La carrera: no es lo mismo respirar que vivir es una obra de teatro independiente de Jowy Szryk, dirigida por Federico Nanyo, con música de Eliana Rosales que va por su tercer temporada los viernes en el Espacio Aguirre. La puesta en escena dura 45 minutos donde un cronómetro nos indica que el tiempo se acaba y cada unx en el escenario tiene los segundos contados para llegar a su meta. Oscuridad total, caos, la desesperación voraz por lograr objetivos y alcanzar metas imaginarias. LLegar para pertenecer, mostrar para existir. El tiempo va en cuenta regresiva y Valeria, Manuel, Clara y Leo están apuradxs para llegar… ¿A dónde? Ni ellxs lo saben, dice la invitación a La carrera.
Por Natalia Bericat
El tiempo vertiginoso del presente se introduce en esta obra para dar cuenta de un ritmo acelerado y angustiante. ¿Hacía dónde corremos? ¿Para qué? ¿Qué nos obliga a poner el pie en el acelerador? son algunas de las preguntas que se desprenden luego de ver La carrera: no es lo mismo respirar que vivir. Una luz roja, con 45 minutos en cuenta regresiva, cubre el escenario detrás de los personajes dándole a las escenas una pulsión que alterna desde la quietud hasta el paso acelerado. El color negro resalta en el vestuario y en la escenografía para mostrar una monotonía, un paño que unifica cada historia y le da un tinte que relampaguea ansiedad, opresión y nerviosismo. Las voces alternan el abanico de sonidos entre el susurro y el grito dejando ver ese estado de incertidumbre que provocan los mandatos y el discurso social de la meritocracia. A un costado del escenario, recibiendo las miradas y las palabras de estos cuatro personajes, un cello le pone ritmo a la carrera. Aceleración y freno son los extremos que se dibujan en los rostros de los protagonistas.
Valeria, Manuel, Clara y Leo representan a diferentes estereotipos sociales. Cada uno con una carrera propia, pero al mismo tiempo con rutas que se cruzan y se chocan. Una carrera contra uno mismo también es una carrera contra otrxs que quieren llegar a ese lugar idílico y soñado que la sociedad impone. Vemos esta obra escuchando esas frases que nos repitieron durante siglos: “¿Para cuándo el bebé?”, “¿Cuándo te dan el ascenso en el trabajo?”, “¿Para cuándo el título?”. En esta carrera no hay opción para respirar, para el ocio y la creatividad. Ser productivo es la exigencia que se desprende de cada relato personal en esta obra.
Es La carrera una obra que refleja la alienación con la que este sistema nos mantiene en movimiento, apostando a lo individual y con la idea de que lo colectivo no sirve. “Uno solo llega” es el mensaje. Uno solo que llega a esa meta que idealizamos mientras la vida nos pasa por delante de los ojos. Esta obra muestra también como llevamos impresos los mandatos sociales: “las nenas se comportan”, “eso no se hace”, “lo importante es lo que parece”. Una vez más el teatro y el arte dando cuenta de una realidad que nos atraviesa. Una realidad que pasa a alta velocidad mientras miramos las pantallas y dejamos de mirarnos en el espejo.