Cecilia Solá es docente y escritora, activista en Ni Una Menos Resistencia. Lleva tres libros publicados: Diario de un Lobizón, Cartas para la Manada y Contracuentos, las historias que no nos contaron. En diálogo con Sudestada, habló sobre su militancia por los derechos humanos, la lucha contra las violencias hacia la mujer desde la escritura, su opinión sobre el punitivismo, la urgencia de la aplicación efectiva de la ESI y sus nuevos proyectos, entre otros temas.
Por Florencia Da Silva
Este año sacaste Contracuentos con Sudestada ¿Cómo surgió la idea?
Contracuentos es un libro de relatos infantiles que busca romper con ciertos estereotipos de género, que hemos ido aprendiendo a partir de los cuentos clásicos. Fue darle una vuelta de tuerca para que las infancias actuales puedan disfrutar los clásicos. Siempre decimos que aprendemos a ser en contexto y hemos aprendido a ser de determinada manera con los cuentos que nos contaron y me pareció una buena idea contar historias que mostraran otras perspectivas. En Contracuentos hay eso, algunas reversiones, algunos covers de cuentos clásicos y también algunos que tienen que ver con el lugar donde vivo, como el Lapachito que es un árbol típico de Chaco.
Tanto en Contracuentos como en Cartas para la manada y los textos que escribís en redes hay una narradora que habla desde su militancia feminista y por los derechos humanos. ¿Cómo fue esa construcción de la militancia desde la escritura?
Creo que tiene que ver con el hecho de que somos seres integrales. Nos atraviesa lo que vivimos, lo que sentimos. Así como no hay educación apolítica, tampoco hay literatura neutra. Escribimos quienes somos. Nuestros personajes inevitablemente van a llevar parte de quienes somos, más allá de que podamos a partir de la ficción construir personajes antagónicos a lo que pensamos. Pero la realidad es que por hecho u omisión nuestra tinta tiene parte de nuestra sangre. Sobre todo si empezamos a hablar de relatos de género y cuando empezamos a contar nuestras historias, que es un poco lo que pasa con Cartas para la Manada.
Tu escritura también está en la urgencia. Todo el tiempo nos enteramos de historias horribles y tu pluma también está presente en esos momentos.
Hay una diferencia entre las historias que construyo en Cartas para la manada, Contracuentos y la escritura en redes que tiene que ver con lo urgente. Me ha pasado, y no una sola vez, que lleguen a mí estas noticias horribles como una compañera asesinada, de la violencia arbitraria, los ataques brutales que somos víctimas las mujeres y me pregunto ¿qué más podemos decir? ¿Qué más podemos decir frente a cinco mujeres asesinadas en tres días? ¿Qué más podemos decir frente a niños asesinados por sus progenitores para castigar a las mujeres? ¿Qué más podemos decir frente a una justicia que duda si terminar o no el juicio contra Darthés cuando ya se han aportado las pruebas? Qué más podemos decir sino esto, convocarnos en manada, avisarnos de lo que pasa, no quedarnos en silencio porque nunca ha sido nuestro aliado.
Estás muy presente y activa en la lucha contra el abuso sexual en la infancia. Has acompañado en casos como el de Arcoíris, Cielo y Luna y en todas estas historias se repiten una serie de patrones, como la justicia que defiende abusadores y falsas teorías como la del síndrome de alienación parental.
Tenemos un backlash desde la justicia, por ejemplo desde las sentencias perversas que obligan a la revinculación de los abusadores o con aquellos que propician el abuso como es el caso de Arcoíris que se la devuelven a su progenitor, hijo biológico del abusador, y facilitador del abuso -porque la nena y muchos testigos han asegurado que el hombre la lleva a lo del “abuelo” que la abusó-. Entonces ¿qué más necesita la justicia? ¿Cuánto tiempo más? ¿Qué tiene que esperar Arcoíris? ¿Tiene que esperar 10 años como lo hizo Luna, la hija de Yama Corín, para ser escuchada hablar sobre el abuso que sufrió en su infancia cuando ya era una joven adulta? No podemos dejar que ocurra esto. Y yo entiendo el cuidado con decir los nombres de lxs niñxs para cuidar los casos, entiendo la cuestión legal, pero tenemos que volver a decir que si no hay justicia en la calle, escrache.
