Por Editorial Sudestada
En los primeros días el gobierno decidió no repartir un solo bolsón de comida a los barrios. Con un ajuste feroz, el reclamo de los alimentos se hizo sentir, y enseguida salieron a decir que había “comedores fantasmas”. “Vengan de a uno”, dijo Pettovello, y al otro día hubo más de 10 cuadras de cola, y desde el Ministerio de Capital InHumano cerraron las puertas y mandaron a las fuerzas de seguridad a reprimir. Le pegaron a la gente que pedía comida. Mientras la Ministra acusaba “ataques de pánico” y se fue de “retiro espiritual” a Punta del Este.
Luego dijeron que no había alimentos. Que no existían, y que “estaban investigando sobre los comedores fantasmas”. ¿Entregaron la comida a los comedores que estaban certificados y funcionando? No.
Y llegaron los galpones. 6 millones de kilos de alimentos. Y esta runfla de miserables negó su existencia, pero cuando todo fue demasiado evidente, incluso la Justicia ordenó que se entreguen los alimentos, el gobierno pegó otro giro. “Son para catástrofes y emergencias”, sostuvieron, cuando a Bahía Blanca y a Concordia, no enviaron ni un solo paquete de harina. Apelaron la orden judicial. Y llamaron a sus “medios” amigos y funcionales, para que -entre operaciones varias- lograran instalar la idea -en cuestión de horas- de que solo había yerba-mate. Pero como el gobierno ejecuta a través de la falsedad y las “informaciones” irreales, salieron a la luz los millones de litros de leche con vencimiento en el mes de julio.
Ahora, con la soga al cuello y sin ninguna excusa que pudiera ser considerada válida, echaron a Pablo De la Torre -mano derecha de Pettovello- encargado de la distribución de alimentos. Y de repente anuncian que ahora van a entregar los alimentos que están por vencerse, y que el reparto lo hará el ejército.
Nos detestan. Disfrutan del hambre, y por eso planifican la miseria, el aumento de la pobreza, y el odio hacia los sectores más vulnerables.
Este es el gobierno del hambre, con todas las letras.