La belleza es una construcción social y a las mujeres se les ha impuesto como un requisito para demostrar su feminidad, pero también como un medio para ganar aceptación, éxito, afecto y reconocimiento. Si bien desde la antigüedad han existido cánones de belleza, es durante los siglos XX y XXI que se han difundido masivamente a través los medios de comunicación.
Por Esther Pineda G.
A partir de la década de los 60 se introducen dos cánones de belleza que coexisten y se mantienen hasta hoy, uno caracterizado por la voluptuosidad y la hipersexualización (curvas, gran busto, cintura pequeña, caderas anchas, grandes nalgas y piel bronceada) y otro construido sobre la idea de la delgadez extrema (figura plana, senos pequeños, piernas largas y apariencia adolescente); estereotipos que le han hecho creer a las mujeres que tienen opciones para elegir y que en los años 60 fueron representados por personajes como Marilyn Monroe y Twiggy, en los 90 por Pamela Anderson y Kate Moss, y en la actualidad por Kim Kardashian y Kendall Jenner.
Imágenes irreales e inalcanzables de actrices, modelos, cantantes, reinas de belleza y ahora también de influencers, que le dicen constantemente a las mujeres que son demasiado gordas, feas, negras o viejas; pero sobre todo, le dicen que deben cambiar para acercarse al ideal de belleza.
Estos mensajes son violencia estética y en muchos casos son reproducidos en la vida cotidiana por la familia, amistades, compañeros de trabajo y la pareja; quienes someten a las mujeres a críticas, cuestionamientos por su apariencia, burlas y rechazo.
Pero esto no es casual, los estereotipos de belleza son sexistas, racistas, gerontofóbicos y gordofóbicos porque el sufrimiento de muchas sostiene un lucrativo negocio; las mujeres insatisfechas con su cuerpo son las consumidoras perfectas de los productos y servicios ofrecidos por la industria cosmética, farmacológica y quirúrgica que promete juventud, blanquitud, delgadez y belleza.