Gritar en el silencio: la eterna búsqueda de Darío Jerez

Por Gonzalo Niggli

En las mismas playas donde el mar no fue cómplice del Terrorismo de Estado, Darío Jerez salió a cumplir con su trabajo, sin saber que los caminos del poder y el silencio lo esperaban en la esquina que hoy, lleva su nombre.

Era 2001 y Darío vendía golosinas, gestionaba créditos, y como tantos asalariados, sobrevivía en una Argentina herida. En una mañana de octubre, cerca del mediodía y en un cruce de calles de Santa Teresita, fue visto por última vez.

Cinco hombres se sentaron en el banquillo de los acusados, pero los jueces no vieron el crimen. Jorge Grande, Daniel López, Cristian Ibarra, Alejandro Muñoz y Carlos Subirol, entre el poder político y económico local, fueron señalados por encubrimiento. El juicio de 2013 los absolvió, con argumentos que sonaban a complicidad, no a justicia. El poder no juzga a sus propios fantasmas y el expediente se cerró, pero la verdad sigue esperando, desde hace tres años, en la Comisión Interamericana de los derechos Humanos.

¿Quién(es) se llevan a un hombre y lo desaparecen? ¿Quién(es) hacen que el miedo y la codicia te borren del mapa? ¿Cómo se vive sin encontrar más que sombras? ¿Cómo se carga con la certeza de que las instituciones que debían protegerte se convirtieron en cómplices del olvido? Los encubridores lo saben, pero se callan.

Pero la memoria es rebelde. Cada 25 de octubre, la comunidad se organiza, la palabra se sostiene como una bandera, el arte se convierte en una trinchera. Porque aquí, en Santa Teresita, el pasado no es solo historia: es herida abierta, lucha en marcha. Y aunque los jueces absuelvan, aunque el tiempo prescriba lo que no se debe olvidar, el grito de justicia sigue latiendo. “Darío somos todos”, se grita, y es cierto.

Porque en cada paso, en cada marcha, Darío no es solo un nombre, es una causa. Y su ausencia es presencia, es angustia y es dolor.

Veintitrés años han pasado desde que Darío Jerez salió de su hogar en Santa Teresita y nunca regresó. Su ausencia se siente como una herida abierta que el tiempo no puede sanar, pero su familia no ha dejado de luchar. Julián Jerez, uno de sus hijos, nos invita a recorrer ese camino de dolor y resistencia. En sus palabras, el silencio de la justicia se transforma en un grito incansable y en un eco que resuena en cada rincón de la comunidad.

En esta conversación, Julián reflexiona sobre la injusticia, el rol del poder político local, y el largo camino recorrido en busca de respuestas, con la convicción de que Darío no es solo su padre desaparecido, sino una ausencia que pertenece a todos. Su historia es la de una batalla contra el olvido, en la que la verdad sigue siendo el horizonte que, aunque distante, nunca dejarán de perseguir.

– ¿Qué pasó y quién era Darío al momento de su desaparición?

Darío Jerez era un trabajador de La Costa. Un padre de familia con 3 hijos. Salió a trabajar el 25 de octubre de 2001 como todos los días. Tenía que volver a su casa al mediodía, no volvió y a partir de ahí lo empezamos a buscar. Después de 12 años de su desaparición llegamos a un juicio donde fueron imputadas 5 personas por el encubrimiento de su desaparición, tres de esas personas eran funcionarios municipales. Toda esa gente, en la actualidad, camina impune por la calle.

– Ya tienes la edad de tu padre cuando fue desaparecido. ¿Qué emociones te genera esta similitud en la vida?

Esto genera un montón de sensaciones encontradas. Nuestros padres siempre son más grandes que nosotros, pero Darío quedó eternizado en esa imagen de hace 23 años. Es algo raro. El tiempo nos pasa a todos, pero él quedó en esa eternidad.

– ¿Cómo lidias con la ausencia de Darío en los momentos importantes de tu vida?

Tenemos todo el tiempo la ausencia de Darío. Siempre pensamos cómo hubiera sido nuestra vida si no lo hubieran desaparecido. Hoy a la tarde podríamos estar tomando unos mates con él, podría estar cortando el pasto, viendo crecer las plantas con mi mamá, viendo crecer a sus nietes. Su ausencia es permanente. Los delitos como la desaparición de personas son delitos que se cometen todo el tiempo, todo el tiempo falta esa persona. Los encubrimientos de las desapariciones son encubrimientos que se hacen todos los días. La gente que sabe dónde está Darío y qué fue lo que hicieron con él y no nos lo dice está cometiendo ese delito, ocultando lo que sabe todo el tiempo, en cada minuto que pasa.

– ¿Cómo describirías la sensación de vivir sin respuestas claras durante tantos años?

