Las laburantes detrás de la pandemia y los mostradores

A lo largo de todo el país, son muchas las trabajadoras que hacen malabares entre las tareas de cuidado, las crianzas, la vulneración de derechos laborales y la necesidad de llegar a fin de mes agudizada por la crisis. En esta nota, la historia de Noelia, cajera del minimercado de una estación de servicio de Gerli, y su hijo de tres años, paciente de riesgo ante el Covid-19.

Por Valentina Made

—¡Noe! ¿Cómo estás? Hace rato que no te veía a vos…

—Sí, me había tomado unos días de licencia, por el nene.

Detrás del mostrador y con una máscara plástica a consecuencia de la pandemia por covid-19, se encuentra Noelia Wozny, empleada de un minimercado correspondiente a una estación de servicio, en la cual trabaja hace 13 años, ubicada en Gerli, Provincia de Buenos Aires. Su mirada y sus expresiones a simple vista describen a una mujer seria, pero si observamos mejor cada una de sus actitudes, su seriedad se debe a la concentración que tiene a la hora de hacer su trabajo. Sabe perfectamente cómo desempeñar todas las tareas y sus errores son casi inusuales.

“¿No viene más la rubiecita?” o “¿Le pasó algo a Noe que no viene?”, preguntan los clientes más frecuentes cuando ella no está presente. La realidad es que casi nunca faltó a un día laboral. Las únicas veces que se ausentó fueron, en primer lugar, por el nacimiento de su primer y único hijo en 2017. Este año, por ser el único sostén de su familia ya que, como muchas otras madres, cuida sola a su hijo de tres años y cuatro meses. 

El niño, o “Panchito”, como lo suele llamar su madre, nació con insuficiencia cardíaca y estenosis valvular aortica leve y eso lo convierte en un paciente de alto riesgo. A razón de su condición, a Noelia le corresponde no asistir al trabajo, pero el 11 de mayo regresó luego de estar de licencia 49 días, por temor a posibles llamados de atención, ya que nada ni nadie le garantiza que su licencia no sea motivo de ello. “No daba para andar arriesgando”, dice Noe, cuidando sus palabras y encubriendo eventuales disgustos por parte de sus superiores, que no sabe en qué podrían derivar. 

Para poder volver al trabajo, tuvo que pedirle a su mamá que se quede en su casa hasta un tiempo indeterminado, para ayudarla con el nene. “Mi mamá vive a veinte cuadras de mi casa, cuando empezó todo esto la llamé y le dije que se venga conmigo”, dijo. La única que sale y entra del hogar es Noelia, para generar los ingresos necesarios para comer y pagar el alquiler que ella y su hijo necesitan.

—Mamá…

—Hijito, seguí durmiendo, que yo me voy a trabajar.

—No, mamá, quedate.

—Mirá, te voy a buscar una golosina y ahora vengo.

—No quiero premio mamá, quedate.

La escena suele repetirse en cada desayuno. “No sabés qué feo se siente, esas cosas no te las esperas viste”, dice Noe en referencia a un diálogo que se presenta continuamente, con una mezcla de ternura y malestar. Porque eso es lo que le generan las palabras de su hijo, su único motor, en este momento, para seguir trabajando. Estar lejos de él es el costo para poder garantizarle una vida mejor. Cada partida significa dejarlo unas horas, pero valen la pena cuando en el reencuentro su pequeño se encuentra sano y salvo.

Las vueltas a casa cuentan con aproximadamente una hora de viaje, más un protocolo, que no sólo la involucra a ella. Al llegar, su mamá le da el celular al nene con algún video llamativo y con el audio a todo volumen para poder “desconectarlo” de la realidad unos minutos y se encierran en la pieza. Luego, Noe, con mucho cuidado de no hacer ruido, se desviste para no ingresar con ningún elemento infectado y va directo a la ducha. “Una vez que estoy toda desinfectada lo voy a saludar, con lo único que lo distraigo es con el celular, sino enseguida se te prende”, asegura. Después de cumplir con estos pasos, saluda a su niño, juega un rato con él y, si se encuentra medianamente desocupada, procede a sentarse para comer… Si es que no se le olvida.

—Si a mi hijo le agarra fiebre me re preocupo, imaginate si le agarra “un bicho de estos” por más de que digan que es leve para los chicos… Yo no sé qué tan leve es para ellos.

El contraste de las demás personas es algo que ve a diario en su trabajo, desde quienes tienen la posibilidad de quedarse en su casa para resguardar la salud de la familia hasta el otro extremo: personas que llegan a comprar a la estación con sus hijos y no implementan el uso de barbijo, una de las principales medidas que debe tomar todo aquel que necesite salir a la calle.

Los pensamientos de Noe están sujetos a su maternidad, una que lleva adelante casi
sola, haciéndose cargo de todo y que está condicionada por el estado de su hijo, que un día puede encontrarse bien pero no sabe exactamente hasta cuándo, ya que el
desarrollo de su corazón modifica su cuadro médico constantemente.

—Viene creciendo bien, pero una no sabe, viste… Ahora no sale a ningún lado, le tocaba empezar salita de tres y quedó en lista de espera, pero ya este año no va a dar para llevarlo. El que viene se verá, pero bueno… no sabemos hasta cuándo va a seguir todo esto.