿porqué he de permitir que una sociedad machista

me los arrebate?”

Kawtar Moumin,

Joven musulmana marroquí,  residente en España. 

Por: Camila Brizuela

Kawtar Moumin tenía 9 años cuando salió a la calle por primera vez con el velo puesto en Barcelona. Hasta ese momento aún no practicaba el islam pero su hermana mayor usaba el velo y ella quiso seguirla. En una de las cuadras que separaban su casa de la panadería a la que estaba yendo y desde un tercer piso, un hombre mayor le grita “terrorista”, seguido de palabras despectivas para terminar con el arrojo de dos sillas. Kawtar corrió hasta su casa y desde ese día le tiene miedo a la sociedad. Pero también, desde ese día, se empezó a interesar por el islam. 

El número de musulmanes residentes en España supera los 2 millones, según el Estudio Demográfico de la Población Musulmana, elaborado por la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE) y por el Observatorio Andalusí, que junta datos al 31 de diciembre de 2019. Sin embargo, la población musulmana de España sigue luchando contra los prejuicios de cada día: con el estereotipo que califica a la mujer como inmigrante, analfabeta, ama de casa, sumisa, oprimida, madre. Mientras que el hombre es calificado, además de terrorista, como controlador, machista, opresor, radical, delincuente, extremista, maltratador. 

Pero “mujer, hija de inmigrantes y musulmana son las tres palabras que más odian los españoles”, comenta Kawtar aunque afirma que vive en una ciudad con gente de mente abierta. En este mismo sentido Aicha El Mealem, joven estudiante musulmana, dice que  reunir esas características es tener triple discriminación, y más si les sumas el uso del hiyab (velo). “Yo personalmente he empezado a notar las discriminaciones desde que comencé a usarlo”, explica.

Foto Aicha El Mealem

Aicha, que es hija de padres marroquíes practicantes, se puso el velo por primera vez y por propia convicción el 27 de junio del 2019, el día de su cumpleaños. Muchas veces en España, las mujeres seguidoras del islam tienen miedo a usar la prenda que representa su identidad por culpa de las posibles consecuencias que pueda conllevar, como la exclusión laboral, académica y social. Pero es por estas injusticias que Aicha se animó a llevarlo. Ella recuerda que cuando entrenaba en el gimnasio, algunas personas mayores la miraban, señalaban y murmuraban, por el simple hecho de llevar una prenda más. “Antes de usar el hiyab no me pasaba, y me duele mucho, porque no he cambiado, sigo siendo la misma persona”.

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A nivel mundial el islam es criminalizado por los medios de comunicación, porque los temas de agenda que los involucran giran en torno a los atentados o terrorismos, lo que provoca comportamientos racistas, intolerantes y violentos hacia la comunidad. Lo cierto es que en el mundo hay más de 1600 millones de musulmanes y solo un 0,006% simpatizan con las conductas terroristas. 

En el país europeo, a pesar de las numerosas recomendaciones de organismos internacionales, todavía no se reconoce la islamofobia (o racismo antimusulmán). Según Aurora Ali, directora de la Asociación Musulmana por los Derechos Humanos (AMDEH), el 95% de los acuerdos firmados en 1992 entre la Comisión Islámica Española y el Estado español son incumplidos, y son los acuerdos donde se exponen la libertad de expresión, a no ser discriminados, a tener juicios justos, a tener vida privada, entre otras cosas.

Aurora explica que en verdad el estereotipo se basa en contextos lejanos porque ahí la mayoría de mujeres musulmanas trabajan, dirigen, hacen voluntariados, etc. Pero lo cierto es que trabajarían más si las empresas y algunas instituciones respetasen la laicidad y la libertad religiosa legislada, como se hace con otras minorías religiosas.

