Gabriela Montaño: “Las decisiones del gobierno tienen que tener fortaleza en el tejido social”

La médica y política feminista Gabriela Montaño fue ministra de Salud durante el último año de la presidencia de Evo Morales. En esta entrevista con Sudestada, un repaso del último año en Bolivia: del Golpe de Estado y el exilio, hasta el apoyo argentino y el retorno de la democracia.

Por Emilio Mendoza

Corría el 12 de noviembre del 2019 en Bolivia. El Golpe de Estado ya era un hecho. Gabriela Montaño esperaba junto a Evo Morales y Álvaro García Linera la orden para abordar el avión de la Fuerza Aérea mexicana. El destino era incierto, las órdenes para despegar no llegaban, Perú, Chile y Brasil negaban su apoyo para que pudieran pasar a repostar en su territorio. El Aeropuerto de Chimoré, que había sido su refugio en los últimos 2 días, comenzaba a quedar cercado por las hordas golpistas, cuando Álvaro tomó la radio. “Si no autoriza el despegue, lo responsabilizo a usted de la vida o la muerte de los que aquí estamos”, le dijo al jefe de las Fuerzas Armadas. Finalmente, la orden de partida llegó, y Evo, Álvaro y Gabriela se dirigieron hacia la pista. Antes de abordar la aeronave, ellos clavaron sus rodillas en la tierra y juraron por la pacha volver a esta patria. Dos días antes, en el palacio presidencial, Camacho y el resto de los golpistas se arrodillaban frente a la Biblia y juraban acabar con la “maldición indígena”.

Gabriela los observaba. Aguardó a que acabaran con su juramento y les avisó que las cuestiones operativas estaban resueltas: Paraguay ofrecía la posibilidad de repostar en el aeropuerto capitalino. El capitán mexicano emprendió el carreteo por la pista y alzó vuelo rumbo al Este. Los últimos pedazos de cordillera se perdían por la ventanilla. Atrás quedaban los 14 años del gobierno que había puesto fin a 500 años de conquista. Por delante, el largo y doloroso exilio, pero también la firme convicción de saber que, como hijos del pueblo y la Pachamama, pronto retornarían a pisar su tierra.

—Evo Morales, Álvaro García Linera y usted han sido las únicas tres personas que pudieron subir al avión tras el Golpe de Estado. ¿Qué recuerdos tiene de ese momento? ¿Qué cosas se juramentaron antes de comenzar el exilio?

Fueron horas muy tensas y críticas, no solo para nosotros, sino para todo el país. Hubo compañeros y compañeras que plantearon que Evo podría intentar quedarse, que ellos estaban dispuestos a defender su gobierno constitucional. Sin embargo, la decisión que tomó el compañero Evo fue de mucha sabiduría, con capacidad de mirar el horizonte, poniendo por encima de su verdad como presidente y como político la vida de cientos de miles de personas que podrían haber resultado muertas o heridas. Muchos más de los que fueron masacrados, en los días posteriores en Senkata, Sacaba y en el resto del país. Lo que se quiso evitar con su renuncia fue la muerte y el dolor para las familias bolivianas. Pero también corría peligro la vida de Evo y Álvaro. Para nosotros era prioridad salvarlos. A pesar de la manera en que tuvimos que salir del país, con toda la incertidumbre de esas horas, con órdenes y contraordenes militares para autorizar el permiso de vuelo del avión mexicano, no hubo ni un minuto en el que nos hayamos distanciado de lo que pasaba en Bolivia. Fueron horas dolorosas. Recuerdo muy bien el momento en el que estábamos por subir y mientras yo resolvía algunas cuestiones operativas, Evo se dio vuelta y se fue junto a Álvaro, que estaba al borde de la pista, arrodillado y tomando un pedazo de tierra que luego metieron en el bolsillo. Para mí ese fue un momento sumamente simbólico, fue el instante en que nos prometimos volver con vida y luchando a la patria; fue un momento cargado de muchísimas emociones. Y ahí están Evo y Álvaro, nuevamente en Bolivia, con una victoria popular enorme, con una hazaña del pueblo boliviano que recuperó la democracia y la dignidad, que fue capaz de vencer al miedo y al terrorismo de Estado, y recuperar la posibilidad de reconstruirnos, levantarnos y seguir caminando en búsqueda de nuestros destinos.