Son todos casos cortados por la misma tijera, son abusadores con cierto poder -ya sea político, económico o social-. En todos los casos hay amenazas contra las madres protectoras intentando hacerlas callar, con amenaza de multa o de cárcel. A la mamá de Arcoíris le dictaron una preventiva cuando tenemos femicidas sueltos esperando el juicio en libertad. No se trata de que somos unas locas o estamos exagerando, o estamos paranoicas. La única realidad son los hechos, y los hechos dicen que a las mujeres el Estado no nos cuida en lo absoluto.
Con respecto a la falsa teoría del Síndrome de Alienación Parental, ya hay una legislatura establecida. Ya se ha pronunciado el Colegio de Psicólogos. A los que les gusta tanto la academia yankee, el Colegio de Psicólogos de Estados Unidos ya dijo que el SAP no existe, negó que estuviera incluido en los trastornos de las enfermedades mentales. Nuestra legislatura se expidió diciendo que es una aberración jurídica. Y sin embargo, no solo hay defensores de abusadores, sino que también hay jueces y juezas implementando esta teoría. Nadie se equivoca tanto. Casualmente este presunto Síndrome de Alienación Parental solamente ha sido utilizado en juicios de divorcios, por tenencias y en contra de mujeres. Esto no es más que un invento de un pedófilo que lanzó esta teoría cuando le sacaron la tenencia de sus hijos, pero esto fue en los 80. Estamos en 2022, es imposible y aterrador que la justicia no haya aprendido nada.
También se repiten muchos patrones cuando hablamos de violencia de género. Has acompañado a muchas mujeres que estaban sufriendo algún tipo de violencia ¿Cuál es tu mirada sobre la situación actual con respecto a las políticas de los gobiernos?
La única organización con la que he militado desde 2015 es Ni Una Menos. Con las compañeras hemos acompañado infinidad de mujeres y familiares de víctimas de femicidios, y aprendimos sobre la marcha lo que la empatía nos había susurrado. Aprendimos protocolos, a exigir políticas de género y a diagramarlas porque entendíamos que no bastaba con las marchas acompañada por la justa rabia que nos habitaba. Si algo aprendí es que lo que necesita la compañera es apoyo, contención, articulación, que no le sirve mi propio enojo porque acá lo importa es lo que le está pasando a la mujer que elegiste acompañar.
También que la articulación con el Estado es fundamental. Las organizaciones no podemos trabajar sin el Estado, que es quien tiene finalmente la obligación legal de garantizar nuestros derechos, fundamentalmente el de estar vivas. Entonces trato, ya sea con Ni una Menos o través de esto que se ha forjado con las redes que es la manada, de articular con los estamentos del Estado. En muchísimas ocasiones no nos responden cuando hacemos una publicación, pero en otras -como en el caso de Chaco, con la Secretaría de Derechos Humanos y Género- es levantar el teléfono porque la compañera ya sabe quien sos y que active. El otro día una piba me contó con mucho miedo que su agresor había quedado libre, que no le avisaron, que se había quitado la tobillera y estaba prófugo. Se enteró por casualidad en el barrio. Llamó a la comisaría, nadie le sabía decir qué pasó. Le escribí a la Secretaría de Derechos Humanos y automáticamente se pusieron en contacto con la comisaría para exigirles que hagan su trabajo, y al otro día el hombre estaba preso.
Yo no soy punitivista, a veces me cuesta mucho porque el enojo y la desesperación ante situaciones que no cambian a pesar de todo lo que hacemos pero nunca alcanza porque necesitamos un cambio estructural, una estructura que tiene siglos de existencia. Vamos haciendo cosas, y desde nuestra mirada del territorio estamos tratando de construir algo.
Mencionaste que no sos punitivista y en otra entrevista dijiste que no lo sos porque creés que hay que profundizar en otras instancias previas a la de la cárcel. Me interesaría saber más sobre tu mirada de este tema.
Yo puedo contar mi opinión, que está teñida de cierta practicidad. Yo soy docente hace 20 años y para ser docente tenés que creer inevitablemente en la posibilidad de la esperanza, sino tu praxis no tiene sentido. Creo que si invertimos tiempo, espacio, dinero, energía en la prevención vamos a ver resultados eventualmente. Trabajar la ESI es absolutamente fundamental, que lxs pibxs puedan reconocer los inicios de las conductas violentas para poder tratarlas a tiempo. Cuando digo tratarlas me refiero al acompañamiento de lxs adultxs, las infancias y adolescentes. Hablo de violencia en el noviazgo, un título que ya tiene muchos años, el hostigamiento en el ámbito escolar, tantas cuestiones que están tan bien trabajadas desde la ESI y son tan necesarias.
