Gaza: Un cementerio que sangra

Por Editorial Sudestada

Frente a masacres diarias, a bombardeos constantes, a escuelas-refugios destruídas y humanidades arrinconadas contra el paredón de la peor miseria humana, de un pan de exterminio que el mundo elige no ver, y con un genocidio que sangra y lastima minuto a minuto; resulta muy complejo afirmar la cantidad de víctimas fatales de cada acción criminal israelí. También es una decisión. ¿Cómo podemos mencionar si fueron 35, 40, o más vidas arrebatadas -solo este domingo- si bajo los escombros no sabemos cuántas personas hay, si no tenemos noción de cuántos cuerpos fueron esfumados por las bombas, si hay niños de los que no queda ni los dientes, si en un año el sionismo asesinó a más de 43.300 palestinos, contabilizados. Pero también hay más de 100 mil heridos. Se calculan más de 10 mil personas que no se sabé dónde están sus cuerpos. Un niño es asesinado cada 10 minutos, y dejemos de contar, por favor.

Pero a la vez Israel blinda las fronteras para que no entren alimentos, ni agua, ni energía eléctrica, ni combustible. Y la hambruna es otra arma de destrucción masiva. Y Gaza es una cárcel a cielo abierto. Y los fusilamientos no cesan. Y la humanidad se rompe y astilla. Y quien nombra a Gaza, quien levanta la bandera palestina, es denunciado por “apología al terrorismo”. Pero este genocidio lleva décadas, y no llegamos siquiera a imaginar lo que significan las generaciones arrasadas, y la sangre derramada.

¿De qué manera podemos afirmar cuántas personas fueron ejecutadas este fin de semana en Gaza, si hoy duele más, mañana seguirá sangrando, y todo esto pareciera
no dolerle al mundo cómplice, funcional, y servicial de los poderes invasores y asesinos como Israel y los EEUU? Si pareciera que nada sucede luego de cada masacre, de la enorme cantidad de niños ejecutados, de ancianos asesinados, de mujeres destruidas, de hombres fusilados, de civiles víctimas de una ocupación y de un exterminio, que para la agenda mediática, duele menos que un perro atropellado en New York, o un israelí esguinzado que corre por algún piedrazo que vuela desde Gaza.