—¿Cómo fue transitar este año lejos de su tierra, su familia y sus afectos?

Fue un año extraordinario para todo el mundo por la pandemia. A nosotros nos agarró con el Golpe de Estado encima, con el exilio, con la distancia física, pero no la distancia en términos de militancia política. En este tiempo tuvimos un objetivo central que fue recuperar la democracia, y cada uno, desde el espacio que podía tener —redes, prensa, conversatorios—, mantuvo la militancia de manera permanente. Creo que lo más importante de este tiempo para nosotros era acompañar al pueblo boliviano en esta dura batalla en la que hubo muchísima persecución política a autoridades del Movimiento al Socialismo (MAS), a dirigentes sociales y sindicales, encarcelando de manera injusta a más de un millar de personas sin respetar sus derechos. Además de quienes perdieron sus vidas, de quienes resultaron heridos y mutilados, hubo hombres y mujeres que pasaron este año encarcelados, con la voz tapada, y por eso quienes pudimos tener esa voz luchábamos todos los días por visibilizar estas injusticias. Aunque sea en el exilio, haber tenido esa libertad de poder seguir luchando es para mí un regalo de la vida. Por eso estoy agradecida con el pueblo argentino y con Alberto Fernández; por darnos la posibilidad de seguir viviendo, de poder volver a abrazar a nuestros seres queridos, de seguir dando la batalla con voz propia. Eso no hay manera de devolverlo. La única forma tal vez sea seguir militando por la justicia social, la equidad, y el respeto a los seres humanos. También estamos agradecidos con el gobierno y el pueblo mexicano, que en esos primeros momentos nos dieron la posibilidad de salir con vida de Bolivia. Hubo una red de apoyo muy grande en la región, más allá de López Obrador y Alberto Fernández, no en términos de primeros mandatarios, sino de los pueblos que siempre defendieron el proceso boliviano. En Argentina se dieron las movilizaciones más grandes de la región en contra del Golpe de Estado y sirvieron para visibilizar lo que estaba sucediendo en esos primeros momentos. Todas esas acciones tienen que ver con que hoy Luis Arce pueda estar al mando del gobierno de Bolivia. La hazaña del pueblo boliviano es gigante, pero sin ese apoyo internacional, no hubiese sido posible derrotar a la dictadura de manera tan rápida. Yo creo que si el pueblo mexicano y argentino no hubieran optado por los gobiernos que optaron, la historia hubiera sido muy distinta. Probablemente no estaría relatando esta historia en primera persona.

—Recientemente se dio a conocer que se alejará de la política. ¿Cuáles son los motivos de esta decisión?

Yo no me alejo de la militancia política, me alejo de las responsabilidades dentro del Estado. Son muchos años que implicaron dejar de lado otras aspiraciones que todas las personas tenemos en lo personal, y siento que es necesario dar ese paso para recuperar ese otro ámbito de mi vida que dejé de lado. Para mucha gente es incomprensible que los espacios de poder se puedan dejar de esta manera, pero para mí no, porque siempre fueron espacios de militancia, no de poder por el poder. Di todo lo que pude dar y me siento orgullosa y agradecida con la oportunidad que me dieron Evo, Álvaro y el resto mis compañeros y compañeras. Siento que además, generar el recambio generacional significa ceder lugar a otros y otras que son más jóvenes, que necesitan desplegar sus alas y demostrar de lo que son capaces. Yo no abandono la política, ella es una parte muy importante de mi vida. No entendería la vida sin militar. Para mí es una forma de vida.

—¿En qué plano la veremos en los próximos años?

