Por Inés Mazzara
A partir del primero de marzo, distintas escuelas a lo largo del país comenzaron a abrir sus puertas luego de casi un año de trabajo virtual. Sin embargo, el inicio del ciclo lectivo 2021 fue muy distinto: barbijos, alcohol, distanciamiento y burbujas sanitarias para les chiques que volvieron a las aulas.
El Gobierno Nacional consideró una prioridad el retorno a clases presenciales para jardín, primaria y secundaria. El problema es que esta decisión fue tomada en un contexto sanitario alarmante. Al día de hoy, el porcentaje de ocupación de camas de terapia intensiva es del 55,7% en el país y del 59,2% en el Área Metropolitana Buenos Aires. Además, se registraron 12.936 contagios nuevos, la cifra más alta en los últimos dos meses.
Entonces, ¿por qué se vuelve a las aulas? Esta medida se entiende en el marco de un proyecto político que considera la presencialidad como un factor clave a la hora de garantizar el acceso a la educación. Además, Mariana Bruzzo, psicóloga y docente, y consultada por Sudestada, explica que “la vuelta a clases es fundamental en tanto garantiza ciertos derechos y posibilidades de desarrollo, tanto en la infancia como en la adolescencia. Por un lado, porque la institución escolar es el espacio privilegiado para la socialización con pares y para el encuentro con otros. Por el otro, es un modo de garantizar el acceso a los bienes culturales y el derecho a la educación. Entonces, para cualquier niñe o adolescente, poder ir a la escuela les permite desarrollarse tanto social, como emotiva y cognitivamente”, explica Mariana.
A esta problemática vinculada al desarrollo de les jóvenes, se le suman los problemas vinculados a la desigualdad. En las villas de Buenos Aires la conectividad es un privilegio. Acorde con un informe de UNICEF, en Argentina menos de la mitad de los hogares cuenta con acceso fijo a Internet de buena calidad en la señal y 1 de cada 2 no cuenta con una computadora disponible para usos educativos. En ese sentido, Mariana cuenta que “las poblaciones más vulnerables se han visto mucho más impedidas de tener garantizados esos derechos por las dificultades en el acceso a las clases virtuales y a los materiales.”
¿Están las condiciones dadas? Julieta Pérez (nombre ficticio para resguardar la fuente a pedido de la misma), docente de primaria de la Ciudad de Buenos Aires, reconoce la importancia de que les niñes se reencuentren con sus compañeres, que puedan recomponer los vínculos y aprender de forma colectiva e interactiva en nuevas Instancias que habían quedado relegadas durante la virtualidad. Sin embargo, cuestiona los protocolos propuestos por el gobierno: “no están dadas las condiciones estructurales ni sanitarias para un regreso a clases presenciales”. Y agrega, además, que lo más preocupante es “la actitud del gobierno de naturalizar la situación sanitaria”.
Algunas de las medidas más importantes que prevé el protocolo aprobado, tanto por el Gobierno de la Ciudad, como por el de la Provincia de Buenos Aires son: el uso de tapabocas obligatorio y de forma constante; el control de temperatura, que deberá ser menor a 37.5 °C; el ingreso y los recreos escalonados; el lavado constante de manos; la sanitización de todos los objetos; el distanciamiento de 1,5 metros; la ventilación permanente de los espacios y las burbujas sanitarias.
“Las medidas sanitarias planteadas por el Gobierno de la Ciudad, en la práctica descuidan a la población”, declara Julieta. En la escuela en la que ella da clases, los cursos están divididos en dos grupos de aproximadamente 15 personas, que alternan entre presencial y virtual semana a semana. “Existen varios problemas con esta modalidad. Por un lado, se supone que las burbujas tienen que ser de hasta 10 personas. Por el otro, hoy en día tengo 6 grados divididos en dos burbujas, por ende, en total tengo 12 burbujas por las que me voy trasladando. Entonces, no tiene mucho sentido porque no son cerradas y herméticas como deberían ser”, explica Julieta. Otra problemática que plantea es que aún muches de sus colegas, inclusive ella, aún no están vacunades o no recibieron la segunda dosis.
En ese sentido, Lila, directora de jardín, explica que en el nivel inicial hay une sole docente a cargo del grupo. Por eso, la puesta en práctica de esta modalidad semipresencial en jardín es menos compleja en tanto no hay tanta interacción entre burbujas. Por otro lado, el jardín en el que ella trabaja logró reabrir sus puertas luego de varios reclamos edilicios que fueron resueltos por las autoridades de la Provincia. “Creo que este gobierno tiene a la educación como una prioridad, por eso estamos volviendo a las aulas. Sin embargo, los problemas de infraestructura son difíciles de resolver por los costos y porque, además, es algo estructural. Nos acostumbramos a dar clase en las peores condiciones. No hay que olvidarse que hace tres años murieron una directora y un auxiliar porque volaron por el aire… En Provincia, si bien está el programa Escuelas en Obra, creo que no es suficiente. Es algo que está pendiente y que tiene una larga historia. Revertirlo va a llevar mucho tiempo”, explica Lila.
¿Cómo viven les pibes?
Para muches chiques la vuelta a clases presenciales y el reencuentro con amigues, compañeres y docentes era una de las cosas que más esperaban. Les pibes del centro de estudiantes del Nacional Luis Pasteur cuentan que la experiencia fue muy satisfactoria, a pesar de la incertidumbre y la confusión que genera la nueva normalidad. Sin embargo, “en la situación sanitaria que estamos no creemos que valga la pena”, explicaron.
Una de las preocupaciones de cara al inicio de clases presenciales era si les chiques iban a poder respetar los protocolos. Les pibis del Luis Pasteur cuentan que los protocolos son simples y pudieron adaptarse fácilmente. La dificultad que destacan es que las dimensiones de las aulas no permiten mantener la distancia de 1,5 metros. Así, ciertas costumbres de la vieja normalidad han sido desplazadas. Por ejemplo, cuentan que ya no pueden “amontonarse” a charlar. Sin embargo, a pesar de estas complicaciones, sostienen que la mayoría de les compañeres son conscientes y responsables a la hora de cumplir con las medidas sanitarias.
Por su parte, Lila explica que, para su sorpresa, la respuesta de les alumnes y sus familias fue muy grata. “Vemos que hay mucha responsabilidad. Les chiques respetan los protocolos, la distancia, se dejan los barbijos, incluso se han apropiado del hábito de saludarse con el puño. Han podido trasladar a ese puño la ternura y la cercanía del beso”, relata.