Más allá de las escuelas, yo formo parte del equipo de ESI del Ministerio de la provincia de Chaco y parte de mi trabajo es recorrer escuelas para ver cómo aplican la ESI, viendo en qué podemos aportar, ayudando con herramientas para que creen sus propios códigos de convivencia y espacios de género en las escuelas. Y una cosa que veo es cómo les pibis exigen su derecho a la ESI. Entonces digo: el punitivismo llega siempre tarde. Cuando hay una condena es porque hubo un femicidio, una compañera que ya no está. Está bien que ese tipo esté preso. Sin embargo, lo que digo es que si en vez de accionar cuando ya la compañera está muerta ¿y si tratamos de evitarlo? ¿y si cuando una mujer denuncia en una comisaría que la amenazaron de muerte le creen en vez de mandarla a la casa? Es tan básico decir esto, pero no esperamos a que suceda y tratemos de prevenirlo. Eso involucra la ESI, la Ley Micaela. Tenemos leyes espectaculares en nuestro país, pero necesitamos que se apliquen correctamente. Escucho muchas críticas sobre la forma en la que se da la Ley Micaela en algunos ámbitos. Va el que quiere, y se da de tal forma que lo único que ves es un montón de personas mirando sus celulares. La forma en que se implemente es muy importante. Las cuestiones de género en nuestro país deben ser prioritarias. Es un problema transversal, por eso tiene que tocar a todos los ministerios, todos los ámbitos del Estado, privados, porque sino no se está tomando en serio los números que se liberaron hace muy poco, en la encuesta hecha a 12 mil personas, que dijo que el 50% reconoce haber sido víctima de algún tipo de violencia antes de los 18 años.
La Educación Sexual Integral es ley pero no se respeta en todas las provincias. Has denunciado varias situaciones que en Chaco y en otras provincias quisieron enseñar la ESI desde una posición religiosa o enseñada por defensores de abusadores ¿Cómo analizas esta problemática?
En Chaco tenemos una resolución firmada por el Ministro de Educación y el gobernador de la provincia que avala una Educación Sexual Integral “con bases científicas y valores”. La ESI tiene base científica. Son ciencias las que se enseñan: psicología, biología, antropología, sociología, ética. ¿Y valores? ¿No es lo que le estás enseñando a alguien cuando aprenden a reconocerse propietario de su cuerpo y no de los ajenos? Esto es un ataque contra las disidencias, homofóbico, lesbotransfóbico para evitar que las disidencias tengan sus derechos dentro del sistema educativo.
Me parece interesante tu opinión como docente y cómo se trabajan estas temáticas con niñeces y adolescentes. Hace poco pasó con Hernán Casciari y Dolores Reyes, que censuraron sus obras en las escuelas por los temas que tratan o el lenguaje que usan. ¿Cuál es tu mirada sobre este tema, siendo una escritora que se lee en las escuelas y como docente que trabaja determinados textos con sus alumnes?
Lo que pasó con Casciari y Dolores es vergonzoso. Yo pude escuchar la comunicación telefónica de la Ministra de Educación de San Juan, y daba vergüenza. Prohibieron la obra literaria de un escritor sin haberla leído. Lo único que les llegó es la carta de un padre que decía que un cuento decía “malas palabras”. Malas palabras: a Fontanarrosa le gusta esto.
Lo mismo pasó con Cometierra, una novela fascinante escrita de tal forma que atrapa a les pibes, les lleva a repensar un montón de cuestiones, que es absolutamente actual. Qué miedo le tienen a la palabra. Qué miedo le tienen al nombre de las cosas. Qué temor le tienen a lo que quiebra el silencio.
Más allá de esto puntual, es tiempo de que dejemos de subestimar a nuestrxs estudiantes. Es tiempo de dejar de creer que lxs chicxs consumen cualquier cosa que le pongas frente a la nariz sin pensamiento crítico porque la toma de 15 colegios en la ciudad de buenos aires demuestra que piensan, deciden, conocen sus derechos y están dispuestxs a pelear por ellos. Tenemos que dejar de ser tan adultocentricos y empezar a escuchar a la gurisada que tiene un montón para decir.
