Rocío Hernández, conocida en las redes como Nutriloca, es Licenciada en Nutrición con especialidad en nutrición basada en Plantas, comunicadora, vegana y psicóloga social. También dirige el posgrado de “Nutrición Basada en Plantas, salud, ética y soberanía alimentaria”, de la Facultad de Ciencias Médicas-Universidad Nacional de Rosario. En diálogo con Sudestada, habló sobre el veganismo, cómo afecta el agronegocio al ambiente, la soberanía alimentaria y la perspectiva de género en la nutrición.
Por Florencia Da Silva
¿Cómo empezaste este camino hasta la nutrición basada en plantas? Imagino que en la universidad no tenían esta perspectiva la mayoría de lxs docentes.
En lo que es la parte académica, me choqué con la información investigando. Lo más costoso fue la parte personal, lo que tiene que ver con mi búsqueda, hacia dejar a los animales de lado para mi propia alimentación y eso me abrió otro mundo muy diverso, muy distinto a lo que nos enseñaron desde la socioculturalidad en la cual estamos y habitamos. Y después, desde lo profesional, ya una vez recibida, tuve que conectarme con información científica, cursar otro tipo de espacios, posgrados, cursos e información de otros lados para poder saber un poco más de lo que es la alimentación basada en plantas. Mi formación como nutricionista no tenía contemplada la nutrición basada en plantas como una forma más de alimentación. No era como hoy la conocemos y estamos hablando, desde una nutrición basada en evidencia por un lado, y desde un imperativo planetario por el otro. Imperativo que involucra la salud individual, la socioambiental y la de los demás animales.
Hay una visión muy sesgada desde la academia ¿No?
Sí, quizás responde a un contexto macro. No hay casualidad, sino más bien causalidad. Todo responde un poco a un determinado modelo productivo, a muchos intereses, a cuestiones que tienen que ver con nuestra propia historia. No hablar de comer más plantas tiene un trasfondo político, económico, financiero y ético.
¿Cuál es la relación entre la alimentación basada en plantas y la soberanía alimentaria?
En primer lugar el veganismo tiene que ver con un posicionamiento ético, con dejar de financiar la explotación animal. El veganismo es eso por definición: personas que eligen en su camino una alimentación basada en plantas al 100%, y que lo hacen por una cuestión ética. Después muchas personas, y cada vez se está viendo más, lo hacen desde una perspectiva socio-ambiental o van agrupando otros valores dentro de ese camino. Pero el veganismo por definición tiene que ver únicamente con los demás animales y con no financiar su explotación en toda la cadena de valor donde son utilizados -alimentación, vestimenta, ocio, cosmética, ropa, recreación-.
Después, desde mi lugar como profesional de la salud y como comunicadora, trato de ser lo más responsable posible en ese rol, y también porque a mí me atraviesa y elijo leer la perspectiva social de todo esto. Insisto en la soberanía alimentaria y en la necesidad que tenemos como mundo de producir nuestros alimentos de otra manera. Ser psicóloga social me transformó la mirada hacia el mundo, me posibilitó vernos situadxs sin tanto recorte de la realidad, estudiar el contexto, historizarnos-.
Y pensar, por qué no, que cuando hablamos de soberanía, hablamos también de hacernos cargo de nuestra propia alimentación, más aún quien tiene ese privilegio. Y eso no solamente tiene que ver con cuestiones políticas macro, sino también con la micro. La soberanía no es algo lejano, algo que solo está en el campo y que se ocupan personas que desconozco absolutamente. Algo que nos pasa a las personas que vivimos en la ciudad -yo soy de Rosario- es que no tenemos tanto contacto con la producción de los alimentos: de dónde salen, dónde están y de dónde vienen. Ser soberanxs alimentariamente hablando también es poder nombrar fácilmente al menos cinco alimentos que tengan calcio y que no se nos venga como única posibilidad los lácteos. Es algo que generalmente no sucede, y nos indica por ejemplo que no somos soberanxs de nuestro calcio, o mismo caso ocurre con nuestras propias proteínas. Eso tiene un trasfondo, que resulta muy interesante que lo sepamos leer para poder actuar en consecuencia.
La militancia del veganismo tiene un gran vínculo con el ambientalismo aunque hay muchos ambientalistas que comen carne y lácteos.
