“Con el negacionismo no se dialoga”, me dijo una vez un familiar en pleno homenaje a su hermano de 17 años, detenido y desaparecido por el terrorismo de Estado. La frase se grabó a fuego y retumba cuando los discursos de odio, ignorancia y repetición sin un sólo fundamento, se replican desde diferentes sectores para atacar y desterrar nuestra historia. Desde un vecino que no repara en lo que dice, de políticos que hacen del negacionismo una bandera, de quienes ocupan banca en el congreso, y de quienes con micrófono adelante defienden a genocidas, escupen a la historia y actúan desde la complicidad.
“Dame todos los nombres que llegan a 30 mil”, llegó a decir el impresentable de Milei en pleno acto en Tucumán. “¿Dónde están esos 30 mil?”, repite otro desde las sombras. Y eso mismo queremos saber, dónde están nuestrxs compañerxs detenidxs y desaparecidxs. Que desclasifiquen los archivos, que hablen los genocidas que se mueren con el secreto llevado al infierno, que la iglesia dé respuestas, que la justicia sea plena y podamos saber dónde están, como también lxs más de 300 nietxs que nos faltan encontrar, víctimas de un plan sistemático de robo y apropiación de bebés, niños y niñas, incluso de personas nacidas en cautiverio. Pero el negacionismo mira para otro lado y dispara por órden y escuela de cuarteles y fusiles que ya no generan terror, sino vergüenza y rechazo popular. “Son 8 mil”, aseguran los incapaces de empatizar con la historia, los que jamás escucharon un solo testimonio, los que no leen investigaciones, ni piensan más que lo que les señalan. Y repiten ese número que fue el que el Informe de la Conadep, del Nunca Más, presentó en el año 1984, con las denuncias que pudieron recoger de familiares y sobrevivientes. Pero el negacionismo no lee el documento, no piensa demasiado, no hay lógica posible para este rejunte de odiadores seriales, no les importa la verdad. Por lo tanto se quedan con el número de aquel “informe” realizado solo un año después del terrorismo de estado. ¿Hará falta explicar el terror que convivía en las calles en esos años, lo difícil de enfrentar a la justicia y a los genocidas por parte de los familiares, de acercarse a denunciar mientras seguían secuestrando desde las sombras? ¿Hará falta explicarles cuántas denuncias llegaron y llegan después del juicio a las Juntas?
Con el negacionismo no se dialoga. Hasta el día de hoy, en pleno 2022, todavía se reciben denuncias de familiares de personas desaparecidas durante la última dictadura cívico militar. Las razones de hacer las denuncias al presente son varias, miedo, pactos familiares hasta que alguien de seño familiar fallezca y poder librarse de ese “secreto”, o decisiones que no nos corresponde opinar, pero lo importante está en que seguimos avanzando en materia de Memoria, Verdad y Justicia. Se calcula más de 30 mil personas detenidas y desaparecidas por el terrorismo de estado, sin embargo no podemos definir un número exacto por la razón de que los genocidas ejecutaron el plan de exterminio desde la clandestinidad. No hay documentos que verifiquen la cantidad de personas asesinadas, desaparecidas, fusiladas, enterradas como NN, lanzadas al mar o al río desde los “vuelos de la muerte”. Pero sí sabemos que la dictadura cívico militar implantó más de 800 centros clandestinos de detención en todo el país. Más de 800. Si les gustan los números fríos, hagan alguna cuenta y traten de respirar si es que les llega al aire. Lo que podemos saber que en la Ex Esma llevaron alrededor de 5.000 personas secuestradas, en Campo de Mayo otrxs 5.000, en La Perla en Córdoba alrededor de 2.500, en “El Atlético” cerca de 2.000, en la Escuelita de Famaillá en Tucumán más de 1.500, en el Pozo de Banfield alrededor de 400, en la Comisaría 5ta de La Plata alrededor de 300, en el Pozo de Quilmes más de 250, por solo nombrar algunos de los más de 800 CCD que implantaron el terror en todo el país.
En el año 2004 gracias a una investigación llevada a cabo por la Facultad de Comunicación de La Plata se pudo conocer el paradero de algunas personas víctimas de los “vuelos de la muerte”, entre ellas Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo. Se reconocieron 20 identidades enterradas como NN en fosas comunes en el cementerio de Gral. Lavalle. Cuerpos que aparecieron a raíz de dos grandes sudestadas en los diciembres del 77 y 78, en diferentes lugares del Partido de La Costa, como Santa Teresita, Las Toninas, La Lucila del Mar, Mar de Ajó, entre otras localidades costeras. Se calcula que hay enterradas clandestinamente más de 50 personas en Lavalle que en su mayoría no sabemos quiénes son. Lo mismo sucedió en Villa Gesell y Pinamar, y se pudieron identificar cuerpos en el cementerio de Gral. Madariaga. Las investigaciones se multiplican día a día, los testimonios aumentan y las atrocidades ejecutadas por el genocidio van saliendo a la luz de la misma manera que la complicidad mediática y civil se expone para comprender cómo embarran la cancha e inyentan veneno para que la verdad quede encajonada.
