Transformando el cuidado: el aporte de las trabajadoras travestis y trans

En el año 2011, se implementó la capacitación de cuidadores domiciliarios destinada al colectivo trans. De esta política social de inclusión se egresaron, entre otras personas, Abigail y Jennifer. 12 años después nos cuentan su experiencia.

Por Gabriela Herrera

Jennifer nació en Salta, y a los 20 años se mudó a la casa de su hermana, en la provincia de Buenos Aires. Trabajó de niñera, empleada doméstica y cuidando adultxs mayores. En algunos de los trabajos sufrió acoso y maltrato. La manoseó un empleador y le dijo: “Tenés que agradecer que te estamos dando trabajo por tu condición”. Cansada de tanto maltrato decidió irse de ese lugar, pero no conseguía empleo. Fue así que, sin estabilidad económica, con un alquiler que pagar y una heladera que llenar, no tuvo más alternativas que la prostitución. “Siempre dije que sería la última opción, cuando ya no tenga más donde recurrir. Había estudiado, hecho cursos de manicura, de todo un poco, hasta que, a lo último, me puse a hacer la calle. Fue difícil. Si había oportunidad de trabajar en limpieza o lo que sea, yo iba. Trabajar en la calle fue una decisión muy difícil de tomar”, expresó Jennifer. Por otro lado, Abigail, nacida en Perú y residente en Argentina desde hace unos 30 años, manifestó que “Tarde o temprano para sobrevivir no quedaba otra que trabajar con el cuerpo. Están las chicas que les gusta ejercer esa profesión, está bien y es respetable, pero a mí no me gustaba”. 
La SENAF (Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia)  y DINAPAM (Dirección Nacional de Políticas para Adultos Mayores) llevaron a cabo una medida de acción para establecer la igualdad de oportunidades en educación y empleo, concientizar sobre la diversidad de género, y garantizar los derechos de las personas trans. En 2011, en la Facultad de Psicología, se desarrolló un nuevo “Curso de Formación de Cuidadores Domiciliarios”, dando prioridad a la comunidad travesti y trans en la inscripción. Esto se llevó a cabo mediante un convenio entre la Secretaría Nacional, la Facultad de Psicología de la UBA y ATTTA (Asociación de travestis, transexuales y transgénero de Argentina), considerando de manera integral la inclusión y el respeto a la diversidad.
En una organización social, a la que asistían para retirar preservativos, les informaron que se abriría la inscripción para cuidadoras trans. “Las chicas me dijeron que iban a dictar un curso de cuidadoras, que si estábamos interesadas; ¡Sí! yo no lo dudé”, expresó Jennifer, que había intentado estudiar Biología y Ciencias Naturales en Salta, pero por cuestiones de discriminación, agresión y acoso desistió. Sostuvo, además, que vio el curso como una gran oportunidad. Sobre todo como una salida de la calle y añadió que “en las noches iba a trabajar y por la mañana iba a estudiar. Con cansancio, pero iba a estudiar”. 
“Las chicas iban a estudiar con sus problemas. Hay chicas con adicciones, que vivieron abusos, que vinieron de sus provincias y toda una historia detrás. El equipo docente se emocionaba, porque conocieron un lado que desconocían, algunos piensan que porque estás paradita en la esquina se vive bien y no es así, detrás de eso hay un contexto triste”, afirmó Jennifer. Impulsando la creación de espacios de participación a través de nuevos roles sociales y promoviendo la inclusión plena de la población trans, los cursos posteriores que se ofrecieron en el conurbano bonaerense no dejaron de incluir a la convocatoria estudiantes conectados a través de ATTTA. 
A menudo, los prejuicios implican una valoración injustificada y estigmatizada. La capacitación y el trabajo como cuidadoras les permitió a las chicas crear una nueva imagen de sí mismas, generando una reconfiguración a nivel personal, social y laboral, recibiendo un trato digno y valoración. Abigail mencionó que, una vez egresada del curso, empezó a cuidar a una pareja de personas adultas mayores, a quienes añora y recordó que “No me han hecho faltar nada, me han permitido que siga estudiando, me han puesto todas las comodidades, computadora en la habitación, una cama, pude comer lo que quería. Nunca me han molestado, nunca me han dicho nada, no tengo nada malo que decir”. 