Los movimientos son heterogéneos, si bien muchas luchas se cruzan, no todas comparten lo mismo. Sería iluso pretender homogeneidad.
Hace muy poquito, en Agosto 2021, salió el informe del IPCC -Grupo intergubernamental de expertos sobre el Cambio Climático- “bases científicas y físicas sobre el cambio climático”. En febrero del 2022 analizaron los impactos, adaptación y vulnerabilidad de todo esto. También hacen proyecciones a futuro y hablan en parte de la alimentación por la cantidad de recursos. Vivir utiliza recursos y somos muchas personas en este mundo. La producción de carne es el alimento que genera la mayor cantidad de gases de efecto invernadero, y no solamente en la producción, sino en el desarrollo de esa producción: desde el porcentaje de tierras que arrasa hasta dónde se siembra soja para alimentar a los animales. Eso arrasa humedales, lo mismo las megafactorías que ni siquiera sabemos dónde están, el transporte, la cantidad de alimento, de agua, de tierra y recursos a disposición de la industria ganadera. Sumado a esto, la producción de carne vacuna es el alimento que mayor GEI genera -Gases de efecto invernadero, como metano, diox de carbono, etcétera-.
Lo digo en modo gracioso pero cuando una habla de comer más plantas -en realidad cuando el mayor cuerpo de literatura científica lo dice-, pareciera que va a venir el escuadrón vegano para reemplazar por lechuga la carne de tu heladera y aparece el enojo y hasta la conciencia de clase. Cuando nos tocan los privilegios, nos empezamos a acordar de quienes no pueden comer, de África, de la pobreza y demases. Pero lo peor de todo es que hablamos de privilegio, que es quien puede elegir y quien tiene mayor responsabilidad. Entre los ‘90 y el 2015 el 10% más rico de toda población mundial generó el mayor porcentaje de efecto invernadero mientras que el 50% más pobre solamente el 7%. Reitero: quienes más tienen, más responsabilidades poseen.
Desde el agronegocio muchas veces se fundamentan diciendo que alimentan a toda la población y que luchan contra la pobreza, y también parte de la población sostiene que el veganismo es caro.
Comer sale caro, más hoy con la inflación que tenemos. También tenemos que entender que ese grupo de alimentos reciben un subsidio, hay cuestiones macroeconómicas y políticas que respaldan ese tipo de alimentación y un gran porcentaje tiene que ver con lo que se recauda. Sería una genialidad que en la medida que se trabaje más sobre la soberanía alimentaria exista ese mismo dinero a disposición de una producción agroecológica, para mejorar las condiciones de trabajo de quienes están siendo parte de cordones periurbanos, para que haya más accesibilidad y disponibilidad de alimentos a todas las personas, que sepamos de dónde vienen nuestros vegetales. El año pasado salió la Ley de Promoción de Alimentos Saludables, el etiquetado frontal, que representa una forma más de ponerle un freno al agronegocio. Me preguntan qué pienso del sistema alimentario, pero para mí no es un sistema alimentario. Hoy en día se está produciendo más malnutrición que otra cosa, malnutrición por exceso y por defecto. La mitad del mundo se está muriendo por lo que no está comiendo, porque no está accediendo a las calorías básicas para poder subsistir. Cuando se accede a un alimento se trata de algo que no es sano, no es seguro, no es soberano y encima no es sostenible. Y la otra mitad del mundo se está muriendo por el exceso de productos ultraprocesados, galletitas, gaseosas, carnes procesadas -como las famosas salchichas, fiambres y embutidos-. Desde ese lugar tenemos que pensar cómo nos estamos alimentando. Cuando venimos a hablar de comer más plantas, ni siquiera estamos hablando de veganismo. A mí me encantaría desde mi persona y posicionamiento contagiar esto de desarrollar más empatía por todas las especies y de que comprendamos el concepto de una sola salud. Es imposible que estemos sanos en territorios enfermos.
Pero una dieta vegana no es más cara, sobre todo si comparamos los precios de la carne.
