Matías Luciano de Rioja nació en Cipolletti, Río Negro. Actualmente vive en Buenos Aires y es psicólogo, docente universitario y escritor. Publicó los libros Mufasa no debió morir, editorial Dunken, Tal vez esperabas otra cosa, por el Sello Editorial El Ojo del Mármol y La Pausa del Mundo, con Hojas del Sur.
El domingo pasado Matías participó del ciclo de entrevistas “Redistribución de la palabra” y conversó junto a Natalia Carrizo sobre su relación con la escritura.
¿El venir de Cipoletti, Rio Negro, influyó en tu manera de escribir o en los tópicos?
No sé si los tópicos pero si mi manera de escribir aunque no sé si tiene que ver con Buenos Aires sino con la metamorfosis permanente porque mi vida no es la misma y yo me nutro mucho de lo cotidiano. Lo que me pasó fue que las experiencias me ayudaron a poner en palabras las nuevas circunstancias.
Vos antes de Instagram tenías un blog ¿lo seguís usando?
Lo tengo más por una cuestión nostálgica. Empecé con el blog en 2011 y puse textos viejos, también en ese momento empecé con una escritura catártica por desamores, trabajo. Y escribía compulsivamente, todos los días.
¿En qué momento sentís que adquiriste la alteridad que precisa el escritor? ¿Cuándo te diste cuenta que había lectores del otro lado?
Con las redes sociales fue un salto al vacío y perder el miedo al ridículo. Empecé a compartir lo del blog en las redes y de a poco la gente empezó a comentar, a compartir. Eso me sirvió como combustible para seguir escribiendo y darme cuenta que había un oficio que me gustaba, se fue dando al andar.
Yo lo que quiero es escribir. Obvio que quiero ser leído, sería un hipócrita si dijera que no es así, pero si no me hubiera ido bien seguro seguiría escribiendo en el blog. Lo hacía cuando era adolescente, eran textos horribles y existencialistas pero ya lo hacía. Escribía porque leía, porque escribir es una consecuencia de lo que uno lee. Considero la escritura como un proceso de lectura. Aunque hoy eso esté en tensión y haya escritores que no leen. Pero yo vengo de ese lugar: primero leo, después escribo.
¿Cómo sos como lector? ¿Qué géneros te gustan más?
Soy bastante desordenado. Yo llegué a la poesía porque había una urgencia mía por escribir. La poesía me permitió eso. Era lector de novela, de narrativa. Leía a Sthephen King, a Kafka. Después llegó Cortázar y fue un idilio adolescentes, pegaba posters en mi habitación y quería ir a París y ser un cronopio.
Y soy un desordenado, leo cuatro libros a la vez, subrayo, marco, doblo las hojas, paro y escribo. Es el motor de mi escritura.
Traducís con la poesía ideas filosóficas pero en un lenguaje muy sencillo ¿estás atravesado por la filosofía, la psicología?
Si, me hicieron dar cuenta los lectores. Una lectora argentina que vive en Francia un día me dijo “¿Vos sabes que tus textos de poesía son de filosofía?” Yo no me había dado cuenta y ella me empezó a citar a los autores que veía detrás de mis textos. Fue maravilloso que ella se diera cuenta. Y claro, yo fui docente de Ética y daba la cátedra con muchos textos de filosofía y eso quedó en algún lado. Cuando me siento a escribir aparecen. Lo hago con un lenguaje más llano, más torpe pero evidentemente eso traduce alguna idea.