La burla y la discapacidad

El periodista Nicolás Wiñazky se quiso hacer el gracioso sobre Wado de Pedro y su tartamudez. No es chistosa la discriminación.

Por Revista Sudestada

El operador televisivo Nicolás Wiñazky se ganó el repudio de buena parte del arco político por su comentario sobrador y burlón sobre la condición de “tartamudo” del ministro del Interior, Wado De Pedro. El funcionario grabó un mensaje oficial que justificaba la decisión del gobierno de recortar la coparticipación de la Ciudad de Buenos Aires, y sobre ese video se refirió el operador de TN.

Si dejamos a un lado la historia del trastorno de De Pedro (vinculada al secuestro de sus padres durante la dictadura militar, cuando era apenas un niño) y más allá de las críticas recibidas por el comunicador por su tono sobrador (incluso aquellas que lo cuestionan por su condición física, también cuestionables), Wiñazky y otros como él deberían replantearse en todo caso cuál es el problema que algún político o funcionario padezca alguna discapacidad o un trastorno físico o del habla.

¿Por qué nadie naturaliza que la política pueda estar en manos de personas con trastornos y discapacidades y sí, en todo caso, de funcionarios que no expresan el mínimo grado de sensibilidad social o moral sobre la vida de millones de pobres y excluidos? ¿Por qué es motivo de burla la dificultad en el habla de un funcionario y no la dificultad para empatizar con el trabajador en tantos periodistas de medios hegemónicos, siempre dispuestos a defender los intereses de sus patrones? ¿Por qué poner el acento en el trastorno de un funcionario y no cuestionarlo por su gestión, en todo caso? ¿Por qué es aceptable que la prensa y los políticos de cualquier sesgo partidario operen en favor de intereses individuales, privados o patronales y no, en todo caso, que puedan trabajar en la función pública o en el periodismo hegemónico personas con discapacidades? ¿Todavía es aceptable que un comunicador se burle en vivo de un político por un trastorno del habla pero nos parece exagerado hablar de mercenarios, operadores y felpudos ocupando todos los espacios televisivos?

En todo caso, es hora de subrayar algunas certezas: las personas con discapacidad pueden ocupar cargos públicos o espacios en la prensa perfectamente, e incluso podrían reemplazar con idoneidad y sensibilidad a aquellos corruptos, miserables y mentirosos que hoy ocupan sitios de privilegio en la política y en la prensa hegemónica.