Sylvia Rivera: “¡No quiero perderme ni un instante! ¡Es la revolución!”

El mes de junio fue cooptado por el pinkwashing global como el mes del orgullo, mes en el cual las multinacionales, los partidos políticos y los gobiernos lo decoran todo con la bandera LGBT. Si bien la historia del activismo LGBT lleva muchas décadas, incluso en nuestro país antes de la famosa Revuelta de Stonewall, las personas travestis y trans seguimos condenadas a todas las formas de violencias sistémicas habidas.

Por Florencia Guimaraes

El 2 de julio, pero del año 1951, nacía Sylvia Rivera en New York. Ella, como muchas de las travestis que estuvieron la noche de la Revuelta, era de origen Latino, más precisamente de descendencia puertorriqueña y venezolana. Fue desde su niñez donde comenzó a atravesar lo que muchas travestis: primero el abandono de su padre, y a los tres años el suicidio de su madre. En ese entonces fue una de sus abuelxs quien se encargaría de su crianza, abuela con la cual tendría una relación conflictiva, por ser “afeminado”.
Cuenta su biografía que a los diez años y medio huyó de casa y empezó su vida en la prostitución. Una niña en una esquina. Una travita que, como la mayoría de nosotras, ya no estaba en el banco del colegio, sino siendo abusada por señores.
Ya de adulta, despreciada por gran parte de la sociedad y también por el movimiento gay lésbico, Sylvia, travesti y revolucionaria se organiza junto a otras compañeras, entre ellas Marsha P. Johson y crean STAR ,Street Transvestite Action Revolutionaries, en 1970.
La idea original se le ocurrió a Sylvia y era simple e inmensamente compleja de realizar: dar un refugio a aquellas personas travestis, trans y gays que  lo necesitaran y evitar así que tuvieran que pasar por lo mismo que ella.
Tanto Sylvia como Marshal siguieron ejerciendo la prostitución para intentar mantener a aquellas personas que ayudaban y daban lugar para que no siguiesen en situación de calle.
El sueño de estas travas callejeras duró poco. La casa STAR sólo duró un año. A ellas, como a casi todas aún hoy, se les hizo imposible sostener el pago del alquiler, y fueron desalojadas. Hoy como ayer, seguimos hablando de la precariedad de las vidas travestis y trans.

Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera

Cuando pienso en Sylvia, se me vienen a la mente Diana Sacayán, Lohana Berkins y Maite Amaya. Se me hace imposible dejar de pensar en cómo aún hoy parte del activismo gay lésbico no solo nos sigue acallando, sino cómo pretenden tutelarnos y hablar de y por nosotras.
“¡Todos ustedes deberían callarse, más bien!”, dijo Sylvia furiosa en una de las primeras marchas del orgullo gay lésbico en los EEUU, mientras era abucheada, despreciada y desvalorizada por el movimiento por el que tanto puso el cuerpo, en términos literales. El cuerpo ante las palizas policiales, ante la mafia prostituyente.
La historia de Sylvia, y de muchísimas travestis a lo largo de la historia, nos hace recordar la manera en que los privilegios y las formas de discriminación se cruzan entre sí.
Sylvia no solamente luchó contra la discriminación por ser trans, sino también por ser prostituta, empobrecida, y de orígenes latinos. En su momento fue discriminada, segregada, incluso por la comunidad gay lésbica, por la cual luchó incansablemente en pos de visibilizar las violencias cisheterosexuales.
Sylvia Rivera se vio atrapada en el abuso de consumo de sustancias, esa realidad que tenía que ver con el dolor profundo con el que vivía por los abandonos, traiciones y las condiciones de vida las que somos sometidas las travestis la llevaron a vivir en las calles, particularmente entre la comunidad gay indigente del muelle de Christopher Street.
La vida travesti de Sylvia culminó a temprana edad: el 19 de febrero del año 2002 a causa de un cáncer hepático.
Muchas de nosotras sobrevivimos al desarraigo familiar, a la vida en la calles siendo prostituidas por todos y todas, a la represión y abusos de la violencia policial, al hostigamiento social, a los travesticidios, al SIDA y a los intentos de suicidio. Resistimos aún hoy a la impune y legitimada hostilidad del feminismo burgués terf que nos estigmatiza, deshumaniza y lucha contra la fragilidad de nuestras vidas. Resistimos a la burguesía y la traición de buena parte del movimiento gay, que pretenden omitir nuestro rol político en la lucha, olvidándose que sin nuestra lucha, que sin la lucha de travestis como Sylvia Rivera aquella noche en la Revuelta de Stonewall, no hubiera existido ninguna liberación para nadie del colectivo LGBTI+
“¡No quiero perderme ni un instante de esto! ¡Es la revolución!”, expresó Sylvia.
Seguimos las travestis caminando hacia ese horizonte multicolor que tantas compañeras soñaron.
No olvidemos a quienes sembraron las semillas del movimiento político travesti trans.