Referenta ineludible de la pelea por los derechos humanos, abanderada de la resistencia de trabajadores, pueblos originarios y de los oprimidos en general, feminista de la primera línea y divulgadora de los beneficios del cannabis medicinal, Norita Cortiñas. Por eso, la convocamos en esta entrevista: para repasar parte de su historia, para analizar el presente político de nuestro continente, para seguir en la búsqueda de la memoria, verdad y justicia sin vueltas de páginas y, además, para aportar algunas pistas de cómo será su particular festejo. La Madre de todas las batallas no descansa y su lucha es bandera de cientos de militantes que se apoyan en su ejemplo para seguir adelante.
Por Ignacio Portela y Natalia Rodríguez
Esta nota fue publicada en el número 160 de Sudestada, en febrero de 2020, cuando Norita estaba cumpliendo los 90.
Es de mañana en Castelar, pleno feriado de carnaval, pero ella no descansa. En su living repleto de libros, regalos y pedidos Nora atiende llamados de periodistas y amigos militantes, contesta mensajes y repasa su agenda. Siempre con una mueca de humor para que la lucha se defienda con alegría. Todos los días del año, a la hora que sea necesario. Hace más de cuarenta años su vida cambió para siempre: la desaparición de Gustavo, uno de sus hijos, motivó una búsqueda desesperada por él y también por los 30 mil detenidos-desaparecidos. Ese andar pasó a ser el eje cotidiano que le dio otra pulsión a sus días. Integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, hoy Nora es un faro para muchos militantes que esperan y escuchan con atención cada una de sus opiniones. También los convoca a participar en la ronda de los jueves en Plaza de Mayo para exponer sus reclamos o contar los atropellos de las patronales. Donde hay una injusticia, ella dice presente.
Es una semana particular en la vida de Nora. La entrevista pactada días atrás a partir de su cumpleaños 90, tiene un nuevo eje, a raíz del debate que surgió por los dichos del presidente Alberto Fernández en Campo de Mayo al despedir a un contingente militar (ver recuadro). Como es habitual, Nora Cortiñas no negocia sus palabras: “El presidente Fernández dijo que cuando se equivocara, había que advertirle; yo hice eso. Lo hice desde las vísceras, como siempre, sin especular políticamente. Lo que dije no fue para agredir. Él pidió disculpas y yo las acepto”. Auténticas como siempre, sus palabras merecen ser leídas con detenimiento, sin caer en la crítica fácil ni apelar al absurdo de señalar que cualquier corrección o cuestionamiento representa “hacerle el juego a la derecha”.
Sus noventa años la encontrarán en la calle y en la calle estaremos junto a ella. El grabador está dispuesto, ella toma la posta y arranca: “Mis padres eran muy materos. Yo, si no me lo ceban no tomo, por pereza total”, se excusa para que nos hagamos cargo del mate. “Me gusta con hierbas, muy bien”, elogia mientras nos disponemos al diálogo.
–¿Cambió algo desde la salida de tu biografía Norita. La Madre de todas las batallas? ¿Sentís que muchas personas pudieron conocer tu historia y, con ella, la de Gustavo y los 30 mil?
