En este contexto de vuelta a la presencialidad, Mu Trinchera Boutique se transforma en un espacio de reencuentro de la mano de la varieté “Nosotras que nos queremos tanto”. El teatro en su esencia sigue siendo el mismo. Sin embargo, los protocolos sanitarios obligan a les artistas a buscar nuevas estrategias.
Por Inés Mazzara y Camila Meconi
Era jueves, casi las ocho de la noche. En la puerta de Mu Trinchera Boutique un grupo de personas se reencontraban ansiosas por volver a vivir la experiencia del arte escénico. Para muches la varieté Nosotras que nos queremos tanto era la primera en más de un año. Los grupos de espectadores, respetuosos, distantes y con tapaboca esperaban en la fila. La persiana que comenzaba a abrirse anticipaba la apertura de la sala. En la entrada del espacio, dos chicas se encargaban de hacer ingresar al público, con reserva previa y el protocolo necesario: toma de temperatura, alcohol, declaraciones juradas para firmar y pautas de higiene. La indicación fue mantener el barbijo colocado, a excepción de los momentos de comer y beber y, al final del evento, esperar el aviso para salir de forma escalonada. Las mesas estaban distanciadas, cada una contaba con su porción de alcohol al 70% y con la cantidad de sillas correspondiente a la reserva que cada grupo espectador había realizado, conforme al sistema de “burbujas sociales”. A pesar del protocolo, se respiraba un aire de festividad, de reencuentro.
El evento arrancó con música en vivo de la mano de las Gipsy, que tocaron temas propios y covers de swing & blues. Más tarde hizo su primera aparición Lola, anfitriona de la varieté, a quien le da vida Dafnne Rojas Mansilla. Se define como “actriz de varieté” y, además de performer, fue la gestora del evento. “Al principio fue complicado; laburé en en clandestinidad, hoy al volver a la sala con todos los protocolos, te cuestionas todo y querés tener un público de 50 personas, pero sólo te permiten 25. Hay un tire y afloje que antes no existía”, explica Dafnne a Sudestada. Se refiere a la pauta del protocolo vigente para la actividad escénica con público que indica que será con aforo limitado, conforme lo determine la Autoridad Sanitaria Nacional, Provincial y/o Municipal, el cual inicialmente no podrá superar el 50% de la capacidad.
La varieté continuó con la actuación de la Mujer barbuda en la piel de Emilia Benítez, generando tensión entre les espectadores. Resguardado detrás de su barbijo, el público estuvo algo inhibido al principio. Luego Lola recitó su poema y roció irónicamente de alcohol a artistas y espectadores. Con la siguiente performance, la de la bailarina Analía Slonimsky, el público siguió soltándose y se pudieron escuchar algunas risas tímidas. Fue recién con la visita de Mika de Frankfurt, a cargo de Manu Fanego, la última presentación de la noche, que el público se animó a reír y cantar al ritmo de Gilda.
Dafnne cuenta por qué el vínculo entre actores y espectadores se vió tensado por la nueva normalidad: “Para el actor de varieté es más complicado que para aquellos que laburan con una cuarta pared. Como actriz de varieté laburo con el público. No hago una cuarta pared, estoy con ellos, mis textos y mi fluir va con ellos”, dice. En este contexto, los nuevos protocolos sanitarios obligan a quienes performan a buscar nuevas estrategias. “Hay que generar unas paredes de complicidad mucho más fraternales, porque las personas no se sienten seguras. De la mitad para adelante, ya está, pero fue difícil. Te metes mucho con la libertad del otro, cuesta mucho que el espectador se relaje”, comenta Dafnne a Sudestada.
A pesar del condicionamiento que impone el contexto, para el público volver a las salas se sintió muy bien. “Me encantó, hacía un año que no veía teatro y no lo puedo creer. Me encanta la varieté, ver una de nuevo me flashó”, cuenta Joaquín, uno de les espectadores. Para él, la experiencia fue muy similar a la pre pandémica. El teatro en su esencia sigue siendo el mismo de siempre. ”La experiencia es parecida. Menos gente, más protocolos. Apenas llegamos nos hicieron llenar una planilla, nos pusieron alcohol y nos tomaron la temperatura. No hubo problema”, dice Federico, que además de espectador de esta varieté, es gestor del Teatro Mandril. Joaquín reconoce que el uso del barbijo durante el espectáculo es incómodo, pero piensa que llegaron para quedarse: “Los protocolos estuvieron bien, dentro de lo posible. Se entiende que hay gente que tiene que laburar, que vive de ésto. Si no hace espectáculos no come, no paga el alquiler, y hace un año que están así”, agrega.
“Si después de todo lo que vivimos el año pasado no surgen nuevos dispositivos, nuevos formatos, si seguimos en el teatro clásico en el sótano con luces, hay algo que está mal. No porque esté mal hacer una obra de teatro en un sótano con luces, sino porque estamos en un momento bastante performático, hay tanto teatro en todos lados… El año pasado ibas a un supermercado y eso era teatro, hoy toda la situación de tomar la temperatura, también es teatral” afirma Martina Perosa, responsable de sala del espacio de Mu. Durante la cuarentena, este centro cultural estuvo realizando sus postas sanitarias, que consistían en presentaciones de artistas en la vidriera del espacio y en diferentes puntos del centro porteño.
“Durante la pandemia me convencí de que lo fundamental es la autogestión y saber adaptarse, eso es lo que nos permite seguridad y autonomía: pase lo que pase, de alguna manera vamos a salir adelante”, comenta Martina. Mu Trinchera Boutique, al igual que muchas salas independientes, aprovechó la pandemia para refaccionar, pintar y poner a punto los espacios. “Hoy estamos muy contentas de poder volver a dar sala como lo hacíamos antes”, concluye Perosa.
A las salas llegan inspecciones desde la Agencia Gubernamental de Control. Martina cuenta que piden certificados de conservación y fachada, de cable a tierra, y certificados especiales para aquelles que realicen actividades con niñes: “No están mal, pero después de un año de parálisis de la actividad cultural, salen a hacer este tipo de inspecciones, donde los trámites que te piden para no clausurarte son carísimos. Estamos en un momento en que para poder laburar tenemos que tener 58 ojos, muy atentas, porque no nos lo están haciendo fácil”, cuenta Perosa.
Hacia el cierre del evento les artistas pasaron la gorra con una invitación a que el aporte sea “retroactivo”. El chiste hacía alusión a la baja de ingresos que sufrieron les trabajadores del circuito independiente durante el estancamiento de las actividades mal consideradas no esenciales. “Está siendo muy difícil que los eventos rindan. La mayoría son a la gorra porque nos parece interesante y necesario que quien quiera y no tenga el dinero pueda consumir teatro, pero es muy difícil sostener equipos de laburo con lo poco que ingresa. Esta situación evidenció el sistema de precarización muy grande en el que estamos les trabajadores de la cultura.” comenta Martina Perosa. “En esta fragilidad, salas como estas creen en nosotros y nos proporcionan el espacio”, acentúa Dafnne.
El 13 de marzo en Pista Urbana, San Telmo, y el 20 de marzo en Planta Inclán, Parque Patricios, esta varieté tendrá dos ediciones hermanas, bajo el nombre de Cabaret Trash & The Jazz Band, donde les artistas volverán a pasar la gorra y hacer comedia de la tragedia pandémica.