Esa foto

Un texto conmovedor de Hugo Montero

Cuesta mantener la mirada sobre la foto. La imagen es un recorte: son los pies de Ernesto Guevara en un camastro, en un rincón de la escuelita de La Higuera. Ya lo han fusilado. Ya han terminado a balazos con su aventura. Ya lo han derrotado. Esos son sus pies y esos jirones de tela son sus alpargatas derruidas, gastadas de tanto marchar por la selva boliviana. Los cordones son ese par de cuerdas cruzadas a la altura de los talones. No importa el resto del detalle. A un costado estarán los cuerpos de sus compañeros caídos en combate. A unos metros de distancia, la sombra orgullosa de sus verdugos, sonriendo para otras fotos que nosotros no publicamos. Lo que importa, ahora, es todo lo que esta foto irradia. Lo que importa, ahora, es todo lo que cuesta mantener la mirada fija en esta imagen. No por el morbo de sus últimas horas. Otra cosa es lo que nos golpea a todos los que pretendemos asomarnos a esta escena.

Parece decir algo la foto, parece empequeñecer aún más al cuantioso ejército de burócratas devenidos en banqueros posmodernos, a los rebeldes de bolsillo incapaces de construir nada con su arsenal de frases hechas y gestos impostados, a los evangelistas de la verdad revelada que rompen lo que no pueden hegemonizar, a los policías de la izquierda macartista que patrullan a la caza de todo aquello que les permita dividir, a los gurúes de la secta que festejan su soledad como un éxito, a los caudillos de cartulina que no han aprendido a escuchar. ¿Pueden mirar ellos esta foto fijamente? ¿Pueden mantener la vista firme en esta escena muda, mínima, movilizante, y seguir adelante con su rutina de claustro, de chiquitaje, de vanguardia de la nada?

Guevara llegó hasta allí, ni un paso más. Es verdad. La foto de sus pies en el camastro registra el epílogo de su intento. El resto depende de nosotros, de todos los que entendamos que esta foto es una afrenta. Y un desafío colectivo.