–La semana pasada, en la plaza, vino un pibe de unos 20 años que se acercó a la ronda. De pronto se mete en una conversación que estábamos teniendo con un grupo de amigos y me dijo que había leído el libro y que lo había hecho llorar de punta a punta. Yo le dije que no era para tanto, pero él insistía. La semana siguiente, en la fiesta de cumpleaños de Pino Solanas, estaba un dirigente del Partido Socialista de Santa Fe y, cuando le estaba por regalar uno, me dice: “Ya lo tengo, está todo subrayado”. Cuando alguien lo tiene marcado así es porque lo leyó en serio, y es una alegría. Me gusta porque el libro dice la verdad, está muy bien escrito y, además, cuenta el contexto, la historia de nuestro país. Está hecho con mucho amor y dedicación. Las entrevistas fueron muy profundas y logramos un clima de confianza porque Gerardo (Szalkowicz) caminó muchos lugares militantes como yo. Eso hace que hable de temas con conocimiento. Muchas cosas se hilvanaron este tiempo. Fijate que León Gieco se entusiasmó tanto al saber de la noticia que salía el libro que escribió uno de los prólogos porque, al ser de la misma generación que Gustavo, sentía que era su historia, que tenía que dar su testimonio. Al principio no quería que se publicara porque yo sé que las madres somos muchas. Por eso quería y quiero que haya un libro con cada historia de mis queridas compañeras. Ojalá Mirta (Baravalle) hubiese aceptado contar su historia, pero ella es tan troska que desconfía de todo el mundo [risas]. Y, sin embargo, Mirta en el 75 y 76, cuando le llevaron a su hija, fue a las cárceles a visitar a los presos políticos cuando no iba nadie, solo un grupo de familiares. Tiene una búsqueda de su nieto o nieta que es tremenda, es inclaudicable. Es muy reservada pero su historia es muy grande. Hay otros libros de Madres, por suerte, tenemos historias como la de Vera Jarach, que su familia escapó del holocausto pensando que Argentina iba a ser un país de paz y le secuestraron a su hija. La condición para que saliera el libro que hablé con Gerardo de entrada era que tenía que contar la historia de Gustavo, principalmente, y luego mi historia. Con el paso de estos meses me di cuenta de que hay tantas cosas más para contar y que no entraron en el libro, cosas que quizá parecen secundarias y que hablan de nuestra lucha. Pero para eso hay que ir anotando todo y yo prefiero recorrer, ayudar, dar a conocer las injusticias. Hacer esas entrevistas fue un trabajo que disfruté. La cocina del libro fue muy especial porque no éramos conocidos y me daba curiosidad por qué habían elegido mi historia con la editorial. Me venían siguiendo de cerca pero, al hacer las entrevistas, entablamos una amistad muy linda. Yo no soy de esas madres que se preocuparon solo por su caso: mi caso son los 30 mil. Muchas hacían y tramitaban su caso, yo no: salí siempre a la calle para pelear por los demás también. Hice Habeas Corpus, claro. Ahora también. Ayer la llamé a Verónica Heredia (también abogada en el caso Maldonado) pidiéndole que vuelva a presentar otro Habeas Corpus de manera urgente para ver qué respuesta hay. Nada, seguramente, pero igual lo hago. Para que la búsqueda quede abierta.
–¿Cada vez que escuchás el odio de muchos que cuestionan a los 30 mil y hablan de cifras que no se pueden procesar por los militares que ocultan la información, ¿qué se te cruza por la cabeza?
–Me parecen imbéciles. Cuando son fachistas y reaccionarios, son gente que o no se interesó o lo hace para deformar y desinformar la historia. De los “nuestros”, algunos que van cambiando, pienso que la política partidista fue deformando la historia de acuerdo a quien estaba en el gobierno. Me acuerdo de la época de Duhalde, un tipo que fue un detractor de nuestra lucha y dijo cosas mucho peores que estas que dijo Alberto Fernández. Hubo muchas malas épocas. De la Rúa, que tenía cara de ángel y luego entregó al país, negó extradiciones. Cada presidente tuvo sus cosas. Alfonsín fue de lo mejorcito que tuvimos, pero también dijo que había que dar vuelta la bisagra de la historia y no lo pudo hacer, porque la presión internacional no lo dejó. Hubo épocas de deterioro de la historia y de minar la idea de seguir la lucha por la verdad y no lo lograron. Si ahora otras referentes aceptan dar vuelta la página me parece de una hipocresía total. Cuando yo declaro sobre algo que no me gusta y los dejo pensando y tienen que decir algo me resulta triste que después de tantos años tengamos que seguir reforzando la lucha. Hay madres que ya no vienen más porque están enfermas, como María del Rosario Cerruti, que escribía todo cuando era secretaria y las madres marchábamos juntas. Era revolucionaria, anarquista. A veces la quiero llamar para saber qué tiene de nuestra historia guardado, un archivo precioso y tuvo que dejar.
