La tierra se levanta

No sólo es una película. Es un manifiesto político escondido en la cámara. Una suerte de canto de batalla amplificado por el eco que devuelve la cordillera y se pierde entre balazos de goma y canto ancestral. La aventura colectiva que se deja atravesar por mil historias de arrojo y resistencia desde la montaña vigilada por weychafes heroicos y barrios de pulso mestizo que acechan a los Rafael Nahuel.

Es el registro iniciado a mediados del año 2018, a poco de cumplirse un año de la desaparición de Santiago Maldonado mientas acompañaba el reclamo por la libertad del Lonko Mapuche, Facundo Jones Huala, referente en la actualidad para propios y ajenos, de los últimos movimientos rebeldes por las tierras alambradas de Benetton y Lewis. El registro natural que no pretende ser película, pero eterniza las palabras de la madre del lonko detenido ahora en Temuco, Chile; donde insta al levantamiento social y la disputa de los territorios donde la multinacionales hieren de muerte el paisaje cordillerano. La cámara se devora horas de charla en la Lof donde Rafa Nahuel junto a otros pibes y pibas, recuperaron definitivamente su identidad mapuche. Días Junto a Isabel Huala donde el territorio recuperado es alimentado por el trabajo cotidiano, cuando se atienden los animales o se cuida del vivero, o también cuando se ejerce el control territorial de las garras del negociado turístico local. La cámara acompaña también ceremonias donde mapuche incados en la arena de una bahía, piden fuerza a la tierra para poder defenderla del mercado inmobiliario de Concepción en Chile.

La huella de Santiago que hackea el GPS de la comodidad de las frases hechas y las excusas eternas para la aventura hacia la tierra de los terroristas, que engordan el rating de Jorge Lanata y espanta hasta los gritos del gato Sylvestre, ahora mantienen un silencioso fortalecimiento hacia la raíz mapuche. Donde nacen bebes en tierra recuperada, esas que antes habían sido usurpadas por un estanciero explotador amigo del intendente. Allí donde cosechaban los ancestros y también eran cazados por el remington de los pioneros del sur.

Es una ruta circular de las voces de jóvenes y abuelas que fortalecen su espiritualidad y le dan músculo a la defensa del territorio. Contra la Prefectura Naval como en Lago Mascardi, o contra el Comando Jungla en Temuco, los cuales pretenden apagar el incendio de la pradera con un par de balazos. Pero también es el fuego rojo de Matías Catrileo que se respira caliente en las calles de Temuco, donde cada barricada es un homenaje al weychafe emboscado por una bala carabinera, donde las marchas no son un desfile de caricaturas de dirigentes, sino una oportunidad para probar la puntería contra los asesinos de sus compañeros.

El registro muestra la montaña donde sólo suben los mapuche y los wenuy (amig@s), custodiados por los cóndores guardianes desde las alturas, que salen a saludar nuestro paseo con la nieve al pecho, desde donde se observa el avance inmobiliario y la reflexión precisa sobre el presente de lucha y un futuro que acecha contra todo lago cristalino que mira de reojo el alambrado que raspa las orillas. El mapuche que descubre el proceso, primero doloroso, que representa el abandono de esa vida que no cierra y se vuelve pesadilla cuando durante la noche los sueños se vuelven febriles. Y luego la fortaleza espiritual donde se reconcilia la historia llena de polvo, mentiras y la sangre mapuche que no permite al espejo mentir. Esa fortaleza circular que recupera el saber ancestral, y al mismo tiempo, es práctica pedagógica para quienes vuelven a los territorios. De modo que los testimonios compartidos son el resultado del intercambio político desde los territorios desparramados en la rebeldía contra forestales, empresarios y el mismo estado chileno y argentino.

La palabra del Lonko Facundo rompe con la atmósfera y el pulso del relato, cada vez que aparece arengando la lucha anticapitalista de todos los pueblos explotados, de todos los que se organizan para sostener la defensa de los humildes, de todos los que se animen a trascender el discurso lavado en reformismo. No hay palabras de lamento en la garganta de Facundo, hay denuncia, pero sus palabras incendian el micrófono y los oídos libertarios. El lonko no se guarda nada en cada intervención ante la prensa sorprendida, esta apurado y sin tiempo, aunque el proceso último sea artesanal y paciente, mientras el estado no para de firmar leyes antiterroristas y las bestias de acero continúan devorando cada bosque milenario. No hay pasado ni futuro, es ahora para Facundo. Es ahora el llamado para volver con los hermanos. Es urgente la acción consecuente de las personas consientes ante la injusticia cotidiana y la politiquería barata.

El humo constante en la estética y el registro propio de la aventura, se desprende naturalmente de las marchas por presos políticos, de la cicatriz en el aire que deja una molotov y del fogón que sostiene la guardia nocturna, cuando un dron del comando jungla se confunde con esa bóveda estrellada del cielo de la Araucanía y visita el campo ya desalambrado. El humo es atmósfera todo el tiempo en el transcurso del registro que muta en documental. El humo es la leña recolectada bajo copones de nieve. La ropa ahumada es olor a bosque patagónico y noche de invierno bajo cero grados. La música se vuelve compañera sonora del acento rebelde mapuche pero se transforma en opresiva e insoportable cuando vigila cínicamente el inicio y las imágenes que escupe la televisión y la ciudad de los malos aires. Cada atmósfera musical tiene el sello imborrable de los territorios visitados, como cuando viaja frente al océano pacifico de espalda a la rogativa ancestral Mapuche junto al mar.

La tierra se levanta es acaso una herramienta política que se desprende del camino iniciado, justo cuando terminaba el de Santiago Maldonado y Rafa Nahuel, cuando Santiago habría una ventana que mostraba ese paisaje de humo y resistencia ancestral, de subversión desde la raíz. Cuando Rafita lastimado de los barrios del alto de Bariloche, donde la falta de oportunidades es sentencia eterna, despertaba ante el susurro ancestral que cura cualquier herida y fortalece el espíritu junto con los puños. Ese fue el punto de partida para meter la pala en la historia enterrada, y al mismo tiempo, es un final donde las películas ya no alcanzan y la cámara queda en el fondo de la mochila.