Es horrible porque es una incertidumbre constante. Sin embargo, esa incertidumbre también es un gran motor de acción y de lucha. Ese “no saber” que tenemos todo el tiempo es una constante búsqueda de “saber” y de saber para hacer justicia y para que no le pase nunca más a nadie. Esa incomodidad es motor de lucha.

– ¿Cómo ha sido el proceso de lucha con la justicia para tu familia?

En una lucha que lleva 23 años hasta hoy y hemos tenido altibajos, momentos de mayor fortaleza y de debilidad. Pero nunca bajando los brazos. En eso Vivi, es fundamental por haber sido la primera de toda la familia en ponerse esta lucha al hombro y sacar adelante la pelea con menos de 40 años, tres hijos, tratando de que sobrevivamos desde octubre de 2001, buscando a su compañero desaparecido. Vivi para nosotros y para toda la lucha por justicia por Darío Jerez es fundamental. Es también, para mis hermanos y para mí, alguien que nos ha marcado el camino. Pero sabemos también que la historia no arranca con Vivi ni arranca con nosotros. Estamos parados sobre un montón de luchas por justicia, de luchas por memoria, verdad y justicia anteriores. Madres y abuelas de Plaza de Mayo son nuestras máximas referentes también para nosotros.

– La causa pasó por varias instancias judiciales. ¿Cómo interpretas la actuación del sistema judicial en el caso?

A la luz de los resultados, después de 23 años, la actuación del poder judicial para nosotros es floja, pero nos hemos cruzado también con buenos funcionarios judiciales, con fiscales comprometidos. Es una sensación agridulce. Logramos llegar a un juicio después de 12 años donde se juzgó a los acusados del encubrimiento. Tres de ellos eran funcionarios municipales: Jorge Grande, Cristian Ibarra y Daniel López, padre del actual concejal que lleva el mismo nombre, además de Carlos Subirol y Alejandro Muñoz. Los jueces de Dolores absolvieron a todos con el argumento, vergonzoso a nuestro criterio, de que no se encontraba probada la desaparición de Darío. Solo faltaba y eso no es delito. Apelamos esa decisión y tanto la Cámara de Casación como la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires dijeron que ese argumento para absolver a todos los imputados estaba flojo de papeles y resolvieron que el juicio debía realizarse nuevamente. En todo este periplo pasaron muchos años y cuando la causa volvió al Tribunal de Dolores para que el juicio se realizara, dictaron su prescripción. Esto motivó que la Comisión Provincial por la Memoria presentara el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y actualmente estamos en la etapa de admisibilidad del caso. Esperamos que lo resuelvan lo más pronto posible.

– ¿Crees que el caso de Darío se hubiera manejado de una forma diferente si el poder político no hubiera encubierto los hechos?

Si el poder político no hubiera encubierto los hechos tal vez no hubiéramos llegado a 23 años de lucha sin saber qué hicieron con él. Claramente la función del poder político de aquella época, de los funcionarios encubridores, ha sido garantizar la impunidad. La historia hubiera sido otra si no hubieran actuado de la manera que actuaron, de eso no me cabe ninguna duda.

– ¿Cómo crees que la comunidad costera se ha visto afectada por la desaparición de un vecino de Santa Teresita y el encubrimiento de la misma?

Muchas veces pensamos que las desapariciones son cuestiones individuales o de grupos chiquitos. Pensamos que le pasó a Darío Jerez, que le pasó a su familia, o a sus cercanos y na da más y que quizá con el acompañamiento y la colaboración una vez por año es suficiente. No tomamos en cuenta que la falta de un vecino no solo es dolor para su familia, la falta de esa persona es a su familia, a la comunidad, al Partido de La Costa en este caso. Falta una persona. El daño es a toda la comunidad. Y no solo es el daño, también, si se conserva la impunidad de los responsables es algo riesgoso para la sociedad actual. Porque no es algo que solo pasó hace 23 años y que no puede volver a pasar. Peleamos todo el tiempo en contra de esa impunidad para que no le vuelva a pasar a nadie, porque ese es un riesgo que existe.

– El silencio en torno a la desaparición de Darío sigue siendo un tema sensible. ¿Cómo enfrentan ese silencio y la falta de respuestas?

Frente al silencio nosotros lo que hacemos es gritar más fuerte, y gritar todo el tiempo que podamos. Y si se nos desgarra la garganta vamos a seguir gritando. Porque me parece que cualquier crimen, cualquier situación injusta frente a la que no se grita, corre el riesgo de quedar impune, y los responsables de las injusticias lo que buscan es que las víctimas se queden calladas, en silencio, tranquilas, sin hacer nada. Todo para garantizarse la impunidad y no hacerse responsables de lo que hicieron. Hay silencios de medios de comunicación, en el poder judicial, en los poderes ejecutivos, en los poderes legislativos, en los poderes económicos. Frente a eso nosotros gritamos, hacemos ruido. Salimos a la calle, salimos de casa. Buscamos apoyo comunitario, buscamos juntarnos, abrazarnos, hacer música, hacer arte, subirle el pote al parlante, que suene fuerte. Hacemos memoria haciendo ruido, pero también me parece que es un arma simbólica para asustar a los malos, para que sepan que estamos y que les dé un poco de miedo volver.