–¿Qué les aconsejás a los pibes que se acercan a la plaza y empiezan a dar sus primeros pasos en la militancia?
–A los jóvenes les recalcaría que hacer política es algo bueno, que es sano tener ideales y que deben tener la fuerza de voluntad de que cuando vean algo que no les guste o se sientan engañados en su ideario sepan que siempre hay tiempo de cambiar. Que se puede intentar cambiar, comenzar de nuevo, porque cuando pasa el tiempo hay un acostumbramiento que es más difícil y se vuelve verdad. Veo una juventud muy rica, muy solidaria. Creo que los más grandes tenemos que seguir lo que están haciendo, porque no sabemos muchas cosas de nuestros jóvenes, a qué comunidades van a trabajar o militar. Hay mucha juventud en las bibliotecas. Yo veo que está medio oculto pero que hacen muchas cosas además de divertirse, hay un seguimiento de la política actual, de querer cambiar. Les advierto que hay que estar siempre atentos al fanatismo. El fanatismo enceguece y hace que no veas lo que está pasando, que apoyes y aplaudas lo que está mal. Hay errores que no se pueden aplaudir.
–El pensamiento crítico en tu concepción de vida, ¿de dónde te llega?
–Los amigos que estuvieron detenidos-desaparecidos en los campos clandestinos, los que fueron perseguidos. En ellos vi la prudencia para acercarse a nosotras a contar las realidades que tuvieron que vivir. Una ética muy especial. Luego de salir de la cárcel o del infierno llegaron a nosotras para contarnos con delicadeza sus vivencias y no lastimarnos. Eso se los agradezco a todos, no era fácil. “Cachito” Fukman, Ana Careaga, el Negro Soares, y tantos otros; todos con un afecto de cuidado hermoso para que el choque de lo que ellos habían vivido no nos lastimara. Eso me generó cada vez más compromiso. Por eso siempre digo que nunca hice nada por obligación, siempre por pura convicción. Nunca me pude quedar en mi casa atendiendo mis necesidades y las de mi familia y faltar a una movilización por comodidad. No podía. Me decía que si yo me quedaba, cómo les pedía a los demás que siguieran luchando. Me costó mucho los primeros años, porque con mi marido nunca habíamos tenido ninguna separación y cuando empezaron los viajes en busca de la verdad no le gustaba que saliera, pero me apoyó a su manera. Era celoso, tuvimos una linda vida de pareja, era solidario. Marcelo, mi hijo, sufrió mucho, tenía terror cuando me llevaban presa. Él era adolescente y nunca me dijo “mamá, pará”. Mis hermanas lo mismo, tenían miedo pero siempre me apoyaron, tuve esa suerte. Todos mis parientes sabían del compromiso de Gustavo y de sus ideales. No sentía que faltaba a mi casa, que mi hijo Marcelo me necesitaba, era una locura, pero así vivía. Una obsesión de salir a la calle, buscar todos los días, exigir en todo mi entorno que me apoyaran, mirar a la gente a los ojos y saber que no estaba equivocada. Aun en los años del kirchnerismo, cuando sí sufrí una discriminación porque no era partidaria, pero igual no me hacían claudicar. Luego de los doce años, vi que muchas de las cosas por las que peleaba –y lo sigo haciendo– no eran equivocadas, tenía que seguir con mi militancia de decir la verdad y criticar lo que no está bien. Después de los cuatro años de El Monstruo [Macri] mi postura fue siempre la misma. Muchos kirchneristas que antes se alejaban, se acercaron con otra mirada de afecto y de entender que lo que hacía era por convicción. Algunos compañeros dentro de los organismos que están con el gobierno piensan que no era el momento de hacer la crítica. Lo que respondí lo hice desde las vísceras, no lo hice estudiando políticamente si era o no el momento. Siempre que salimos a la Plaza, todo lo que hicimos las Madres fue auténtico. Luego, algunas madres cambiaron porque eran radicales y le perdonaban sus errores al gobierno de turno. Con el peronismo ni te cuento. A Menem algunas Madres le perdonaron hasta el indulto, porque su familia era peronista. Allá ellas. Hubo un grupo de Madres que fuimos siempre claras de no hacer partidismo político. Madres muy católicas que, cuando el Papa no nos atendía, estuvimos en contra. Hemos pasado esas situaciones pudiendo consolidar la lucha sin que estas diferencias nos detuvieran. La desaparición forzada es el crimen de crímenes, sin dudas. Entonces no hay discusión porque es un crimen imperdonable y es permanente. Por eso, cuando voy a un escrache por un genocida al que le dieron domiciliaria y me dicen que “cumplió tres partes de su condena”, yo pregunto: ¿y dónde están los desaparecidos que él desapareció?
