Flor de la V: “Somos tan diversas como el mundo mismo”

Para la generación nacida en los años 90’, Florencia Trinidad fue la primera imagen que la memoria trae a sus mentes de una mujer trans protagonizando una historia de amor. Posterior a Cris Miró, la actriz más conocida como Flor de la V dejó en la televisión argentina un sello imborrable: la confirmación de que una travesti podía ser mucho más que un personaje para la ridiculización. Aunque tuvo que batallar contra muchos conductores arcaicos, preguntas incómodas y estereotipos binarios, ella rescata que los medios de comunicación le sirvieron como un escudo para protegerse de la realidad que atravesaban la mayoría de las travas en ese momento: una esperanza de vida que, aún hoy, no supera los 35 años. Actualmente, desarrolla el rol de embajadora Cultural de INADI y su mirada se posiciona desde una perspectiva más política y militante por los derechos de las identidades disidentes. “Sigue habiendo mucha agresión, mucha violencia contra nuestro colectivo y, sobre todo, con las travestis. Falta un largo camino para transitar”, afirma. En una charla por Instagram con Revista Sudestada, Florencia recorre los giros de que dio su vida desde sus primeros pasos en la actuación hasta el presente.

Por Micaela Arbio Grattone

—¿Cómo fue tu primera marcha del orgullo?

Las marchas antes eran distintas. En primer lugar no era la misma fecha que ahora, se hacía en julio y todo era mucho más combativo. Una no salía a celebrar, no era todo lo que viven ahora les pibes. Si venía la policía tenías que salir corriendo porque te llevaban presa por averiguación de antecedentes o por cualquier motivo. Yo ahora estoy como embajadora Cultural de INADI y hablando con diferentes compañeras y compañeros surgieron las charlas de lo que nos sucedía antes, la mezcla de sensaciones; porque estamos hablando de años en los que no existía ni la ley de Matrimonio Igualitario, ni la ley de Identidad de Género. Los vecinos te miraban con odio, te miraban como diciendo “váyanse de acá anormales, enfermos”. Era tremendo lo que se vivía y lo que se sentía, pero también teníamos mucha convicción, sabíamos que estabas formando parte de un movimiento muy fuerte que estaba por llegar. Por ese entonces, ni siquiera nos imaginábamos las cosas que podían llegar a pasar en esta sociedad. 

—¿Qué otras diferencias encontrás entre esas marchas y las que se realizan en la actualidad?

Otra de las cosas que recuerdo es que en estas marchas por la diversidad nuestro colectivo no participaba. En mi época, en el movimiento LGBT se discriminaba bastante a las travestis. Nosotras no podíamos ir a ciertos lugares y había mucha necesidad de querer ponernos el rótulo de algo: el gay por acá, la torta por allá, que si sos activo o pasivo. Hoy en día eso cambió para bien. Algunas personas tenían temor a las consecuencias. Me acuerdo que nosotras en ese momento nos juntábamos en la Catedral, que era como un búnker mucho más inclusivo, y muchos decían “no, yo no voy porque tengo un trabajo y mi familia no sabe. Mirá si salgo en la televisión”. Estaban otros que entraban con máscaras. Esa vergüenza en las provincias también la vivías mucho. Si había un boliche gay algunos se tapaban para entrar o pasaba que los vecinos te esperaban en la puerta y te hacían reclamos como “¿le vas a contar a tu mamá?”.

—¿Con qué recuerdos te quedás de aquellas jornadas?

Me acuerdo que en la marcha que se realizó en 2014 me invitaron a hablar y fue muy emocionante. Mientras iba, pensaba en cuánto había cambiado nuestra sociedad y el mundo. ¡No sabía qué decir! Por pudor me costaba expresarme frente a nuestro colectivo, teniendo en cuenta que había gente que estaba tan preparada me sentía menos. Pero después entendía y me repetía “qué maravilla lo que están viviendo estas nuevas generaciones”. Les decía: “disfruten, celebren esto, porque para conseguirlo hubo mucha gente, muchos compañeros y compañeras que dejaron la vida por esta lucha de igualdad”. En nuestra sociedad y, a pesar de que tengamos leyes maravillosas que son ejemplo en el mundo entero, sigue habiendo muchísima discriminación y desigualdad. Sigue habiendo mucha agresión, mucha violencia contra nuestro colectivo y, sobre todo, con las travestis y las trans. Falta un largo camino para transitar.

—Tu aparición en la televisión fue para la generación de los 90’ la primera imagen de una trans ¿sos consciente de lo que generaste en ese momento?

