Por Editorial Sudestada
Ayer la cancha de Independiente fue el escenario televisado que mostró, una vez más, el lamentable papel de la Conmebol. Fue una triste película de terror en vez de un evento deportivo. Violencia, inacción policial, una organización absurda, “que se juegue como sea”, Néstor Grindetti que “desliga” responsabilidades, las barras, la policía “bien, gracias” o solo para reprimir a los hinchas del rojo o a los de la U de Chile, pero lejos de los barras y de cuidar a los socios. Un partido cancelado que, a esta altura, ya no interesa su final burocrático a nadie. Salvo a dirigentes mercenarios como el presidente de Independiente que, en vez de cuestionar el INoperativo policial avalado por Conmebol, solo eligió lavarse las manos.
Para armar una cronología, los barras de la U de Chile vienen generando violencia en todos los estadios que pisan, y con ese precedente peligroso la Conmebol y la dirigencia del rojo no tuvieron mejor idea que poner a los hinchas chilenos en un sector arriba de los de Independiente, sin ningún alambrado de contención ni cordón policial, con “butacas regaladas”, botellas y facas. Lo cierto es que los de la U desde antes que ruede la pelota empezaron a tirar de todo hacia abajo, butacas, inodoros, mierda en bolsa, palos, y lo que se imaginen. Nadie hizo nada. La seguridad… nadie sabe dónde estaba. El partido siguió, con la violencia sin que se note, y una vez parado el partido al minuto del segundo tiempo, gracias a los propios hinchas del rojo que exponían lo que pasaba, trepándose al alambrado, cubriéndose de los proyectiles, la Conmebol no tuvo mejor idea que dejar a los jugadores media hora en la cancha, esperar a que se “calmen las aguas”, que todo siga como si nada, y por “altoparlante” decirles a los violentos que por favor se vayan. Se fueron los hinchas, y quedó la barra de la U, y ahí sucedió el desmadre. Parte de la barra de Independiente rompió un acceso a la tribuna visitante, y ahí las tristes imágenes hablan por sí mismas.
Recién ahí, la Conmebol anunció que el partido estaba cancelado, y la policía que sí reprime a los jubilados todos los miércoles, ahora estaba escondida afuera, con heridos por todos lados, apuñalados, arrojados al vacío, ensangrentados, y desnudos. Un combo que expuso la miseria del fútbol y la zona liberada más grande de los últimos tiempos.
