Nuevamente intentan poner en discusión el llamado Síndrome de Alienación Parental, esa aberrante mentira que no existe en ninguna parte, más que en la praxis machista y defensora de abusadores y pedófilos.
Por Cecilia Solá
Su “inventor” fue Richard Gardner, un ex sargento estadounidense, quien se hizo pasar por profesor del College of Physicians and Surgeons de la Universidad de Columbia, donde se inscribió como voluntario, y jamás dio clases de absolutamente nada. Gardner se suicidó en el 2003, después de ser denunciado por pedofilia.
Cabe aclarar que su perversa teoría jamás fue convalidada ni por la Universidad de Columbia, ni por ninguna otra institución
En nuestro país la Secretaría Nacional de Niñez Adolescencia y Familia, del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación se encargó de aclararlo a través de un comunicado:
“El llamado Síndrome de Alienación Parental (SAP) -que se difundió en algunos medios recientemente- es una falacia carente de rigor científico a la que se recurre para limitar, obturar o deslegitimar el avance en la protección de derechos de niños y niñas víctimas que se describe más arriba. Generalmente invocan el SAP, en especial en ámbitos judiciales, varones adultos acusados de violencias graves y/o abusos sexuales en perjuicio de sus hijos o hijas menores de edad…”.
¿Qué plantea exactamente esta perversa teoría?:
* La pedofilia es algo común en muchas culturas y los niños podrían verse menos perjudicados por el abuso sexual que por el trauma del proceso legal.
*Los niños y las niñas son sexuales de forma natural y pueden iniciar encuentros sexuales seduciendo al adulto.
* La madre ha alienado a sus hijos poniéndoles en sus cabecitas abusos inexistentes.
*”Los chicos mienten, son unos manipuladores innatos, son capaces de todo desde que nacen para lograr sus propósitos: manipular a los adultos.”
Puesto al servicio de pedófilos y abusadores, el SAP fue un gran negocio para Gardner, quien cobraba fortunas como perito en casos de divorcio y custodias, especialmente cuando mediaban denuncias por abuso, y funcionaba como estrategia de defensa para los progenitores acusados de abuso infantil, y para amenazar, incluso con prisión o internación a las madres cuidadoras, ya que el mismo Gardner propone un aleccionamiento para ellas -e incluso para las infancias- basado en la terapia de la amenaza, consistente en amenazar al niño o a la madre con retirarles las visitas y el vínculo y así forzar que esta última accediera a las visitas de los niños con el padre. “La amenaza de la custodia principal puede también ayudar a tales madres el ‘recordarles cooperar'”, sostenía.
Lo terrible de esto es como la teoría de la madre malvada que le lava el cerebro a sus hijos o hijas, y la del niño o niña que miente porque desea manipular al padre, todavía encuentra eco en algunos ámbitos judiciales y en la sociedad, como es el caso de este ex juez de la Cámara Nacional de Apelaciones, Mauricio Mizrahi, quien presenta su libro “Alienación Parental- Hijos huérfanos de padres vivos” en el que hace alusión a progenitores obstructores o alienantes, y describe “una suerte de cruzada que lleva a cabo el progenitor alienante con la finalidad de eliminar la presencia afectiva, psicológica y física del progenitor alienado”
Ya es bastante grave que haya profesionales intentando fundamentar una herramienta de silenciamiento , revictimización y disciplinamiento contra las víctimas de Abuso Sexual en la Infancia y las personas que denuncian esos abusos, mujeres en un 73% de los casos.
Es aún más grave que el autor sea un ex Juez de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, de Capital. Y es gravísimo que el Colegio de Abogados de San Isidro avale esta publicación, y por ende lo defiende, siendo que entre sus miembros hay representantes legales de madres cuidadoras y de infancias.
Basta de una buena vez de profesionales del derecho y de la psiquiatría haciendo uso impunemente de estos recursos sin consecuencias.
El SAP no existe, lo pergeñó un pedófilo sin ninguna base científica, lo puso al servicio de abusadores, violentos y pedófilos, y cualquiera que lo utilice es cómplice, sea juez, fiscal, defensor o periodista.