Si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.
Raúl González Tuñón
Por Natalia Bericat
Una voz protagonista recorre los relatos de la segunda edición ampliada de Mariposas Negras de Nina Ferrari. Un aleteo al ras del suelo, de las calles del barrio, da cuenta de las historias silenciadas del Conurbano. La mirada de la autora se planta desde su lugar de origen: la localidad de Moreno y el Oeste de la Provincia de Buenos Aires. Una narrativa que mete los pies en los bordes, en el margen. Un ritmo atento a las voces que escucha a su alrededor, a los sueños de quienes despiertan el mundo y se lo cargan en sus espaldas.
Cada parte inicia con la transmisión de una radio que anuncia no solo el clima y la sofocación, sino que introduce la realidad cotidiana del barrio. En el medio, las mariposas negras son vistas como una amenaza. ¿Qué hacemos con lo desconocido? ¿Cómo actuamos frente a la otredad?
Sentimos la membrana de la mariposa en cada personaje que cuenta su vida diaria. Nina Ferrari nos descoloca, nos incomoda sentencia Cecilia Solá en el prólogo. Cada voz que aparece, como cartas que dialogan con alguien que escucha del otro lado, es un golpe de realismo. La autora escribe postales pintadas de poesía donde se oyen los susurros del subsuelo. Mariposas negras es un viaje por los durmientes de un tren con ecos de laburantes y mujeres que caminan con miedo por las calles oscuras.
“Es hora de que como pueblo dejemos de escribir en voz baja. Nuestra palabra se va a hacer camino a machetazos, sin pedir perdón ni permiso”. Esta frase de Nina da cuenta del grito que este libro contiene. Sus palabras abren canales desde la experiencia: una autora desde su territorio dando aleteos de poesía y realidad.
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