Mi militancia tiene muchas vertientes. Me considero una mujer de izquierda y feminista. Desde los 17 años milito las causas que tienen que ver con los derechos de las mujeres, de las poblaciones no heterosexuales, de los pueblos indígenas, y desde esa militancia seguiré construyendo. Aportaré mi experiencia para colaborar en la formación de jóvenes que decidan que la política es un camino de vida. Amo mi carrera de médica, quiero seguir aportando a Bolivia y a la región desde ese ámbito. Como todas las personas, soy una persona múltiple e integral, no somos una sola dimensión, sino varias combinadas en un ser humano. Ese es el camino en el que me veo, un camino en el que además pueda acompañar a mis seres queridos, y me veo muy feliz, como feliz fui también durante los años que serví en la función pública.

—Aún no había asumido el gobierno de Luis Arce cuando ya se había producido un atentado en su contra, al tiempo que hoy se siguen sosteniendo bloqueos en las calles de la ciudad de Santa Cruz. ¿Qué rostros están detrás de estos grupos violentos?

Durante el Golpe de Estado, además de la policía y las Fuerzas Armadas, actuaron grupos paramilitares, sobre todo en la ciudad de Cochabamba y Santa Cruz. La Resistencia Juvenil Cochala y la Unión Juvenil Cruceñista actuaron con mucha violencia contra los sectores más humildes de la población. Cualquiera que tuviera apariencia indígena por su vestimenta o color de piel se convertía en víctima de estos grupos. En Santa Cruz se obligaba a las mujeres a decir frases absolutamente patriarcales para poder pasar el bloqueo e ir en búsqueda de alimentos o a asistir a sus familias. Se trata de grupos fascistas y racistas que escapan a cualquier esquema democrático y ponen en riesgo a la misma. Esos grupos son los que están detrás de atentados como el de la semana pasada, donde el propio ex ministro de gobierno Arturo Murillo reconoció a los autores como miembros de la Resistencia Juvenil Cochala, pese a que el mismo Murillo durante todo el golpe tuvo muchas vinculaciones con ellos. En Santa Cruz, ciertos grupos muy radicales de ultraderecha están vinculados a Luis Fernando Camacho. Y obviamente Carlos Mesa y Tuto Quiroga también estuvieron vinculados convocando a la protesta en los tribunales departamentales electorales. Estos señores están francamente vinculados a estas acciones y las han coordinado permanentemente.

—Junto a estos movimientos se pudo ver a un grupo de manifestantes decir que las credenciales de votación tenían imágenes satánicas. ¿Son grupos marginales, o pueden representar un riesgo real para la democracia boliviana?

Hay dos elementos los que se han intentado manipular. Uno es la identidad regional, que la tradujeron en términos de “el adversario político como el enemigo a exterminar”, y el otro es la utilización de la religión como un mecanismo. Tú puedes discutir ideas, propuestas políticas, proyectos de Estado o modelos económicos y de gestión, pero la fe no puede ser discutida en los términos que se discute la política. Utilizarla como elemento para hacer política es muy preocupante, porque además han aparecido señales de fanatismo religioso que preocupan mucho. Estos grupos salieron a explicar a la gente una derrota política de la derecha diciendo que las papeletas de votación tenían símbolos satánicos y que por eso ganó el MAS. Realmente estamos en un límite de lo racional muy peligroso. Y es peor si a eso sumamos que durante todo el golpe Camacho convocaba a misas que supuestamente llamaban al amor, pero acto seguido esa misma gente iba a apalear y patear indígenas o gente humilde. También ahí hay modelos muy contradictorios y una doble moral muy fuerte, porque pasan de hablar del dios del amor y la humildad a utilizar ese discurso para cargar su odio contra aquel que piensa diferente a ellos, que no tiene su mismo color de piel o que simplemente nació en otra región del país. Es muy perversa esta manipulación de la gente, y me preocupa porque no es algo que solo suceda en Bolivia; sucede en Brasil, Chile, Argentina, Perú, Ecuador y Colombia. Entonces sí, hay que estar muy alerta en el rumbo que toman estos grupos de ultraderecha.