–Durante los cuatro años del macrismo, en un campo popular más unido, vos fuiste una de las voces de la resistencia. ¿No tenés miedo, ahora, de criticar y quedar aislada?
–No. Hay mucha gente de mi palo que no claudica. Voy a tener diferencias, pero el país ya no es el mismo. Aunque haya algunos fanáticos a ultranza, será distinto. Diferencias tenemos, por ejemplo con respecto al pago de la deuda externa. Se hizo un grupo grande para pedir la suspensión del pago, revisión y auditoría. Entonces, adentro de los organismos está esa diferencia al no querer cuestionar al presidente. Algunos porque son partidistas y otros vaya a saber por qué, le aplauden todo. Yo no. Me van a decir que por mis palabras viene el caos, que vuelve Macri… Si estuviese Macri estaríamos todos en la calle puteando y exigiendo que se retracte.
–La ética no se negocia…
–Yo creo y creí siempre que la defensa de los derechos humanos no puede estar condicionada ni a los partidos políticos ni a los amiguismos, no puede estar regida por eso que los obnubila y distorsiona la historia. Si se equivocaron y tienen un deseo de terminar la historia, no cuenten conmigo. Porque me dio esa sensación, no lo dije pero ahora lo pienso, que tienen apuro en terminar con nuestra historia. Les molesta que sigamos yendo a la Plaza, total ya somos 3 o 4 y los amigos que vienen y denuncian las injusticias. Les molesta eso, como a cualquier gobierno. Algunas tienen que seguir la lucha forzadamente porque nosotras seguimos en la plaza. Yo voy todos los jueves. Mirta y Elia (Espin) no aflojan, van cuando la salud las deja. De nuestra parte, de la Línea Fundadora, no es un acto forzado, es nuestro lugar. Yo acomodo mi mundo para que todos los jueves pueda estar en la plaza. Si tengo un turno médico lo cambio, no me importa. Es una cuestión de convicción y compromiso. Una madre que ya no puede ir decía siempre que, en los volantes que hacíamos para convocar, tenía que estar bien grande la palabra “compromiso”. Por nuestra salud y edad no podemos estar siempre, pero la lucha sigue, la vida tiene límites y te hace, a veces, limitar el deseo de seguir luchando. Pero luchar no es un entusiasmo pasajero, es una manera de vivir.