La capacidad, habilidad, conocimiento y compromiso son los principales factores que influyen en las funciones de las personas cuidadoras, y que pueden marcar la diferencia en su desempeño. Desde su experiencia, Jennifer relató que “Previamente la directora me preguntó si quería que les viejes supieran de mi identidad de género sexual, y yo le dije que no, que preferiría primero ‘ganármelos’ con mi trabajo, con mi dedicación y todo. Y bueno la primera semana ya los tenía a todos comiendo de mi mano”, dijo entre risas, “les agradé a todos, desde las viejitas hasta los viejitos y a mis colegas también, no hubo problema en ese sentido. No hizo falta que les dijera, si bien después se terminaron enterando”.
La formación y la inclusión laboral se convirtieron en aspectos claves para el empoderamiento personal y social de las cuidadoras. Les permitió expandir sus horizontes laborales y les brindó la oportunidad de superar ideas preconcebidas. Sobre esta situación, Abigail comentó: “Trabajé con una señora, una italiana de 97 años, en su domicilio. Me conocieron los vecinos y después me ofrecieron para higienizar y cuidar por un par de horitas al padre de uno de ellos, que era una persona obesa que no se podía levantar de la cama, y necesitaba ayuda, así que también lo atendía. Toda la gente con la que yo estuve trabajando, a la que fui a asistir, todo el mundo está muy agradecido conmigo, siempre expresaron su agradecimiento por el buen trato que les brindé a sus seres queridos”. 
La labor de Jennifer y Abigail generó un impacto positivo en quienes trabajan con ellas o las convocan, impulsando el proceso de cambio y de apertura. “Juro que con los viejes me divierto, y el que piensa que el viejo es anticuado o chapado a la antigua es mentira porque los viejes entienden más que cualquiera, hablamos de todo un poco y nos reímos siempre, no tienen filtro ellos. Me pasó con una de las señoras del hogar que me dijo ‘Estoy enojada con vos, ¿Por qué no me dijiste que sos como Florencia De La V?’, ¡Qué situación! yo transpiraba como loca. Los que se enteraron me lo plantearon como un reclamo, de porque no lo había dicho, que lo querían saber para apoyarme, y yo les digo que creo que no hacía falta, les expliqué, que elegí no decirlo porque yo quería que me conocieran como persona, como soy yo, ellos me dan las gracias, me dicen que me quieren mucho y me valoran”, relató Jennifer. 
La comunidad Travesti-Trans ha sido históricamente marginada, sufrió la patologización y estigmatización sistemáticas por gran parte de la sociedad y las instituciones. Para transformar la desigualdad, es crucial cambiar imaginarios y significados, ya que la exclusión persiste mientras se mantengan las mismas estructuras y prácticas sociales que impiden la participación plena de ciertos grupos en la comunidad. Romper con esta dinámica requiere cambios significativos que promuevan la igualdad de oportunidades y el acceso a recursos para toda la sociedad, independientemente de su origen, género, etnia, orientación sexual, capacidad y otros factores. La diversidad no debería implicar ninguna dificultad en la inserción laboral, prevaleciendo la idoneidad en el ejercicio del rol de cuidadores por sobre el género. 
“Me levanto 5:30, para llegar a mi trabajo a las 7, cierro mi casa, la garrafa, pongo el candado en la reja y después me voy tranquila en bicicleta. Llegó temprano, saludo, respeto ante todo, agarro mis guantes y me voy a hacer mi trabajo; hacer la cama, tirar la chata, bañarlos, etc. Cuando me doy cuenta ya es la hora de salida, se pasa rápido porque siempre tengo algo para hacer, trabajo tranquila, no me meto con nadie, y nunca faltó”, describió Abigail. 

El oficio de cuidar 

“Hace mucho, como seis años atrás, hubo un incendio en el hogar, tuvimos que correr y socorrer rápidamente. Fue horrible, al segundo día tosía y me salía el hollín del humo negro que habia respirado, pero en ese momento sacás fuerza de donde no las tenés para sacar a los viejes, porque lo importante es que en 10 minutos tienen que salir todos. Yo me acuerdo y no sé cómo hice, había uno grandote, no sé cómo lo levantamos con un compañero y lo sacamos afuera.
Recibimos un reconocimiento, un certificado, en honor por salvar la vida de los viejes, no lo esperaba, porque en realidad uno lo hace de corazón”, indica Jennifer. 

Solidaridad: Adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles. 

Abigail recordó: “Había ido a ver a mi padre a Perú cuando empezó la pandemia. Los militares no dejaban pasar de un lugar a otro y yo vivía cerca del aeropuerto. Me quedé tres meses porque no podía volver, pero tenía para mis gastos, así fue que salí a la Embajada de Argentina para buscar a todos los extranjeros que estaban sin techo, para ayudarlos. Había uno que es el sobrino de un conocido cantante, estuvo una semana en mi casa. Un día llamó por teléfono a su padre para que le mandara dinero y cuando él cobró lo primero que hizo fue comprar más alimentos y aparte cocinar porque estaba agradecido por el lugar, el techo, el abrigo y la comida, el chico se portó bien e hizo un guiso para todos”. 
La mayoría de las personas en algún momento nos vimos atravesadas por la asignación de roles. Abigail contó su experiencia en la colimba: “Estuvo bien, cuando fui, me tenía que presentar para hacerme el estudio, me dijeron usted está bien se queda, ya no volví a mi casa, ¡Me tuve que quedar! Lo tomaba como un juego, no tenía problemas, porque no era que estaba por ir a la cárcel, sino que tenía que cumplir el servicio por el hecho que me consideraban varón. Fue una experiencia más en mi vida, son las experiencias que una va adquiriendo y quizás eso también te fortalece y te enseña a ser más fuerte, a saber luchar”. 
El acceso a la educación y la oportunidad de empleo formal pueden tener un impacto significativo en la autoestima, la calidad de vida y la estructura diaria de una persona. Estos factores pueden ayudar a generar una sensación de perspectiva a largo plazo y abrir nuevas posibilidades para el futuro. “Lo que sí me gustaría, las carreras que tengo en mente son gerontología o asistente social, cualquiera de esas carreras me gustaría estudiar, para después poder coordinar, me gustaría ser coordinadora de cuidadoras”, confirmó Jennifer. Abigail, por su parte, manifestó: “Estoy bien con todo lo que estoy logrando, como está quedando mi casa, arreglarla y ponerle el techo, me pone feliz y no necesito de nadie más que de mí misma, vivo muy tranquila desde que tengo mi trabajo y saber que el día de mañana también voy a tener una jubilación. Estoy muy contenta de todas mis cosas”.
Por último, Jennifer concluyó: “Desde mi experiencia diría que no es fácil, cuesta, pero que sí, que se puede salir adelante, con sacrificio, con paciencia, se puede, les diría a las chicas que no es fácil el camino, pero tampoco es tan difícil, que después cuando una termina de estudiar y empieza a trabajar, la satisfacción es única, es poder vivir más tranquila, les dirías, que se puede”.