– ¿Qué significa ver que algunos de los implicados en la desaparición de Darío continúan en posiciones del poder político local?

Que algunos de los imputados por el encubrimiento de la desaparición de Darío estén en posiciones relevantes del poder político local nos hace ver que con nuestro reclamo no le llegamos a la suficiente cantidad de gente y eso genera que haya mayorías relevantes dentro del Partido de La Costa que consideren que pueden ser buenas opciones electorales las mismas personas que hace 23 años se encargaron de la desaparición de un buen tipo y su posterior encubrimiento. Eso nos genera motivación para redoblar esfuerzos y también para buscar más voces, además de la nuestra, que denuncien esta situación. Porque está a la vista que nos quedamos cortos en llegarle a todo el mundo. Hay gente a la que no le llegamos y considera que son buenas opciones, entonces tenemos que gritar más fuerte.

– En las elecciones del año pasado el apellido López volvió a ser candidato a intendente. Qué significa ese apellido en la historia de la familia Jerez

El apellido de Daniel López es el de una de las personas imputadas, de la misma manera que el apellido de Jorge Grande, el de Cristian Ibarra, el de Alejandro Muñoz o el de Carlos Subirol. No solo son los imputados por el encubrimiento de la desaparición de Darío Jerez, son quienes consideramos que saben qué fue lo que hicieron con Darío y garantizan todos los días la impunidad de esa desaparición, la falta de Darío a su familia y a toda la comunidad.

– ¿Qué significado tiene que la imagen de Darío hoy sea un espacio comunitario, o esté en aulas educativas como bandera de lucha social y comunitaria?

Para nosotros eso es maravilloso y es un gran orgullo. Que la cara de Darío sea bandera en la lucha por la justicia y que trascienda también el dolor individual de la familia que busca a un integrante, eso que se queda corto. Necesitamos que las luchas sean sociales, comunitarias. La lucha por la justicia es de todos y se aborda desde los ámbitos más diversos. Se hace memoria desde los ámbitos más diversos. Tenemos que hacer memoria para no repetir las partes más oscuras de nuestra historia.

– ¿Por qué no buscaron acciones violentas como protesta y decidieron hacer marchas?

La elección de las marchas como método de protesta. La ausencia de la violencia. Creo que se dio siendo conscientes de que al reclamo lo íbamos a tener que sostener en el tiempo. Nos llena de bronca la desaparición de Darío, del marido de Vivi, del papá de Juli, Juaco y Germi, sí. A veces tenemos ganas de romper cosas. Sin embargo sabemos que tenemos que sostener esto en el tiempo y tenemos que tratar de llegar a la mayor cantidad de gente posible que comprenda el reclamo. Prender fuego cosas, romper vidrios, a veces genera como una explosión en el reclamo que no se puede sostener. No podés estar rompiendo cosas todo el tiempo. Sería como correr una carrera de velocidad y me parece que la búsqueda de justicia que nos toca es correr una carrera de resistencia.

– ¿Qué esperanzas mantiene la familia actualmente tras más de dos décadas de búsqueda y de enfrentarse a tantos obstáculos legales y políticos?

Esto que voy a decir es algo que me pasa a mí, no es algo que le pase a mi familia. Desde hace un tiempo a esta parte pienso que me puedo llegar a morir sin saber qué fue lo que hicieron con Darío. Es una de las posibilidades. Me levanto todos los días pensando y buscando hacer cosas para que la gente que sabe qué fue lo que hicieron con Darío nos lo diga, se lo diga a alguien, para que esto de alguna manera se sepa. Pero puede pasar que no. Eso puede ser a veces medio desmotivador, porque es saber que estás dando una pelea que es probable que no ganes. Y sin embargo, frente a ese mensaje que puede ser totalmente pesimista tengo la suerte de haber podido resignificarlo y saber que si me toca morirme sin saber qué fue lo que hicieron con Darío yo voy a seguir peleando todos los días igual. Porque es lo que sé hacer, es lo que me ha enseñado Vivi, es lo Darío se merece y pienso que con esta pelea diaria capaz que asustamos un ratito a los malos que siguen impunes y capaz que zafamos que tengan la idea, de que se les ocurra poder hacérselo a otra persona. Esto que digo es una visión personal, lo que piense mi familia habría que preguntárselo a ellos. De lo que no me cabe ninguna duda es que esta lucha diaria la vivimos todos. Y eso también me pone muy orgulloso.