–Por eso, la idea de “dar vuelta la página” no es una opción para vos…
–El libro de la historia no para, no lo van a detener ni leyes ni decretos de ningún gobierno. Los gobiernos deben respetar los derechos humanos, siempre. El que se propone para presidente lo tiene que saber. La historia de la represión de 1974 y 1975, donde el peronismo estuvo implicado, hay muchos que no la quieren mostrar, por las complicidades y por su participación. La iglesia fue cómplice y partícipe, eso ya nadie lo duda. Con el peronismo pasa lo mismo, hay que reconocer que hubo un peronismo de derecha y fascista. Muchos quisieron saltar esa parte de la historia, pero se sabe que persiguieron a jóvenes de la izquierda. El kirchnerismo, en una de las primeras reuniones con los organismos, dijo que esa parte de la historia no se iba a tocar. Lo mismo con la Concentración Nacional Universitaria (CNU), que se llevaron mucha gente en esos años en La Plata. La lucha de los familiares hizo que se trataran esos crímenes. Algunos fueron sobreseídos porque el peronismo va y viene. Es un movimiento, no un partido; entonces va de derecha a izquierda.
Si todos felicitan al Presidente, estamos perdiendo. A los jóvenes les explicaría que hubo un genocidio, que hubo un plan premeditado para apropiarse de los bebés de las madres cautivas embarazadas, que hubo un plan preconcebido para reprimir y para que esto se desarrollara con la complicidad de otros países de América Latina. El Plan Cóndor fue de muchísima gravedad y se puede volver a repetir: no fue una “inconducta” de un grupo de militares, sino un plan. Yo siempre pensé igual, siempre caminé igual, no cambié. A veces me traen un reportaje que me hicieron hace treinta años y yo decía lo mismo, pensaba lo mismo sobre la iglesia, los militares, los empresarios o los sindicatos. Que los sindicatos estén separados no me preocupa porque no tenemos por qué estar todos juntos, pero me duele que haya situaciones donde sindicalistas hacen su negocio a partir de maniobrar a los trabajadores y los sacan de su camino, me duele que los sindicalistas que yo he querido y con los que he caminado por ahí, un día se equivocan. Y los políticos lo mismo, yo nunca hice partidismo, pero tengo mis políticos que quiero, que respeto. Y si un día se equivocaron, los pude llamar y decírselo. O si hacen alianzas les advierto que no es lo mejor porque los quiero. A los que no quiero no los llamo para decirles nada absolutamente, los ignoro y que hagan lo que quieran. Mi opinión es que cuando un gobierno hace las cosas bien en derechos humanos es lo que corresponde, no es que hay que aplaudirlo porque está bien. Ahora, si está mal y se lo decís, tiene tiempo de modificarlo. Pero no es que tengamos que aplaudir que se porten como tienen que portarse, la defensa de los derechos humanos es una sola. Pero bueno, uno puede decírselo y agradecer, como cuando Néstor Kirchner bajó los cuadros de los genocidas. Fue un gesto valiente de él, porque estaban las armas calientes. Cuando Alfonsín hizo los juicios a los genocidas, las armas estaban calientes e hizo los juicios. Hay que reconocer a quienes toman el mando poniendo su valentía y la verdad en el camino que tienen que hacer. Si aplaudimos y callamos cuando nos conviene o queremos tapar algo, no es honesto.
–¿Cómo explicás la “magia” de los jueves en la plaza, la mística de ese encuentro?