En general tiene que ver con que tenemos tan internalizadas ciertas prácticas de consumo, que corremos a buscar alimentos que lo reemplacen -a la carne, lácteos, entre otros-. Por ejemplo, si dejás de tomar leche pensamos que hay que tomar leche de almendras y hoy está carísima, pero no tenés porqué tomar ninguna leche, ni vegetal ni animal. Tenemos ese concepto socioculturalizado y surgió hace muy poco con la industria de los ultraprocesados. Se nos metió tanto en la cabeza que sin eso casi no concebimos tener ni felicidad ni nutrientes. Cuando salimos de esa matrix empezamos a entender que no hace falta, que tenemos que comer nutrientes, que no hay alimentos específicos indispensables, hay nutrientes indispensables, y que con el tiempo no tenemos que ir corriendo detrás de un alimento tal, sino de sus nutrientes.
No es casual ver un abismo existencial cuando pensamos en otros alimentos, principalmente los basados en plantas. De hecho, no hace mucho que se instaló este concepto y la dejamos de pensar como alguien que come lechuga y mila de soja, o peor aún: un helecho o un cactus -chiste-. También se piensa en algo que no sólo es poco apetitoso, sino que además es caro, feo, que gastan mucho tiempo cocinando. Nos hacen creer eso. Pensar en abismos tiene que ver con actores sociales que operan para que no salgamos de status quo, es un entramado a analizar. Hay muchos actores sociales involucrados para que la cosa no cambie porque en teoría comer basado en plantas es más caro. Lo hacen para que solo tengamos que comprar en los grandes supermercados, que no sepamos de otros circuitos de compra. Hoy hay emprendimientos, pymes y mercados populares. Existe la facilidad de ir a un lugar pensando que estás comprando alimentos y estás comprando un montón de paquetes. Si pensamos una alimentación basada en plantas que busca la deconstrucción del paladar, que no se la complica con cosas raras, que nos proveamos de mercados populares, bolsones agroecológicos, almacenes de cercanía, dietéticas al por mayor, termina siendo una alimentación muy muy económica, rendidora, apetitosa y sostenible tanto para la persona como para el planeta. Que no nos hagan creer lo contrario, es una trampa.
Por otro lado, está el debate de que cuando apenas alcanza para comer o directamente no te alcanza, no se puede apuntar o exigir un cambio en la alimentación.
No estamos hablando de esos casos. Eso sucede porque hay otra parte de la moneda que está haciendo las cosas muy mal. Hay un dato que nos dice que 20 de los multimillonarios más ricos, emiten en promedio hasta 8 mil veces más de dióxido de carbono que 1000 millones de personas más pobres, un puñadito de personas están haciendo mucho daño, y a ese puñadito es a quienes más hay que hablarle. Quienes menos emiten son quienes menos tienen o quienes menos daño hacen. Esto habla de todo lo que genera: el efecto invernadero, más malnutrición, más pobreza, más migraciones y desplazamientos forzados, genera que nuestros alimentos tengan menos nutrientes, genera inseguridad alimentaria en todos sus ejes.
A mí me interesa esta discusión porque me hace daño, yo no comería animales, no como, y no voy a comer porque puedo, porque quiero y porque me es un imperativo moral no hacerlo, conecte con esa posibilidad y no ocurre, no puedo ver de otra manera a la realidad. Entiendo que las personas se alimentan de la manera en la cual su entorno más cercano así lo hacen. De haber nacido en otro lugar del mundo la gente consideraría a las larvas o cucarachas como fuente proteica, acá en Argentina no hacemos eso, es muy identitario.
Tal es así que es parte de nuestro sistema de creencias, como dice Melanie Joy, donde consideramos que comer carne es natural, normal y necesario. Alexandra Navarro le agrega el “nacional” que es como identitario, una presentación social, es todo un ritual alrededor de ese cuerpo asado. Y también pareciera que es neutral, es como que el vegano es el que está posicionado y el resto no, porque es “el normal” que no tiene que dar explicaciones. Comer carne también es un posicionamiento, más aún si sabes todo lo otro -y si los privilegios te permiten tomar una postura más sólida-. La neutralidad no existe.
¿Cuáles son las políticas públicas que se podrían hacer desde el Estado para que la población consuma más plantas y más sano? Está la Ley del Etiquetado pero todavía no se aplica en su totalidad. No he visto tanto los octógonos en las etiquetas.