No podemos comprobar la cantidad de víctimas del genocidio porque los genocidas no hablan, no muestran los datos ni brindan información, porque los medios cómplices los escudan y los protegen. No sabemos cuántos son de manera exacta porque todavía no sabemos dónde están nuestrxs compañerxs, porque el plan de exterminio se realizó clandestinamente, porque no conocemos cuántos camiones entraban y salían, cuántos aviones cargaban personas para lanzarlas al río y al mar, cuántos operativos sucedieron, cuántas personas circularon por los más de 800 CCD. No sabemos porque los genocidas quisieron que la Memoria se muera ahí, en la oscuridad que intentaron perpetuar pero no lograron. Pretendieron exterminar incluso el futuro. Pero no nos han vencido.
El negacionismo como expresión
La expresión es la destrucción, física y verbal, de discursos que carecen de argumentos pero que intentan desacreditar las luchas y al movimiento por los derechos humanos que sigue siendo ejemplo para el mundo, como la de vandalizar murales, oficinas de organismos, monumentos, baldosas y lugares señalizados como Espacios o Sitios de Memoria. Vandalizan “pañuelos blancos”, a las caras de lxs compañerxs desaparecidxs, con signos que los representan y los pintan de cuerpo entero, esvásticas nazis, y otros que exponen la ignorancia y repetición; el signo de pesos o dólares. Y así caminan, entre el odio y la mediocridad de destruir lo que se construye, de desterrar por lo que se lucha, de ningunear lo que crece y multiplica, de querer callar a lo que hace de la palabra, la acción, el grito y el compromiso, la historia grande de nuestro país y de la región. El negacionismo se expresa así, no defiende una idea, no sostiene un argumento, rompe, lastima, destruye.
En 2015 un grupo de empresarios se convirtió en gobierno. Desde el primer día ejecutaron el plan negacionista al poder. Instalaron el número que mencionábamos antes, desfilaron por todos los medios amigos y cómplices para repetir lo que se desploma con solo algunos datos concretos, y levantaron la consigna de “el curro de los derechos humanos”, en la misma linea que el negacionismo de a pie. Incluso fueron más allá, intentaron instalar el debate para el perdón a los genocidas, y como no lo consiguieron propusieron el “2 x 1”, y se encontraron de frente con el pueblo. Más de 500 mil personas reventaron la Plaza de Mayo, y otras miles en todas las plazas del país. El “Nunca Más” se gritó bien fuerte y este séquito de empresarios negacionistas no pudo ejecutar el plan, pero siguieron y siguen lastimando con el manual que no tiene una sola linea veraz ni fundamentada. Y así continuan, fogoneando a “El curro de los derechos humanos”, con la pantalla los medios hegemónicos que fueron cómplices del genocidio, y que hoy intentan que el negacionismo aumente y se replique en todos los rincones del país. La operación es grotesca y cada vez más visible. No existen fundamentos, existen bases que se escriben con sangre y oscuridad. Desde editoriales que destilan veneno, que mienten a diestra y siniestra, que confunden conceptos, que defienden a torturadores, a asesinos y violadores, incluso a la complicidad de sus patrones. Clarín, Papel Prensa, listas negras, titulares y promoción del terrorismo de Estado. La Nación en la misma vereda sumada a la historia manchada de sangre de décadas anteriores, pero abrazada a la “reorganización nacional”, y corriendo al costado a la Memoria.
Madres y Abuelas fueron y son víctimas de los ataques constantes por parte de estos medios y de los resabios de medios que pertenecen a los mismos grupos concentrados de poder. Les dijeron “locas” en las primeras rondas, “terroristas” cuando la lucha multiplicaba y los pañuelos ya no eran invisibles, “curro” cuando la Memoria llenó plazas enteras y el país salió a abrazar a las más grandes luchadoras de nuestro tiempo. Y así continúan operando con el negacionismo en la primera página, en la línea editorial, en la réplica constante del pedido de “perdón” a los genocidas, del “olvido” para un pueblo con Memoria, y de que los privilegios no se toquen, que las deudas puedan saldarlas con el apoyo y la protección, y que la justicia nunca les llegue por la complicidad empresarial y civil para que puedan disfrutar de la impunidad.
Con el negacionismo no se dialoga
Lo tenemos claro. Lo aprendimos y los sostenemos. Lo que cuesta comprender es cómo todavía no se sanciona una ley que nos proteja contra estas expresiones, cómo es posible que bajo la libertad de expresión se pueda decir cualquier cosa, incluso discursos que atenten contra nuestra historia, contra el presente, contra los derechos humanos y contra los pueblos. Cómo puede ser que casi 40 años después del retorno de la democracia y con los datos concretos que conocemos y seguimos investigando, el negacionismo se convierta en una bandera de sectores reaccionarios, del fascismo de turno, y de una parte siniestra que camina por las mismas calles que el pueblo que sale a levantar los pañuelos, que abraza a las Madres y Abuelas y que defiende los derechos humanos sin retroceder, sin ceder ni arrodillarse.
La lucha continúa hasta que sepamos dónde están todxs lxs compañerxs que nos arrebataron, hasta que aparezca el último nieto o nieta, y hasta que se muera el último genocida en una cárcel común y sin privilegios. La lucha sigue hasta que al negacionismo lo extingamos y en Argentina la Memoria siga sembrando sin el peligro de la destrucción que espera y actúa desde las sombras. Queda mucho por delante, y acá seguiremos, ahora y siempre porque como lo hemos dicho millones de veces: No nos han vencido. La Memoria está de pie.