–Lo sentimos. Desde hace rato ese rinconcito nuestro, que construimos las Madres y los amigos, tiene algo mágico: vienen los que no tienen voz para expresarse, aquellos a quienes es muy difícil que los llamen de los diarios, una radio o la televisión porque hay mucha censura para no mostrar la falta de trabajo, los despidos. Siempre viene gente a pedir y a contarnos lo que cuesta conseguir trabajo. Traen sus cartelitos sobre casos de gatillo fácil, de femicidios o de persecución política. Hay mucha gente que necesita contar su situación. Nos miramos a los ojos, con gran respeto, podemos hablar, escucharnos, darnos un abrazo, sentir que seguimos luchando. Cuando te vas de la plaza sentís ganas de seguir y de no bajar los brazos. Es nuestro espacio, cómo te parece que lo vamos a dejar. Hay dolor, hay pérdidas, pero hay una especie de sintonía entre todos para llevar eso con amor y para seguir adelante. Eso de “La Madre de todas las batallas” se los debo a todos, a muchos que todos los días están y me llevan a todos lados. Me acuerdo de “Cachito” Fukman que, cuando había que ir a reclamar a cualquier parte del país, me llamaba y me avisaba: “Nora: mañana viajamos a Jujuy. A las 9 estate preparada”. Yo preguntaba por el pasaje y él ya lo había sacado. Siempre están en esa sintonía. La gente se une, se convoca y entre todos nos acompañamos. Esa media hora de todos los jueves a las 15:30 es de un respeto y cariño increíbles. Ese micrófono abierto, sin condicionamientos, un espacio difícil de conseguir, se logra con magia. La resistencia de ir a la Plaza la tuvimos con todos los gobiernos. Cuando me decían que nos habían dado todo, yo decía que no, que había que seguir, no hay vuelta de página. Vamos a seguir insistiendo por la memoria, la verdad y la justicia. Con tantos nietos que no conocen su identidad, ¿cómo les vamos a decir que hay que dar vuelta la página? ¿Con qué conciencia podemos hacer eso? Mientras esté la plaza, la búsqueda sigue.
–Vos luchás contra el pago de la deuda externa y otros reclamos porque sostenés que son los causales de las desapariciones…
–Una vez un periodista me preguntó: “¿Por qué las Madres hablan de la deuda externa y no se ocupan de los derechos humanos?”. Porque los desaparecidos son uno de los motivos de esa deuda. La deuda se pidió para hacer los campos de concentración, para pagarles extra a los oficiales, para pagarle a Israel los aviones que se usaron para tirar la gente al río. El costo de los espacios de la tortura, seguir tapando la dictadura con publicidad durante el mundial de fútbol. Y la historia de la deuda siguió. Cuando Alfonsín quiso estudiar la deuda le hicieron despedir a un ministro y a ese espacio de investigación. La deuda no es simbólica, es real, se siguieron pagando intereses. El Fondo Monetario Internacional tiene dos ventanillas. Una para cobrar intereses y, al lado, la que te ofrece “prestar” dinero para un gobierno asesino, corrupto o mentiroso que sabe que no se puede pagar. Por eso sigo hablando del FMI. ¿Para qué el presidente va a seguir pidiendo plata para pagar los intereses de la deuda, si ellos mismos dicen que es ilegítima, incorrecta, inmoral, insustentable? Si lo saben y lo dicen, ¿por qué van a ir a pagar el 31 de marzo los intereses? Yo estoy contenta de estar rodeada de gente militante que sigue reclamando, hay espacios donde seguimos y estamos a la expectativa, porque acá falta justicia, acá están perseguidos. Entonces me llaman porque estoy predispuesta, porque me da la salud, entonces estoy, pero no sola, no soy una guerrera que me levanto a la mañana y me voy a la guerra. No, no, tengo un entorno muy rico de lucha y gente honesta que me acompaña. Bueno, yo tengo las oportunidades, fui a India, fui a las Malvinas, al desierto de Sahara con los saharauis, con las mujeres kurdas. No es que yo sea la gran guerrera, me siento favorecida cuando me llaman porque son todos militantes, están en una búsqueda y en un camino de la verdad y de la justicia.
–¿Qué temas van a tocar en la reunión con Alberto Fernández?