De a poco van apareciendo. La Ley de Etiquetado tiene un cierto lapso de implementación, hay industrias que argumentan que están sacando el stock que ya tenían. También asumo que pronto ocurrirán otras cuestiones que tienen que ver con la promoción de una alimentación saludable y con la educación que son parte de esta Ley, y no solamente con lo del etiquetado frontal que es lo que más conocemos. Podemos imitar lo que ocurre en otros lugares, por ejemplo las guías alimentarias para la población que son una herramienta para la salud pública destinada a las personas y a lxs profesionales de la salud. Conjuga también la macro y la micro economía del lugar donde estamos. Probablemente se coma mucho de algo y se lo recomiende, pero acá no podríamos recomendar cosas porque no las tenemos y eso sería un problema. Pero sí se podría, con la dificultad que entiendo muy bien que esto representa, considerar en nuestras guías alimentarias (GAPAS) posibilitar un mayor consumo de legumbres, que es un alimento que lo estamos infravalorando.
Hay un gran temor con las niñeces y el veganismo ¿Cuál es tu análisis sobre esto?
El veganismo es una decisión, para que alguien sea vegano debe poder decidir. Lxs bebés pueden tener una alimentación más o menos basada en plantas, recordemos que el veganismo es otra cosa. Pero sin duda necesitamos profesionales más formadxs que acompañen la decisión familiar desde un lugar amoroso o al menos respetuoso, no punitivo. Porque hay mucha violencia institucional y abuso de poder. También necesitamos una familia presente, atenta y responsable. Algo que te diría que debe estar siempre, independientemente del posicionamiento alimentario. Desde una perspectiva sociocultural nos enseñaron a que nos dé seguridad que en la infancia se tome la leche con galletitas, pero no a pensar qué nutrientes estás sacando de ahí realmente. Por alguna otra razón nos da seguridad comer una milanesa con puré porque nos enseñaron eso y nos da inseguridad, miedo, muerte y fatal destino comer un plato de legumbres, como que eso “está incompleto”. Sugiero revisar todos estos patrones de creencias muy instalados, y acompañarse con profesionales idóneos en el tema.
Se que diste un curso sobre perspectiva de género en la nutrición ¿Cuáles son los ejes importantes para construir esa mirada siendo profesional o para estar atentxs cuando vamos al nutricionista?
Un nutri con otras perspectivas, en este caso la de género, posibilita otras miradas para poder entender mejor otras realidades y de esta manera generar recomendaciones y acompañar procesos desde otro lugar. Parece difícil, pero con práctica se puede y es re linda.
Muchas veces, desde nuestro inconsciente colectivo y principalmente si nos dedicamos al área nutrición, cuando pensamos en que quienes producen los alimentos se nos aparece la imagen de un par de varones cis de saco y corbata dentro de un lugar que definen la alimentación del mundo y no es así, quienes alimentan al mundo son fundamentalmente las mujeres, principalmente en las regiones mas empobrecidas e inclusive son las que mas sufren los daños de la crisis climática. Pero este es otro tema, aunque dentro del mismo porque todo tiene que ver con todo.
Por otro lado, en lo que tiene que ver con la construcción de ciencia, por ejemplo, podemos encontrar ciertos sesgos, porque las mujeres cis y la comunidad LGTBIQ+ se encuentra subrepresentados o estudiados por personas cis, siendo siempre sujetxs de estudio, no sujetos que estudian. Otro ejemplo, que nos permite entender lo macro desde una perspectiva de género, es ver que quienes acceden a la carrera de nutrición son principalmente mujeres y muchas veces quienes terminan siendo referentes de nutrición son varones. ¿Es porque no somos lo suficientemente buenas para ello? ¿o pasa otra cosa? A la hora de ejercer termina siendo el varón el referente, docente o el que emite más contenido, el más escuchado y eso es imposible no verlo desde una perspectiva de género.
También en el abordaje en el consultorio, quienes van al nutricionista principalmente son mujeres y esto en parte tiene que ver con que aún “ir a la nutricionista” está relacionado con el imperativo de bajar de peso de la cultura de la dieta. Este concepto por suerte se está llevando a debate y cada vez lo cuestionamos más. Cualquier practica que atente contra nuestra autonomía adoctrinando a nuestro cuerpo en nombre de la salud, o de lo que sea, merece ser cuestionada. Creo que como profesionales de la salud y principalmente de la nutrición tenemos que estar atentxs, y ver cómo define esta cultura a los cuerpos que importan porque puede que nos llevemos una sorpresa siendo, sin quererlo, parte del problema y no de la solución. Salud en todos los cuerpos.