En esta misma línea de la lectura, no solo has leído en espacios culturales y aulas, sino que también lugares que pueden ser incómodos. Leíste uno de tus textos en la cancha y también en un espacio de la policía ¿cómo es habitar esos espacios que conocemos muchas historias de violencias?
Lo de Forever fue tremendo. Yo escribí un texto que se llama forevista y lo publique a raíz de algo que me pasó. Yo estaba leyendo en una plaza de Resistencia con las pibas de La Poderosa, y una de las chicas me dice que había terminado el partido de Forever y nos teníamos que ir porque venían a festejar. En eso, me encontré con un alumno y lo veía festejar. Es un pibe que me había dicho que no le interesaba el inglés, que no tuvo la vida fácil y que por supuesto nunca soñó con ir Inglaterra o Estados Unidos a un año sabático. Tuvimos un intercambio y él cantaba “Forever, Forever, Forever”. Y en chiste le dije “Forever what”. Y me responde: “Forever champion, teacher”. Ver a un pibe que no veo sonreír a menudo y que me había dicho que un idioma extrangero no le gustaba, me parecía un hecho pedagógico y social. Y necesité contarlo. Lo leyó la hinchada de Forever, me invitaron a leer y cuando entré a la cancha había 13 mil personas y yo pensé por qué me meto en estas cosas. Me temblaban las manos. Leí Membresía forevista en un clima de mucho respeto. Ahí ninguna de las personas había ido a escucharme leer, sino a ver un evento deportivo, y sabemos que una cancha es también uno de los sitios históricamente más machistas donde no solamente se celebra la hegemonía de la habilidad a través de los insultos y las patadas, sino también donde se “prueban” los hombres ante la caída de sus equipos. Creo que fue después de leer que cobré un poco de conciencia de lo que significaba que una mujer vaya a leer literatura feminista a una cancha. Estoy agradecida al director de Forever, a la directiva y quienes me escucharon con tanto amor. Fue una experiencia maravillosa.
Con respecto a leer para la policía, hay varias anécdotas. Una tiene que ver con que en el viaje a Uruguay el alojamiento era en La Casa de Policía de Canelones y yo mandé una foto de la placa en la puerta y mucha gente creyó que estaba en cana. Yo tengo muy en clara la responsabilidad institucional de la policía. También tengo muy claro que hay policías que, así como decimos not all men, también not all cops. Hay personas que no vulneran los derechos de quienes están detenidxs, que no persiguen a los pibes con balas de goma, que no golpean manifestantes, básicamente que no violan los derechos humanos. Mi pregunta es qué hacen esos buenos policías frente a esos compañeros que sí lo hacen. Entonces si vos me decís “yo no ando pegando a los pibes por la calle, pero si mi compañero lo hace no digo nada”, entonces vos también sos un mal policía.
Es super importante ocupar estos espacios que para muchxs son incómodos. Es muy fuerte la imagen tuya leyendo uno de tus textos frente a un montón de varones, entre los que se pueden encontrar muchos violentos.
Yo también trabajo masculinidades. Formo parte de Alianzas estratégicas, que es una fundación que está trabajando masculinidades por el cambio social acá en el Chaco, y obviamente trabajo con grupos de varones. Soy asesora en género de la fundación que lleva adelante con otros profesionales, con una psicóloga social, una psicóloga clínica y con médicos clínicos, y es trabajar con varones y veo cómo determinados textos los afectan de determinada manera. También están los que se enojan, los que saltan y dicen “no todos somos iguales”, y también están los que empiezan a reconocer en sí mismos y en su círculo cercano estas acciones, estas actitudes y conductas que derivan en violencia machista o que ya son violencia machista.
Otra vez, los vicios de la profesión digo siempre, es creer profundamente en la prevención. Trabajar con varones también es cuidarnos a las mujeres. Dentro de estas lecturas y charlas no me ha pasado de ser agredida, pero es notorio ver la incomodidad de los varones y recibir esta defensa de “no todos somos así”.
Las mujeres y las disidencias hemos traído un montón de discusiones y sin embargo muchos varones no se pusieron a la par. Es necesario que ellos también pongan el cuerpo en estas batallas.