El travestismo siempre estuvo asociado con algo negativo. Ya sea con la noche, con la prostitución, con el quilombo. Nuestro colectivo es el más vulnerado que existe por el estereotipo que crearon de nosotras. En nuestro mismo ambiente nos negaban la entrada. Eran épocas difíciles para nosotras, había mucho prejuicio. En las entrevistas que me hacían en televisión todo iba para el mismo lado. Nos podían preguntar cualquier cosa, nos podían faltar el respeto y no pasaba nada; era esa la sensación. Pero yo no tenía conciencia de lo fuerte que era mi imagen en ese momento. 

—Hay una entrevista muy conocida que te hace Mauro Viale en la que él te violenta en cámara en su programa de televisión. Vos en una de tus columnas en Página 12 contás el detrás de escena de ese episodio y escribís sobre cómo te sentiste realmente en ese momento ¿qué lectura hacés de eso hoy?

Hay una violencia naturalizada. El poder visibilizar, el poder hablar en nuestra sociedad es muy importante. Yo me vi violentada en cámara y eso era algo muy natural. A mi esa entrevista me hizo sentir mal. Me fui llorando de ahí, pero como eso estaba naturalizado no pasó nada. Igual yo sé que hablo desde mi lugar de privilegio, porque yo en ese momento ya estaba insertada en los medios, ya trabajaba y pertenecía a ese mundo y eso me funcionaba como el escudo protector ante una sociedad violenta, una policía que nos mataba a golpes; era el único resguardo que tenía. Paradójicamente el mismo público que nos condenaba era el que después me estaba aplaudiendo en la calle Corrientes. Eso era lo que se vivía. Por eso digo que tuve suerte, pero no la misma suerte que tuvieron muchas compañeras que murieron en el camino. 

—Además eran entrevistas en donde nunca se hablaba de la realidad que atraviesa el colectivo… 

Sí. Muchas veces se dice que nosotras elegimos la prostitución y no es así. Somos obligadas por esta sociedad a ejercer esa actividad porque no tenemos otra forma como sustento para alimentarnos. Hablo en nombre de todas mis compañeras y de todas las chicas que fuimos expulsadas de nuestras casas a muy corta edad. Ningún vecino se preguntaba qué hacía una niña de 13 años prostituyéndose. Lo que decían era “qué hacen estos travestis acá”, sin pensar en el foco profundo de lo que significaba estar paradas en una esquina. Es muy triste porque el promedio de vida de nosotras es de 35 años. Cuando veo esta violencia naturalizada en las redes o en las provincias con nosotras me duele y me entristece porque yo creí que en esta época ya íbamos a estar más avanzadas en materia de derechos humanos y todavía falta mucho.

—¿Por qué creés que tu imagen cayó tan bien en la televisión de esa época?

Lo que sucedió conmigo, que a mí también me sorprendió, fue que la gente pegó mucha onda con mi historia porque la supe contar desde un lugar muy cercano. Yo era una piba común del conurbano. Por eso el aporte mío fue muy importante, porque nos mostró a nosotras desde otro lugar. Mi rol fue demostrar que podíamos formar parte de esta sociedad, que podíamos andar en una plaza, conseguir otro tipo de trabajo e ir al supermercado. Cosas que aún no pasan, aunque les cueste creerlo. Todavía nos siguen mirando con odio. Vengo trabajando mucho para generar un cambio cultural genuino, para terminar con esa mirada prejuiciosa. A veces tenés que entrar en cierto estereotipo binario, cis heterosexual para lograrlo y nosotras no somos así, somos tan diversas como el mundo mismo. Tenemos barba, calzamos 45, algunas tenemos cintura y otras no, algunas tienen una espalda grande, otras no, algunas son hiper femeninas, otras muy masculinas. Sin embargo, pertenecemos a esta hermosa comunidad humana. Lo que nos falta es empezar a respetarnos así como somos, simplemente.

—También es evidente que tu imagen era muy femenina y eso generó empatía.. 

Hay un prejuicio mental estereotipado y eso es completamente patriarcal. Esos estereotipos los tenemos que sacar de nuestra cabeza. Hay travestis lindas, feas, como la misma humanidad. Así como hay mujeres que calzan 42 o 44, mujeres con voz gruesa, sin cintura, con pelos. Yo fui aceptada porque mi imagen se acercaba al estereotipo cis y era lo que estaba naturalizado. Me acuerdo que entre las mismas travestis nos pasaba que decíamos “las femeninas sí” o “aquella es muy macho”. Por ejemplo, a mi con Lizi Tagliani me quisieron hacer pelear durante años y no pudieron. Es el momento en que todas tenemos que estar unidas, emparentadas, trabajando juntas. Porque la única forma de salvarnos y de salir adelante es en la lucha colectiva y para eso tenemos que tirar todas para el mismo lado.

—Vos formaste parte de los discursos que se dieron previos al tratamiento en la Cámara de Diputadxs en 2018 y contaste que tu mamá falleció en un aborto clandestino. ¿Por qué tuviste ganas de contarlo?