Foto fuente Laicismo.org

Debido al no reconocimiento de la islamofobia y de la no visibilización de los datos por parte del Estado y de entidades de la sociedad civil que reciben subvenciones para combatir el racismo antimusulmán pero que no monitorizan, no existen cifras de ningún tipo. Sin embargo, desde la percepción de la AMDEH, las musulmanas visibles, que son aquellas que utilizan el velo, son las que están más expuestas en la calle y en el acceso a servicios básicos. 

Frente a todas estas desigualdades, tanto Kawtar, Aicha y Aurora, como muchas otras musulmanas que viven en España, se reivindican, militan el feminismo y luchan contra la islamofobia en el día a día, pero desde su lugar intentan derribar, también, el estereotipo que incompatibiliza al feminismo con el islam.

Para Aicha, por ejemplo, la igualdad y la equidad en el islam ya existía desde sus inicios, hace más de 1400 años: “es la religión que dio los derechos a la mujer y la elevó en un estatus altísimo desde el primer momento, derechos que hace poco se han conseguido en Occidente”. Pero reconoce que el problema es que éstos fueron arrebatados por culpa del sistema y culturas patriarcales, y según cuenta la joven, es por eso que se relaciona a la mujer musulmana como oprimida o sumisa, porque los hombres justifican acciones machistas según sus intereses en nombre de la religión, y muchas veces contradiciéndola.

En el caso de Kawtar, fue en el cambio del último año de primaria hacia la secundaria cuando empezó a ver la realidad de otra manera, a partir de los cuestionamientos que surgían por ver las desigualdades de género. Ella recuerda que se preguntaba si por el hecho de ser mujer no podía hacer o considerarse igual que un hombre, y en base a sus investigaciones entendió que el pensamiento que interpreta que el islam es machista recae en el hecho de que la gente da por sentado que una cultura es igual a una religión, o que ser musulmán es lo mismo que ser de determinada nacionalidad.

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La Asociación Unim Cultures, en catalán, está formada por estudiantes de la Universidad de Lleida (UdL) que contienen a los alumnos de familias migradas y luchan contra la estigmatización de los extranjeros que residen en España. Desde la organización trabajan para derribar los estereotipos culturales, religiosos o de cualquier ámbito. Si bien el 90% de las personas que lo integran son marroquíes y musulmanes, está compuesto también por gente atea o de otras religiones, porque la intención es unir las culturas para eliminar los prejuicios.

Omaima Cadi estudia trabajo social en la UdL, es musulmana, feminista y sus raíces son de Marruecos. Ella forma parte de la Asociación Unim Cultures hace tres años, y la temática que más trabaja ahí dentro es la de género: opina que el camino hacia la libertad de las mujeres es el feminismo y es por eso que ella cree que la fe es feminista pero que las instituciones religiosas, de cualquier credo, no lo son “porque están hechas con la visión del hombre y para los hombres”.

La estudiante explica que, de todas formas, es necesario entender que no porque ella haya nacido en España le surge militar el feminismo, sino que si hubiese estado del otro lado del charco, la vulneración de sus derechos y la urgencia de militar la corriente feminista iba a estar igual, por el simple hecho de ser mujer: “el problema es lo pequeñas que somos las mujeres de los hombres”.

Por su parte, la directora de la Asociación Musulmana por los Derechos Humanos sostiene que el islam, para muchas, ya es feminista, si no ya hubiesen cambiado de fe. En este sentido, Aicha El Mealem apoya un feminismo interseccional donde las mujeres se vean incluidas y escuchadas, para que no tengan que sufrir injusticias por ser mujer, y en este caso, musulmana, racializada y con hiyab. 

Aicha, al igual que muchas de las mujeres musulmanas, quiere terminar con las discriminaciones hacia su colectivo, quiere ser la voz de las que se callaron ante el rechazo, ante el odio y ante la islamofobia, pero sobre todo, quiere que las mujeres practicantes no tengan que justificarse por llevar el estilo de vida que las representa, ni ser excluidas por su elección.