—¿Cuáles son los desafíos próximos que tiene por delante el gobierno del MAS?

Los primeros meses son fundamentales para llevar adelante los hitos que respondan a las esperanzas depositadas por los bolivianos en las urnas. Son tres o cuatro crisis las que están confluyendo en este momento en Bolivia. En la crisis política el primer paso ya se ha dado, se ha instalado un gobierno legítimo, proveniente del voto del pueblo boliviano, que tiene la fortaleza para tomar decisiones y continuar en ese proceso. El año que viene están las elecciones subnacionales, que serán convocadas en los próximos días. Por lo tanto, la reconstrucción de la institucionalidad en todas las esferas continuará su curso e irá terminando de desandar esa crisis política. Ahí tendrá mucha responsabilidad el TSE como órgano del estado. Seguramente se generará un reacomodamiento político en el escenario político local. La otra crisis es la económica, que es la que más siente la gente hoy en día, porque se ha reducido la inversión pública a la mínima expresión y se ha perdido mucho empleo y capacidad productiva. Se ha vuelto a la lógica de invertir en las áreas de servicio en lugar de invertir en la producción.  Por lo cual se tiene que reactivar la inversión pública y que se transforme en esa locomotora que vuelva a jalar también la inversión privada. Seguir las políticas de redistribución y apoyos sociales a los sectores más desprotegidos. El bono contra el hambre que ha sido uno de los compromisos de Luis Arce en la campaña será seguramente una de las primeras medidas que se pueda asumir en ese sentido. Y en lo sanitario hay muchísimo que hacer porque no se ha hecho nada. No se activó la atención primaria en salud de manera adecuada ni se hizo una vigilancia epidemiológica activa adecuada. Creo que el nuevo ministro de Salud tiene un desafío enorme pero que gracias a su formación y trayectoria y en conjunto con el gabinete van a llevar al éxito a Bolivia.

—Durante la última gestión del MAS, Bolivia fue el país con mayor cantidad de mujeres en el parlamento, y en estas elecciones esa tendencia se consolidó. Veinte mujeres han sido elegidas senadoras, lo cual implica un 55 por ciento de presencia femenina. ¿De qué manera afectará esto en la agenda de género? ¿Cuáles son las deudas del MAS en esta materia?

Más que de agenda de género, yo prefiero hablar de agenda de despatriarcalización. Me gusta más hablar de derechos de las mujeres que de otro tipo de definiciones que no son tan cercanas a lo que pensamos muchas personas que militamos en este proceso. Creo que hay grandes avances en lo que hace a la participación de las mujeres en la política. Ya en la asamblea pasada había una mayoría de senadoras mujeres y un porcentaje de más del 40 por ciento de diputadas, y eso se ha profundizado ahora. Me alegra muchísimo que haya tantas mujeres en la asamblea. Es muy importante que las siguientes semanas también se les dé espacio en los ámbitos de toma de decisión. Es decir, que no solo sea un aporte cuantitativo sino cualitativo. Hacia adelante hay muchos desafíos en este aspecto. Creo que hay que trabajar en el ámbito de la igualdad en el trabajo y en los aspectos económicos de la sociedad. Todavía hay desigualdades muy grandes en términos de la remuneración que recibe una mujer por el mismo trabajo que realiza un hombre. También debemos trabajar en el ámbito de la violencia, porque si bien tenemos leyes muy buenas como la ley integral contra la violencia hacia las mujeres, la ley contra la trata y tráfico de personas y una ley de avanzada para la región contra el acoso y la violencia política hacia las mujeres, es necesario que esto cambie la historia del día a día de las mujeres, porque siguen siendo violadas y asesinadas. La reestructuración y los cambios que se tienen que dar en la justicia y en todo el sistema penal, porque en la realidad, la “ley para una vida libre de violencias hacia las mujeres” en Bolivia es hermosísima pero se choca con un sistema penal absolutamente ineficiente, terriblemente lento y  que tiene casi como efecto permanente la impunidad.

