Por Marcelo Valko
I Hace pocos días se conoció una noticia que es un indicador nítido de que están soplando nuevos vientos y los vemos emerger de lo profundo de América. Hace un año la estatua de Cristóbal Colón, ubicada en el céntrico Paseo de la Reforma en ciudad de México, fue retirada por la municipalidad con el pretexto de restaurarla. En repetidas ocasiones, había sido atacada con pintura y su pedestal grafiteado haciendo alusión al genocidio perpetrado en la Conquista. Incluso se había salvado por muy poco de ser derribada por manifestantes que repudiaban semejante homenaje. La estatua había sido elaborada por el escultor francés Charles Cordier e inaugurada el 12 de octubre de 1892 para el cuarto centenario del Descubri-MIENTO que dejó más MIENTOS que Descubris. Vale consignar que el bronce de Colón no estaba solo, sino que al pie del pedestal lo acompañaban cuatro frailes entre ellos Bartolomé de las Casas haciendo hincapié en la evangelización. Recordemos que Las Casas fue el que sugirió la importación de africanos para aliviar el trabajo de los indígenas. Durante un año, el pedestal se mantuvo vacío. Esta semana nos enteramos que la intendencia del DF no volverá a colocar allí a Colón, sino una estatua de la Mujer Originaria tallada en piedra que tendrá casi siete metros de altura creada por el artista mexicano Pedro Reyes. Esta obra llamada “Tlali”, que significa Tierra en náhuatl, representa un giro ideológico de primer orden.
II Aun hay otros datos igualmente significativos. Recordemos que los libros nos enseñan que en un momento dado los aztecas lograron expulsar a las huestes de Cortés de Tenochtitlan (hoy México DF). La historia oficial denomina aquel 30 de junio de 1520 como “La noche triste”. Los estudiantes asimilan con el título un posicionamiento desde un “nosotros” inclusivo frente a los “ellos” que en realidad son los otros, y de ese modo nos instalan una angustia ajena, la angustia que aquella noche padecieron los genocidas. Ese episodio narra las penalidades de las tropas españolas que huyeron de la ciudad tras haber matado a mansalva, violado, destruido y robado todo lo que estuvo a la mano. Perder parte del botín en la huida “fue triste” y esta amargura la trasladaron durante quinientos años. Recordemos que en la visión de la historia oficial, todas las riquezas de los pueblos originarios se transformaban automáticamente en tesoros o botines que los europeos encontraban y se apoderaban naturalmente. Ahora bien, aquella noche de la huida española, Cortés se apoyó en un árbol que aún existe y pasó a ser conocido como el “árbol de la tristeza”. Sabemos que alguna especie de conífera vive quinientos años o más y quizás sea, aquel árbol u otro, inventado por los escribas de la historia. La cuestión es que ese árbol conocido en México como “el árbol de la tristeza” a partir de ahora fue renombrado como “el árbol de la noche victoriosa”. No se trata de mera semántica, por el contrario.
III Otro dato. El pasado miércoles 8 de septiembre fue retirada la estatua ecuestre del general Robert Lee en Richmond. El monumento de bronce realizado por el artista francés Antonin Mercié, que homenajeaba al líder de la Confederación, tenía la altura de un edifico de seis pisos y pesaba doce toneladas ubicado en lo alto de un pedestal donde estuvo por más de 120 años. El alcalde de la ciudad se hizo presente para supervisar el retiro y señaló que Richmond “ya no es la capital de la Confederación”. Recordemos que uno de los motivos de la Guerra de Secesión entre 1861/1865 fue la abolición de la esclavitud que los estados sureños deseaban mantener.
IV Retomemos para finalizar la estatua de la Mujer Originaria que será emplazada en México en lugar de Colón. Recordemos que en Argentina Osvaldo Bayer tuvo ese sueño, desmonumentar la estatua ecuestre del general Julio Roca, emplazada en la ciudad de Buenos Aires, para reemplazarla por un monumento a la Mujer Originaria, una hermosa lucha de la que hago un racconto en “Desmonumentar a Roca” (Ed. Sudestada) y en “Pedestales y Prontuarios” (Ed. Continente). El reemplazo de la señalética de calles con nombres de genocidas o monumento que los homenajean en altos pedestales, no es un tema menor, ni mucho menos banal. Nada es más peligroso que una estatua en su aparente inmovilidad ya que la estatuaria no cesa de decir, de significar, de acostumbrarnos al status quo. En síntesis, nos domestica con la dialéctica del amo y el esclavo. Siempre buscaron lavarnos la cabeza, de una u otra manera, comenzando por el colegio donde nos contaron muchas cuentos desde una posición antojadiza obligándonos a adoptarlos de modo subliminal.
Lo sucedido en México nos recuerda que tenemos tareas pendientes. Nos encontramos atravesando tiempos de cambios. La historia oficial, obra maestra de la oligarquía dominante y dominadora con sus engaños de negación, distorsión y sustitución, comienza a resquebrajarse. Un nuevo paradigma asoma en el horizonte. Las voces que pretendieron silenciar por siempre toman la palabra, se hacen acción y la verdad surge incontenible. Es lento, pero viene.
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