Fue muy fuerte porque nunca me imaginé que iba a contar una historia tan triste para mi. Yo me enteré de grande que mi mamá murió por la práctica de un aborto clandestino. Gracias a mi terapeuta, en una de las sesiones que él me preguntó cómo había muerto mi mamá y yo sin dar mucha vuelta le dije que por una enfermedad y me dijo “¿qué enfermedad?” Y me quedé. Lo llamé a mi papá y le pregunté, me acuerdo que hubo como un silencio y me contó eso. Yo me congelé. Yo no la voy a juzgar, pero estoy segura de que ella quería tenerlo, que fue obligada a hacerlo y tuvo ese final espantoso. Yo nunca creí que iba a hablar de algo tan privado, pero nos empezamos a juntar en asamblea con la colectiva de Actrices Argentinas y una hablaba de un abuso, otra de otra cosa y así fue. Yo dije en el Congreso que el asesino de mi mamá fue el Estado que la desprotegió, porque si la Ley de Aborto Legal Seguro y Gratuito hubiera existido, la historia hubiera sido diferente. A mamá la mató el Estado. No hay un día que no me acuerde de mamá, no hay un día que no la haya extrañado, no hay un día que no piense en ella, siempre me acompañó, siempre la necesite.

—Por eso mismo es importante tanto la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo como la ley de Educación Sexual…

Yo me crié sola siendo diferente en el conurbano, con miles de agresiones. La gente tiene que entender lo que le pasa a nuestro colectivo. Nosotras no tenemos contención en nuestras casas y tampoco en el colegio. Estamos solas en este mundo. A mi a veces me duele pensar que la gente no tenga compasión, porque fuimos expulsadas, nos robaron la infancia. Muchas tuvimos que salir de muy chicas y vivir cosas que no hubiéramos querido. Por eso es importante la ESI. Hay que acompañar las infancias con educación, con información, porque eso lo cambia todo. Lamentablemente muches de estos niñes, si bien la sociedad está cambiando, siguen viviendo en hogares donde son maltratados, violados, vulnerados y a lo mejor no tienen la posibilidad de ponerle un nombre a lo que están atravesando porque lo desconocen, porque no se habla de eso. Las escuelas deberían ayudar a eses niñes a que puedan salir de esos hogares violentos, que puedan desarrollarse y tener una infancia feliz. Hablamos de la igualdad cuando hablamos de derechos de oportunidades: salud, educación, una vivienda digna, un techo. 

—¿Cómo te llevás con la maternidad y cómo creés que lo ve la sociedad?

Hay mucho mito, mucha fantasía, mucho discurso biologicista. Supuestamente mamá es la que lo lleva en el vientre, es la que le da el pecho. Eso es todo una mentira. Mamá es la que le da amor y está comprobado por métodos como el vientre solidario, la adopción. Ser mamá es otra cosa. Es abrazarlo todos los días, llenarlo de amor, darle la comida, tomarle la temperatura si tiene fiebre, leerle un cuento, hacer la tarea, ayudarlos a crecer, a que sean felices, acompañarlos, explicarles si te preguntan algo, mostrarle un mundo de diversidad donde existe de todo. Es educarlos, es prepararlos, es mimarlos, es contenerlos.

—¿Siempre deseaste ser mamá?

De chica siempre supe que me iba a casar y que iba a tener hijes. Era mi fantasía de marica loca. Después con los años se me pasó cuando comencé a trabajar. Estaba ocupada tratando de buscar mi camino, defenderme y de sobrevivir en esta sociedad. Cuando conocí a Pablo, mi pareja, me volvieron las ganas. Yo tenía mucho prejuicio, pensaba todo el tiempo en qué iba a pasar cuando vayan al colegio y les digan “tu mamá es esto”. Luego entendí que siempre los niños van a molestar a los otros por algo, y eso no tiene que ser necesariamente porque su mamá sea travesti o una mujer trans. Además, si tengo que poner en manos ajenas mi felicidad, estoy perdida. Ser mamá fue la mejor decisión que tomé en mi vida. Yo pensé que no iba a tener instinto maternal y me pasó que cuando mis hijes nacieron Isabella lloraba mucho, yo le tocaba la mano y sentía que era parte de mi cuerpo, era parte mía. Otra cosa que me sucedió es que yo viví los 9 meses con una felicidad que no me alcanzaban las palabras para describirla. Cantaba, andaba de acá para allá, ¡era un cascabel! Desde el día uno fue tan fuerte, latían conmigo. Lo más importante de ser madre primero es desear serlo y no que te obliguen. Después está el amor. El amor abre todas las puertas y te da esperanza para tener un mejor futuro. Una criatura criada con amor no es lo mismo que una criatura a la que nunca la abrazan, eso cambia completamente la historia.