Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota no fue una banda más. En los comienzos –mediados de los 70– no fueron un simple conjunto de música. Por supuesto que no. En aquellas instancias la troupe que se escudó bajo este nombre salió en busca del arte como arma letal para infectar una cultura que venía en manos del régimen sangriento dictatorial comandado por Jorge Rafael Videla. En medio de ese contexto, plantó bandera el alma pagana de Patricio Rey y se asentó en La Plata para luego tomar por asalto otras ciudades. Buñuelos de ricota en una canasta, mujeres desnudas en épocas de prohibición, monólogos hasta la médula de ácido, escenarios repletos de gente, presos políticos, espíritus encarcelados.
Por Gustavo Grazioli
Fernando “Pelado” Casas, periodista histórico de Diario registrado, rescató toda esa esencia. Una tarde en su casa, pandemia y confinamiento de por medio, mientras la vida le hacía matar el tiempo a lo bobo, se le ocurrió que había que contar todo esto, pero no en forma de libro –de eso ya hay mucho– sino desde un lugar más teatralizado y le dio vida a la idea de “Una obra redonda. Un homenaje a ese Patricio Rey”, pero con el acento puesto en una cronología que pueda mostrar los diferentes momentos más importantes: desde su nacimiento hasta su último show en 2001. Algo ambicioso, sí, pero diferente a todos los que andan por ahí tocando una y otra vez las canciones de Los Redondos.
“Empecé a manotear textos radiales que le gustaban al maestro Tom Lupo sobre Oktubre, una catarsis sobre Walter (Bulacio) y se fue armando. Lo que sí tenía claro, es que quería que ni bien se abra el telón haya veinte personas arriba del escenario. Como sucedía en aquella etapa fiestera de Los Redondos, antes de convertirse en una banda de rock. Y otra cosa que sabía era que tenía que ser cronológico”, cuenta Casas, encargado de la producción artística y el guion de “Una obra redonda”.
Los momentos que sembraron el territorio creativo de esta obra, están atravesados por varias etapas: presentación de Gulp!, el contexto en el que ve la luz Oktubre, la muerte de Walter Bulacio, la suspensión del show de Olavarría, los incidentes en River –gente sin entradas, enfrentamientos con la policía y una persona, entre el público, que apuñaló a varios de los presentes– y el posterior enojo del Indio Solari. “Han pasado cosas muy serias acá esta noche, escúchenme carajo. Han pasado cosas muy serias esta noche acá. Han entrado un par de hijos de puta, han lastimado gente. No sabemos si enviados por alguien, no sabemos por qué motivo. Se han cagado en el esfuerzo que ha hecho la banda. Se han cagado en 70, 80 mil personas que hay esta noche acá”.
“Una obra redonda” se estrenó en septiembre de 2021 en La Trastienda y la repercusión que tuvo entusiasmó a propios y ajenos. De nutrida investigación, el corpus que ensanchó el guion fue elegido quirúrgicamente. “Llamamos a Katja Alemann, Ricardo Ragendorfer, también dimos con algunos lugares donde habían tocado Los Redondos. Hablé con Claudio Kleiman, y hago un paréntesis: uno de los mejores piropos a la obra fue el suyo. “Muy buena, buena leche, entretenida y la gente la pasa muy bien”. Ahí se empezó a maridar una escena con otra”, dice Casas.
El espectáculo cuenta con la dirección de Verónica Fucci –ex Stravaganza y Lapsus, entre muchas más– la producción de Leo Mellis –un reconocido productor de espectáculos y bandas de rock de zona oeste– y Gerardo Anchava. Después de aquel estreno, siguieron con la caravana itinerante y realizaron varias funciones más. También hicieron una versión reducida de la obra en el escenario de Tecnópolis, en el marco del festival “Cromañón nos pasó a todxs” que organizó la Coordinadora Cromañón. El año lo cerraron el martes pasado en La Trastienda y se espera un 2022 de full agenda. “Esta obra me salvó la pandemia”, confiesa Casas y esboza su radiografía de Los Redondos. “Es la banda más politizada de todas. Es música popular que llega a los barrios, a los pibes subestimados. Esos que dicen ‘los ricoteros no entienden lo que dice el Indio’ es mentira. A cada uno le late donde le late. Obviamente a mí, sentado en San Martín y General Paz, abajo de un ventilador en un PH, no me late igual que como le latió a Camilo Blajaquis (César González)”.
La fila de nuevas generaciones que no vieron nacer a Patricio Rey, van a encontrar acá un fiel retrato de época. Con recursos variados, desde el documental, el cine y el teatro, hasta la iconografía redonda que cedió Rocambole, se vive como un viaje al pasado con un pie en el presente, otra conciencia política y otras conquistas. “Quería que se contextualice el marco en el que nacen Los Redondos. De hecho en el stand up lo cuento. Decimos que no venimos a desterrar el mito de Patricio Rey, sino a ratificar que Los Redondos sabían lo que estaban haciendo, incluso hasta la fiesta que estaban haciendo en época de dictadura. Cuando se convierten en banda también lo sabían y se ve en las letras: nuestro amo juega el esclavo, violencia es mentir, todo preso es político, vencedores vencidos. Eso quería graficar”, dice su guionista y productor.
–¿Cómo elegiste los momentos para retratar ese camino? La salida de Gulp!, la suspensión del show de Olavarría o el ambiente de aquellos primeros “lozanazos”
–Traté de hacer una línea de tiempo con los hechos más notables, pero algunos me quedaron afuera. La pelea con Symns, por ejemplo. Las cosas que le pasaron a Los Redondos, le pasaron al país. La muerte de Walter, un crimen todavía impune, da por terminada las razzias. La suspensión del recital de Olavarría es un hecho notable en democracia, que termina así por una interna, por una carpeta de seguridad. “Un dossier”, dice el Indio. Y nosotros la tenemos porque la comisión provincial de la memoria me la dio. Así que la usé en el guion, puse el legajo 37758 en las pantallas.
–¿Recibieron críticas del Indio o de parte del resto de los integrantes de Patricio Rey?
–Cuando empezó a tener notabilidad el Instagram de la obra, hicimos una escultura del Indio en una plaza recuperada de Ramos Mejía y generamos un espacio ricotero. Ahí le avisé a Sergio (Dawi) y a Semilla (Bucciarelli) que andaba detrás de esto, después el Indio tiró un buen auguri en sus redes, y con Skay y Poli pasó algo muy simpático. Estaba obsesionado por saber cómo puteaba Poli en el ’85, cuando se les cayó el teatro Astros y tuvieron que salir de raje a buscar Cemento para presentar Gulp!, así que el productor se fue hasta la casa, tocó la puerta y les contó todo sobre la obra. Se rieron y dijeron: hagan, hagan.
“Este asunto está ahora y para siempre en tus manos”, canta Solari en Juguetes Perdidos. Y ese pedazo de canción, sin dudas, fue lo que motivó a este grupo de alrededor de 20 personas a mantener la llama encendida, siempre con la estampita ricotera detrás, preservar el estado de ánimo y el legado de una banda que supo iluminar en la desesperanza y la alegría.
Bienvenidos al viaje. A liberarse del pasamanos de la mente y las escaleras mecánicas de la memoria.