Volvió la banda de Palomar, y también la vieja guardia piojosa, ya sin muchos flequillos, sin pañuelitos, chalinas y topper blancas, pero sí con el Ritual bien adentro. Y sobre todo, con la nostalgia, la gran compañera de este inicio de los show en el Estadio de La Plata. Porque todo comenzó el sábado, pero con Sudestada estuvimos el domingo.
Llegamos temprano a los alrededores del Estadio. Y el clima comenzó a remitirnos casi dos décadas atrás. Porque los “piojitos” en remeras, en la piel, en banderas, iban llegando. Y los temas de fondo también, junto al canto, a la ansiedad, y a una espera de 15 años. Pero también sucedió algo, que si bien era previsto, marcó a fuego a estos encuentros de la familia piojosa: el primer Ritual.
15 años pasaron de aquel River de abrazos y lágrimas. Y lo que se genera volver a verlos, y encontrarnos -sin reconocernos las caras- otra vez, es bastante complejo de describir. Los ojos vidriosos, quizás, nos den una respuesta. Porque cuando cerramos los ojos este fin de semana, estuvimos ahí -como una vuelta al pasado- aquellos pibes de 14 años, de 17, de 20, girando de Estadio en Estadio, con el barro en los pibes, con la lluvia, las banderas, y las rondas únicas e inolvidables. Y también estuvieron ellos.
Las niñas y niños. Las nuevas generaciones. Como las infancias que miraban al escenario, que sabían que lo que se venía iba a ser enorme, y que su primer Ritual estaba a punto de comenzar. Porque sus padres y madres, sus tíos, y hasta sus abuelos, les habrán contado que eso que llamaban una banda de rock, era mucho más. Que Los Piojos, en aquellos años, era una identidad, era una manera de responderle a la vida, era el lugar de pertenencia de los pibes del barrio, de las esquinas, de la amistad, y de todo lo que la familia piojosa fue construyendo. Y como el domingo quedó a la vista, nada de eso se evaporó. Porque volvimos a estar. Y estas infancias pudieron disfrutar de toda esa mística que escuchaban. De todos esos mitos de Andrés Ciro, de los tambores, de las manitos al aire, de las luces y el canto unido, de la armónica, y de un Ritual que mantiene esa esencia. Como la de 15 años para atrás.
Porque sonaron temas como himnos, desde Los Mocosos, Genius, Luz de marfil, Canción de cuna, El Balneario, Bicho de ciudad, el Farolito, Cancheros, Ay Ay Ay, una Sudestada con el abrazo a Tavo y la emoción a flor de piel, y un cierre único. La despedida de Finale, las banderas, las luces que se apagaron, y el Himno Nacional en armónica para que los desprevenidos que salieron vuelvan a las corridas. Y las rondas se preparen, porque cuando todo parecía que terminaba, comenzó el “Dicen que escapó de un sueño”. Y el Ritual se despidió a lo grande.
Muchas emociones despertó este regreso de una banda que marcó un quiebre en nuestras adolescencias e infancias, pero también en la adultez que regresa con una sonrisa. Pero la imagen de las pibas y los pibes, y ese “primer Ritual”, puede ser capaz de simplificar la atmósfera y el clima, entre nostalgias y nuevos amores. Porque el primer Ritual es único, y ver a estos pibxs en hombros, o en el pogo, o cantando con los ojos abiertos y la piel erizada, es lo mismo que nos sucedía a nosotros. Como a quien escribe estas líneas -con lágrimas en los ojos- en aquel Atlanta del año 2000.
Porque Los Piojos es mucho más que música. Es mucho más que rock. Los Piojos es este pibe esperando que la magia suceda. Y es el abrazo, que nadie olvida.
Gracias a Manuel y a la producción de 300 por permitirnos ser parte de esta fiesta. Por la generosidad, y por lo que ustedes saben.
Imágenes: Nahuel Di Cosmo