Sí. Comprender que si de verdad queremos cambiar un paradigma social que resulta en una mujer muerta cada 26 horas, que resulta en que el 57% de los femicidios han sido cometidos por la pareja o ex pareja de las víctimas, que el año pasado dejó más de 200 infancias y adolescencias huérfanas por femicidio, si de verdad queremos cambiar esta sociedad, tenemos que cambiar todos, todas y todes las que la habitamos. No me cierra que nosotras sigamos remando y tirando del trasatlántico, porque no es un bote. Mientras los varones no puedan visualizar cuáles son sus privilegios, cómo han sido construidos y sobre qué, qué pasa qué costo tienen ellos cuando no cumplen, cuando no pagan el precio del privilegio. Desde la fundación decimos que el machismo es un monstruo que se come a sus propios hijos, hay perspectivas muy interesantes sobre el precio de la masculinidad hegemónica. No son temas nuevos, ya se vienen trabajando hace 15 años, lo que creo que se está dando es una socialización mayor.
Por otro lado, estás trabajando con un nuevo proyecto, con un nuevo libro con Editorial Sudestada ¿nos podés adelantar un poco?
Mi primera novela para adultxs. El título tentativo, porque tardo mucho en poner títulos, lo pienso mucho, pero pongo uno en el documento para llegar, se llama “Confesiones Herejes”. La estoy corrigiendo con la genia, maravillosa de Natalia Carrizo, también autora de Sudestada. Estamos trabajando juntas en la novela y es una experiencia nueva, maravillosa, muchísimo más movilizadora de lo que creí así que la estoy disfrutando a full. Hay también algunos proyectos más eclécticos porque sigo formando parte de Sabia Bruta, que es un dúo que hacemos con mi amiga Magdalena Corvalán, que es lectura y música ensambladas y hacemos algunos espectáculos, sigo trabajando con algunes colegas artistes, el arte que salva de tantas maravillosas maneras por suerte sigue funcionando como patio de recreo.
Se puede adelantar un poco de los temas que trabajas en esta novela…contános cómo surge este formato.
Es una hija pandémica, es la historia de tres amigues, dos pibas y un pibe que son además militantes por los derechos humanos y militantes de género, frente a la desaparición de una mujer a la que elles habían acompañado a hacer la denuncia y demás, todo el protocolo que se pone en movimiento, cómo los atraviesa en lo personal, en sus historias la desaparición de esta mujer más sus propias historias de amistad, de militancia, sus miserias, sus amores, es un poco todo eso. Es también una forma de contar esta parte que no siempre se ve, de qué es lo que nos pasa a quienes acompañamos sobrevivientes, que no existimos solamente desde el lugar de acompañar. Cuando vos acompañás a una mujer que ha sido víctima de extrema violencia no te volvés a tu casa y te desconectás, como si hubieras ido al almacén o a ver un espectáculo. Eso permanece en nosotras, algunas tenemos la suerte enorme de poder convertirlo en literatura, otras lo trabajan de otra forma, pero ninguna de nosotras sale impune a la violencia que nos atraviesa como sociedad, esta novela es un poco eso, qué nos pasa luego de ser testigos de ciertos hechos.
Me encanta. No he escuchado a ninguno que trate de esta temática del acompañamiento entre mujeres pero al mismo tiempo sí esta línea tuya de la manada.
Sí. Tiene también esta cuestión policial de la investigación, de las pistas sobre qué tanto tiene que ver la policía, por supuesto hay un villano, tiene toda esta cuestión de la ficción que a veces es aliviante poder escribir y a veces te encontrás llorando frente a la página escrita, porque para escribir se movieron cosas que vos pensabas que estaban tranquilas
.Este año se debatió mucho el tema de la manada, por el tema de que no se dice que una violación es en manada, sino que es en grupo. Has transformado esa palabra para hablar de la sororidad, del acompañamiento entre nosotras y nosotres, me gustaría saber tu mirada cuando esta palabra está en el centro.