—¿Cuánto hay vivo de aquél MAS que llegó al gobierno en el 2006 en este que acaba de asumir de la mano de Luis Arce?

Yo creo que es un MAS que mantiene su esencia en el sentido de su propuesta de modelo de sociedad, económico, de redistribución de la riqueza, pero que además tiene capacidad de hacer la autocrítica necesaria para corregir los errores. Una de los más importantes tiene que ver con la posibilidad de que las decisiones de políticas de gobierno sean acompañadas por la gente. No podemos perder la esencia de lo comunitario en el sentido más profundo del término. Las decisiones que se toman tienen que surgir y tener su fortaleza en el tejido social, no pueden ser decisiones que se distancien de la gente. Por supuesto es un desafío enorme, no solo para Bolivia, sino para todas las izquierdas del continente: que la mejora de las condiciones de vida de las poblaciones se traduzca también en una conciencia colectiva mayor del bien común. No se trata solamente de convertir a la sociedad en una demandante de derechos, sino de que conjuntamente Estado y sociedad puedan ir reconstruyendo el tejido social. Y eso es muy complejo, porque es un momento de crisis con un entramado muy duro, pero es el desafío que toca hacia adelante. Algunos lo harán desde la función pública y otros lo haremos desde las bases.

—A partir de esto último, ¿se puede descartar la hipótesis que sobrevuela en algunos sectores de que existe un distanciamiento entre Evo Morales y Luis Arce?

Yo soy muy práctica en este sentido. ¿De que acusa la derecha boliviana a Luis Arce? Lo acusa de lo mismo que en Argentina se acusa a Alberto Fernández con respecto a Cristina, de que no son ellos los que gobiernan, sino que será Evo quien gobierne. Porque lo que necesita la derecha es devaluar la imagen de quien está a la cabeza de esas enormes responsabilidades que significan ser presidente de un Estado. Van a intentar buscar cualquier resquicio de diferencias entre Luis y Evo para mostrar que hay división en el MAS. Es una práctica permanente de la derecha que se ejecuta desde los medios masivos de comunicación y que gira en torno al lavado de cabezas con mentiras y escondiendo intereses. Yo he visto una relación muy respetuosa entre Evo y Luis durante todo el proceso de campaña, muy de compañeros, y me parece maravilloso el gesto de Evo de no meterse a influir en cómo se debe componer el nuevo gabinete. El papel de Evo hoy será diferente al que tuvo en los anteriores 14 años, será un papel de consolidación de la conciencia y de fortalecimiento ideológico en el pueblo boliviano. Probablemente no nos hubieran dado un Golpe de Estado si hubiéramos tenido gente de las características de Evo y Álvaro en el tejido social, cohesionando, construyendo certezas, miradas ideológicas. Por eso me parece una gran fortaleza que Evo acompañe al gobernó desde ese otro ámbito, y yo creo que lo tiene muy claro.

—Falta poco para pisar nuevamente Bolivia. ¿Qué será lo primero que hará al llegar?

Estoy deseosa de volver a mi patria, a mi tierra, para ver a mis amigos y amigas, caminar las calles de mi país. Quiero hacerlo lo más pronto posible, pero lo primero que haré será ir a mi hogar, recuperar el espacio propio que dejaron abandonados esas horas dolorosas, y volverlos a llenar del cariño y de la alegría de poder retornar.

—Después de casi un año en Argentina, usted, Evo Morales y el resto de la comitiva comienzan el retorno a su país ¿Qué mensaje les dejaría a los argentinos y argentinas?

Tengo un profundo agradecimiento con el pueblo argentino, con sus organizaciones sociales y con su gobierno. Alberto nunca midió nada, lo dio todo para acompañar al pueblo boliviano en la recuperación de nuestra democracia y eso nos genera un profundo respeto, cariño y agradecimiento con Alberto, con Cristina y con todos los compañeros y compañeras que nos han dado su apoyo durante este año de tanto apego y aprendizaje.