La flor de la resistencia: Bella Ciao en el Parlamento Europeo

Por Editorial Sudestada

El neofascismo se impuso en Francia y en Italia, y en Alemania quedó como segunda fuerza. Y tal como sucede en nuestro país las extremas derechas logran avanzar -paradójicamente- a través del voto popular. Por confusión, por expansión del racismo y el clasismo berreta, por la instalación del odio y la falta de conciencia, por el “sueño” de los privilegios, por políticas que no estuvieron a la altura, y por miles de razones que nos siguen llevando a una reflexión plena. Lo cierto es que luego de décadas de silencio y sombra, el fascismo se impone, no debajo de una esvástica, de capuchas blancas, de Golpes de Estado, de “águilas tatuadas”, sino en nombre de la falsa “libertad”. Ya no necesitan golpear cuarteles, ahora el mismo pueblo es capaz de votar a sus verdugos.

Pero frente a semejante realidad que sacude al planeta, está la resistencia. Siempre está la resistencia. Y Bella Ciao en las calles europeas es un himno que se expande, que sigue resonando cuando el pueblo comprende que al fascismo se lo enfrenta con la palabra y el cuerpo, con una construcción profunda, y sin descansar ni resignarse.

Tal vez esta canción nos conmueva, nos levante cuando todo se torna perdido, cuando nos nublan el horizonte, cuando la “esperanza” está en aquellos que hasta con hambre aplauden a los mismos que los empobrecen. Quizás retomar aquellas luchas italianas contra el fascismo, y de nuestro pueblo contra todos los atropellos, sean la guía para que las extremas derechas mundiales se choquen de frente con los derechos que no resignamos, contra las diversidades que no bajan la cabeza, contra las humanidades que defienden la humanidad, y contra un futuro de los pueblos que -a pesar de todo- sigue resistiendo.

La flor de la resistencia, en todos los rincones, en todas las trincheras, en un mundo distópico pero con mucha historia encima. Ésa. La que siempre escriben los pueblos.

Que no nos dobleguen. Que no nos caguen la cabeza y el corazón. Están ellos. Pero también está la conciencia y el compromiso. Estamos nosotros, y no estamos solos.