Yo hablé de la manada como contraposición a la palabra jauría. A mí cuando me hablaban de estos ataques grupales, yo pensaba -por supuesto teniendo en cuenta que hablamos de un grupo de personas, de varones, no de un grupo de animales, no de seres actuando por instinto- yo decía, “no, eso no es una manada, es una jauría”. La idea de manada me referenciaba a las manadas de belugas principalmente. Luego fui investigando y leyendo, preguntando a gente que sabe mucho sobre animales por las distintas manadas. A mí me impresionó mucho un documental que vi sobre las belugas, estas ballenas con cara tan simpática, que son extremadamente vocales, que tienen un sistema de comunicación, que maternan en tribu, que son matriarcales y que se escuchan a través del océano y acuden en ayuda de la hermana que está en peligro y sus depredadores principales son las orcas. Y yo decía pero así somos nosotras, así nos comunicamos, así corremos unas por otras. Muchas personas me han dicho que es una romantización y no, no estoy romantizando, juro que no, juro que lo he visto. También he visto las cosas que tenemos que discutir como movimiento de mujeres, pero la manada es real y existe, la manada existe y ha salvado vidas. Yo publiqué un texto que se llama “pero no me pega” en el que una mujer en primera persona contaba todas las violencias de las que era objeto, excepto la física, de ahí el título. Y cómo va a hacer la denuncia por violencia psicológica y económica y básicamente le dicen “no señora, esto no es para la policía”, y ella dice “porque no me pega aunque me esté matando”. Todas estas violencias puestas sobre nuestros cuerpos que nos van matando de a poquito, que nos van quebrando la voluntad, que nos convierten a veces en seres casi inanimados habitando todavía la relación de violencia de la que somos víctimas. Cuando yo publico este texto, se viraliza y empiezo a recibir los mensajes de mujeres ofreciendo ayuda, mujeres que no me conocían que habían leído el texto en las redes sociales, absolutas desconocidas, mujeres que no tenían idea de dónde estaba la mujer que sufría, porque esto también tienen las redes, una especie de territorio común que habitamos todas todes todas quienes las leemos. Me ofrecían trabajo, vivienda, representación legal, pasajes para que saliera de ese lugar, y yo les expliqué a todas que era un texto, que no me estaba pasando a mí. Pero la propuesta fue que extendamos este amor, esta sororidad, estas ganas de dar una mano con lo que tenemos, con lo que podemos, con lo que sabemos.
Esta manada, esta red, surge así, y nos comunicamos por Facebook, también Instagram. Este último tiempo hubo mayor visibilización porque hubo muchas colectas económicas, compañeras en situación de absoluta precariedad, de absoluta vulnerabilidad. Una compañera al que el violento le destrozó la casa antes de irse, se la reventó, no tenía techo, no tenía baño. Otra compañera que estaba por perder a sus hijes porque no tenía con qué darles de comer. Entonces la manada respondió desde lo económico porque depositaron lo que cada una pudo, lo que cada una tenía para ayudar a estas compañeras. Como el caso de Eli que se había lastimado las piernas y no tenía absolutamente nada de dónde sacar comida para sus chicos. Esta es una arista, después hay otras, muchísimas formas en que la manada responde, desde conseguir refugios, desde hacer la articulación con las oficinas del Estado, de ese lugar donde está la compañera que no sabe a dónde acudir. Pero somos esto, como siempre digo: somos mujeres haciendo lo que hacemos habitualmente, en el barrio, en el trabajo, en nuestro hábitat natural. Nos damos las manos, nos sostenemos como podemos, hacemos lo que podemos con lo que tenemos pero avanzamos. Esto no significa y lo digo siempre, que en algún momento dejemos de reconocer la obligación del Estado de garantizar nuestros derechos.
Nos tenemos entre nosotras, desde avisarnos, vos lo ves a veces en las redes cuando las pibas se avisan entre ellas “guarda ahí, porque ese es un violento” porque pasó tal cosa. Esto, cuidarnos entre nosotras también en forma virtual, en tiempos en que la virtualidad también se ha vuelto tremendamente hostil hacia las mujeres y las diversidades.
En momentos en que se ha tenido que legislar el ciberacoso, ha tenido que legislarse sobre la divulgación de contenido íntimo porque también desde ahí sufrimos opresión. Porque si se filtra la foto de un varón teniendo sexo capaz que le pasa como a Luciano Castro, que no se sintió cómodo con la exposición de la que fue víctima, pero terminó recibiendo palmadas en la espalda, “Eh loco que maravilla”. Cuando se filtra cualquier foto íntima de nosotras siempre es para destrozarnos. Si denuncias publicaciones fascistas, publicaciones de odio, páginas en donde muestran infancias en situación de sexualidad y no la cierran te responden que no encuentran nada que contrarie las normas… y después te cierran porque se ve un pezón, una mujer amamantando una criatura, dejemosnos de joder, le bajan publicaciones a Sudestada, a Marianella porque hace artivismo con el cuerpo, pero no bajan las publicaciones que vulneran los derechos de las infancias. Entonces seguimos necesitando copar todos los espacios posibles y seguir haciendo todo el ruido posible.