–Hay mucho camino para recorrer empezando por lo de la deuda externa, el extractivismo, por ese fracking que nos rompe la tierra para siempre. Si no les hacemos entender a los políticos que eso destroza las riquezas nuestras, qué pasa entonces. Ningún político estudia el medioambiente. Quizás yo fui una inquieta y me metí en la deuda, en el extractivismo, en la gente que sufre injusticias, en la persecución a las comunidades que les sacan las tierras miserablemente. Quiero poner los ojos en esa injusticia, yo salí a las calles con un compromiso con Gustavo y con los 30 mil. Y el compromiso es que yo no me puedo dormir cuando hay injusticias que perjudican al pueblo. Yo no le voy a pedir a los políticos nada para mí. En mi familia, gracias a dios, todos tienen trabajo. Yo les voy a pedir para un discapacitado, o denunciar que durante el macrismo le allanaron una radio a un amigo y le robaron todo. ¿Por qué no voy a ir a pedir? ¡Solucionen! Pienso que a los despedidos arbitrariamente tienen que restituirles la fuente de trabajo. El país se fue a un pozo estos últimos años, así que reactivemos y pongamos las cosas en claro. Va a costar, pero no quiero que pidan más plata al FMI para pagar las canalladas que nos dejó Macri. Me resisto, lo peleo.
–¿Cuándo te hiciste feminista?
–Nunca había incursionado en el feminismo ni en el tema del aborto. Quiero decir que yo no soy abortista, pero si sabés que una mujer se muere por hacer un aborto clandestino, ahí hay que hacer algo. Pienso que el Estado tiene que proteger a las mujeres que tienen situaciones límites. Hace rato que lo digo: el Estado tiene que ayudar para que una mujer que tenga la necesidad de abortar, por cuestiones ligadas a la pobreza o por alguna enfermedad que se podría atender, lo pueda hacer. Lo otro que tiene que reconocer es que, además de la despenalización, está la autorización, el respeto para que lo pueda hacer cada mujer que sienta la necesidad o una fuerza que la obliga a hacérselo. Yo viví la etapa del machismo, del patriarcado, todas esas cosas que ahora están en la palestra. La mujer que sale a trabajar, ¿cuántas veces es criticada? Le dicen que se va a trabajar para poder rajar del hogar y no es así: hay hogares que se levantan y repuntan por el trabajo de la mujer afuera, porque adentro trabajamos todas, toda la vida. Yo estoy en defensa de la mujer en todo lo que haya que hacer. El avance que tenemos, el hecho de que salgan un millón de mujeres a la calle, muestra cómo nos volvían invisibles, como éramos invisibles las poquitas madres que fuimos a la plaza todos estos 44 años: pasaba la gente y miraba para otro lado. Y había diferentes miradas desviadas: la gente que tenía terror de saber que estábamos buscando a nuestros hijos e hijas, la gente que estaba de acuerdo y no quería ni mirarnos porque nos despreciaban, los políticos que pasaban y se hacían los burros sabiendo por qué estábamos ahí, como el caso de Alsogaray, que lo encaramos y le dijimos quiénes éramos y dejó de cruzar la plaza. Yo conocí muchas mujeres feministas del siglo pasado, como Alicia Moreau de Justo y todas las mujeres que fueron feministas desde muy jóvenes, pero esta generación y este siglo todavía traen ese ocultamiento. Muchos todavía no entienden qué es el feminismo, yo misma cuando era muy joven, más joven que ahora, a veces leía estas crónicas que venían de Alemania o de Noruega, donde en las marchas feministas revoleaban el corpiño, como que la liberación era no usar corpiño y yo me mataba de risa y pensaba: ¿esto es feminismo? Qué raro. Y nunca ahondaba qué era ser feminista. Yo fui más bien de proteger a los varones, porque tuve hijos varones, mi papá era muy patriarca, mi marido también. No violentos, ni agresivos, pero era una violencia solapada el ser patriarca y machista, es violencia hasta hoy. Muchas mujeres tienen miedo de desprenderse de ese machismo y de ese patriarcado porque la religión judeocristiana te vive hostigando: que tenés que aceptar, y cuando te casás aceptar que el hombre ponga la dirección donde van a vivir. Yo me horrorizo ahora, pero lo viví. Cuando me casé me leyeron eso (yo le digo el código penal), la mujer tenía que aceptar que la dirección la pusiera él. ¡Qué horror!, pero no me animaba a decir no. Era así, aceptabas, firmabas y chau. Cuando renové el último documento le pedí a la mujer que me atendió: “No me pongas ‘de Cortiñas’”.
