Año de Mundial, y aniversario 45 de aquel junio en que la realidad mantuvo una disociación nefasta y oscura. Por un lado se promovía una euforia futbolística, la atención apuntada a una copa, tribunas, pelotas, bandera, gorro y cánticos, y por otro como en el subsuelo de esa realidad, centros clandestinos de detención, persecuciones, secuestros a diario, tortura, desaparición forzada, fusilamientos, terrorismo de estado, y las denuncias a la prensa internacional de nuestras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y de familiares, que sentían en esos reporteros una última esperanza de que el mundo supiera la verdad.
Una Realidad que los genocidas pretendieron dividir, entre la imagen al mundo de una dictadura con el control absoluto del país, y la imagen hacia adentro en la que el silencio, el terror, la falta de libertad, entre tantas atrocidades, mostraran que la vida misma, la que ellos señalaban como subversiva, no valiera absolutamente nada. Y desde el 1 de junio del 78, que comenzó el Mundial, los secuestros y el terror no frenaron ni un solo día. Mientras se desarrollaba la inauguración en un Monumental con tribunas repletas y emociones diversas en las calles, en la misma Capital Federal se secuestraba a los estudiantes universitarios Ramón Alfredo Martínez de 23 años, y Celestino Omar Baztarrica de 27 años. Y la pelota comenzó a rodar como los Falcon clandestinos por el territorio de nuestro país. Un gol, un fusilamiento, la voz de Muñoz y la base Marambio, y los allanamientos, torturas y violaciones permanentes en los campos de concentración destinados al terror y exterminio.
Hablar del penal de Fillol o de cómo mandaron a Brasil a Mar del Plata para que el frío los perjudicara, no tiene sentido en esta nota. Pero sí existe un partido del que todavía se habla mucho. El 6 a 0 a Perú. Y tantos años después en charlas de café o de tribuna o incluso desde los medios continúa en el aire el interrogante de si fue arreglado, si hubo soborno, si Argentina realmente aplastó a ese temible Perú, o algunos que salen del común señalan la idea de un acuerdo entre el estado argentino y el peruano consecuente al Plan Cóndor. Lo que no habla, de lo que no se dice, es que en aquel 21 de junio, día de seis gritos y festejos, un grupo de tareas secuestraba en plena calle a Alicia Segarra de 23 años y embarazada de 2 meses, y a Carlos María Mendoza, su compañero de vida, de 24 años. La pareja y el niño o niña que debió nacer en cautiverio, continúan desaparecidos.
Llegó el 25 de junio. 3 a 1 y el palo que impidió aquel gol holandés. Pasarella y el beso a la copa, Videla y la nefasta Junta celebrando, la marea en las calles festejando entre bombos y revoleo de camisetas, pañuelos y lo que había a mano. A metros de ese estadio, de esa euforia, en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) centro clandestino de detención en que el estuvieron detenidos y desaparecidos aproximadamente 5.000 compañeros y compañeras, los gritos de torturas se mixturaban con el “Dale campeón” de las calles. Y como si eso no bastara, los genocidas fueron más allá.
“…El día que Argentina salió campeón estaban exultantes, porque ellos lo consideraban una victoria política (…) de manera que no dudaron en sacarnos a festejar en autos, rodeados por ellos, nos llevaron por Avenida Maipú hacia provincia y bajamos en una pizzería y los autos andaban a paso de hombre y toda la gente emocionada, agitando banderas, llorando, gritando “Argentina, Argentina”(…) Y la sensación que teníamos nosotros al estar secuestrados y al saber que ellos seguían secuestrando gente para torturarla y después matarla era que aquí en Argentina, si nadie se daba cuenta de lo que pasaba, íbamos a tener dictadura durante 40 años más”. (Testimonio de Miriam Lewin, 15/07/2010. Secuestrada del 25 de marzo de 1978 al 10 de enero de 1979).
Sólo en lo que duró el Mundial, entre el 1 y el 25 de junio, con datos aportados por testimonios y denuncias, el terrorismo de estado secuestró a más de 50 personas, que en su gran mayoría continúan desaparecidas. Y todavía algunas voces, incluso algunos medios, preguntan por qué no se conmemora a la primera copa mundial de Argentina como sí se hace con la del 86.
La respuesta está grabada en la Memoria.