Hace tiempo que venimos hablando de la avanzada de las extremas derechas mundiales, y del peligro que eso conlleva, sobre todo cuando no hay reacción -o la reacción no está a la altura- ante cada paso que el neonazismo y el fascismo dan. Y el mundo se alínea, y los grotescos que comienzan con excentricidades, de dinero o televisivas, de grotescos y violencia, pasan a ser presidentes, jefes de Estado, y un arma demasiado preocupante.
Por Editorial Sudestada
Los ejemplos sobran, como también las intenciones -jamás asumidas por estos nazis inconfesos- de reivindicar a los peores dictadores mundiales, como Milei y Villarruel con el terrorismo de Estado en Argentina, Vox con el franquismo, el sionismo genocida y usurpados de tierras y vidas palestinas, y -entre tanto- Elon Musk con el saludo del Alemán de bigotito corto, o del Duce italiano, que hasta el impresentable del “Gordo Dan”, muestra su enamoramiento a Mussolini desde la estética y el “intento” del brazo armado de Milei.
Mussolini, al igual que Hitler, Franco, Videla, Onganía, Stroessner, y tantos otros que se podamos nombrar, prometió hacer de su país “la gran Italia”, y terminar con la corrupción nacional. Parecido a lo de acá. Igualito a Mauricio. Una réplica de Menem. Y Trump, en la misma línea, habló de la “edad dorada”, y salió con los tapones de punta contra los inmigrantes, contra las diversidades, y con un aviso concreto -sin afirmarlo en palabras- de que la política exterior de EEUU sumará mucha más sangre de la que ya corre. Y ahí, entre el nacionalismo rancio y el desprecio a la vida humana, el racismo, la xenofobia, y todos los derechos contra el paredón, aparece Elon Musk, que en plena algarabía muestra quién es, con este saludo, con esa mano estirada, y esperando ver cuál es la reacción. Porque si nada pasa, si nada sucede, el bigote puede estar cerca, y el nazismo volver a resurgir, como está pasando en toda Europa, como intentan en Latinoamérica, y como ya pasa en EEUU.