–¿Cómo vienen los preparativos del festejo de tus 90?
–Lo estamos preparando con mis amigas, porque el 22 de marzo vienen miles de personas de las provincias, porque también es el día del agua. Van a venir a la Plaza de Mayo, pensábamos cambiar el día pero no, yo voy con el reclamo por el agua y también con mi cumpleaños, el reclamo y el regalo que quiero es sencillo: no quiero ni flores ni bombones ni nada de eso, quiero la anulación de la deuda externa a los países empobrecidos por culpa de la deuda. Pido internacionalmente, como regalo, la anulación de la deuda como se pidió aunque no se cumplió en el año 2000, que era el año del jubileo. Quizá pensarán “pobre Nora, se volvió loca, ¡qué pedido!”. En la Plaza de Mayo va a realizarse la juntada. Sé que mucha gente quiere defender el agua, está en contra de la megaminería, contra el extractivismo de nuestras riquezas, porque se sigue sacando para regalárselos a muchos países que después no pagan nada. Y también dirán “pero por qué se mete en esto, Nora; hay que pedir que se abran los archivos y basta y que se quede en su casa”. No, eso no lo voy a hacer. Y tampoco los organismos de derechos humanos. Voy a invitar a músicos como León Gieco, Gustavo Santaolalla, Liliana Herrero, Lidia Borda y Víctor Heredia. También actrices y poetas. No queremos tampoco hacer algo muy grande, pero tenemos ofrecimientos para ir colaborando de acá y de allá. Quique Pesoa va a venir a animar el festejo. Quiero que sea en la Plaza de Mayo, porque es simbólico. Se murieron ocho pibes en el norte. Se murieron porque el Estado no les ha facilitado el agua: el agua vale más que el oro. No lo puedo concebir, es tan doloroso, es un genocidio, y además es un infanticidio, porque son bebitos de año y medio, de dos años, es un crimen de lesa humanidad. Me tiene loca eso también. Por eso, el día del agua, tenemos que llevar carteles a la plaza: “No más muertes por falta de agua”. Vamos a acompañar a la gente que viene de Catamarca, de San Juan, de todas las provincias que no tienen agua realmente, y la que hay la usan para la megaminería, millones de litros de agua potable, la hacen perder ahí contaminada.
–Luego de tantos años de lucha, ¿qué significado creés que tiene el pañuelo blanco en la historia?
–Es un símbolo en todos los países, hay un gran respeto por el pañuelo, la imagen del pañuelo es universal. Por eso las divisiones que tenemos acá adentro no son siquiera para mencionar mucho, no interesa si nos llevamos bien o mal, hay un respeto por el símbolo. Sea la madre como sea, lo mismo la búsqueda y el respeto por los 30 mil está en todos lados. Poder reivindicar a los 30 mil desaparecidos en cada cosa que hacemos, que no necesariamente tiene que estar encuadrada en la búsqueda sino en tomar las banderas de su lucha, porque respetamos los sueños de los 30 mil y los de este pueblo que sigue soñando, que sigue luchando y que sigue en la resistencia. Lo que tenemos acá en Argentina es que estamos en la resistencia, y nuestra resistencia está en que estamos reivindicando día por día la lucha de ellas y ellos, que son presente. Cuando quieren dar vuelta la página, decimos no señores, acá no se da vuelta la página. El presidente reaccionó a tiempo y cambió. Dijo que no va claudicar y que va a estar siempre en esta línea. El cuestionar entonces sirve, decir “esto está bien y esto no”, da resultado. Yo sigo así, lo mismo que digo ahora lo decía antes, en lo que no hay que transigir no lo hago, y te digo que por eso seguimos. Acá no hay reconciliación, no hay negociación posible.