La fiesta del sol: el año nuevo de los pueblos originarios

Foto: Identidad Marrón

Por: Camila Brizuela

Junio es un mes especial para los pueblos originarios, ya que, con la llegada del solsticio de invierno, empieza su nuevo año: el 5529 para el calendario de las comunidades. Durante esta festividad, que finaliza hoy, el sol es el gran protagonista, porque está relacionada con los ciclos de la naturaleza.
La celebración de la fiesta del sol coincide con la noche más larga del año y con el día más frío porque la Tierra llega a su punto máximo de lejanía respecto del sol. La ceremonia consiste en compartir música, comidas típicas, cantos, ofrendas y rezos hasta llegar al día siguiente para, muy temprano, recibir el amanecer y venerar al sol con la aparición de los primeros rayos, para conectar con su fuerza y agradecer un nuevo año de vida.
Así como los árboles desprenden sus hojas para renovar el fruto durante la primavera, los pueblos indígenas dejan lo malo atrás y renuevan sus energías cada 24 de junio. Mariana Millanaou es mapuche y forma parte del pueblo Puelmapu, en Río Negro y también es integrante del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir. Ella cuenta que esta fecha es importante para fortalecerse, cambiar de ideas y repensar el estilo de vida que cada uno lleva. Es un proceso de cambio y evolución que comparte la naturaleza en general.
Los mapuches celebran el nuevo ciclo en comunidad. Durante tres días se reúnen cerca de un lago, rodeado por montañas y vegetación para conectar con la naturaleza, donde se generan espacios de charlas y reflexión entre ellos: es momento de pensar sobre cómo atraviesan la pandemia, cómo viven sus familias y la comunidad, qué enseñanzas les dejaron sus ancestros y cómo cuidan al planeta Tierra. Además de participar de otras ceremonias privadas que están al resguardo y no las comparten públicamente, porque vienen de sus ancestros. 
Para el pueblo mapuche, el inicio del nuevo año marca el fin del periodo de cosecha y el comienzo de otra época de siembra. Para ellos, el sol nace cuando llega el invierno, y comienza su nuevo ciclo, en primavera se convierte en adulto, durante el verano envejece y muere en otoño. En su pueblo, la ceremonia más fuerte comienza el 23 de junio por la noche: todas las familias se reúnen frente a un fogón para escuchar los relatos de los miembros más grandes del grupo, con la presencia de los platos típicos para degustar, especialmente preparados para el acontecimiento. 


Durante las primeras horas del día 24, todos se acercan al arroyo o río más cercano para bañarse y realizar un ritual de purificación. El objetivo del rito es estar limpios de cuerpo y espíritu antes de recibir el nuevo sol y, por ende, también al año nuevo. Luego del baño, se realizan rezos individuales y grupales para dar inicio formal a la celebración. Al regresar a sus hogares, las familias tocan instrumentos típicos y bailan para festejar el comienzo del año.
“Esta conexión que los pueblos originarios sentimos con la naturaleza viene de ese amor por la mapu – la Tierra -, que es la que tenemos todos nosotros y por la que tanto luchamos y defendemos”, dice Mariana, para entender la importancia de estas celebraciones en su comunidad. Ella explica que, más allá de la veneración al sol del 24 de junio, la organización es durante todo el mes, ya que, a través de diferentes rogativas y pedidos, se preparan con anticipación para llegar bien al nuevo año, internamente y en comunidad. 
La fiesta del sol, Wiñoy Tripantv para el pueblo mapuche, Inti Raymi para la comunidad Quechua, el Ara py”ahu para los guaraníes y Mara T’aqa en Aymara, entre otras maneras de nombrar y sentir este momento para otros pueblos, está compuesta por diferentes actividades que se realizan desde el 21 hasta el 24 de junio, y que dependen de cada nación. Puede incluir bautismos, juegos populares y ceremonias rituales. 
Si bien la fiesta del sol estuvo prohibida durante mucho tiempo por los colonizadores y la religión católica, que imponían castigos a todas las personas que realizaran el ritual, recién a partir de 1942 volvió a celebrarse en forma pública. Pero hoy en día ya es un símbolo de descolonización y de resistencia, que todos los pueblos originarios conmemoran con orgullo y con la intención de celebrar la relación entre la madre tierra, el sol, la familia, la cultura, sus tradiciones y su historia.