La marea verde ganó un derecho: el aborto es ley

Luego de más de tres décadas de lucha, el Senado aprobó la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Ayer, en una jornada histórica de resistencia, la marea verde siguió el debate minuto a minuto desde los alrededores del Congreso. ¿Cómo se vivió la vigilia por el aborto?

Por: Ine Mazzara
Foto de portada: Doris Sanabria

Hoy es un día histórico: luego de más de tres décadas de lucha, el feminismo en las calles conquistó el aborto legal, seguro y gratuito. La ley finalmente fue aprobada por la cámara de Senadores con un inesperado resultado para el lado verde: 38 votos a favor, 29 en contra y una abstención. Ayer, desde temprano, cientos de miles de mujeres, travestis, trans, lesbianas y otras identidades vieron un derecho florecer. El (re) encuentro de los cuerpos en los alrededores del Congreso fue distinto a los anteriores: al glitter, a la emoción, al empuje y a la empatía de siempre, propia de la sororidad, se le sumaron los barbijos y el alcohol en gel. 

En sintonía con el clima de fin de año que se palpitaba, la festividad se tiñó de verde con la marea de pibas que “salió para que salga”, un slogan que fue replicado por muchas organizaciones con la intención de visibilizar la necesidad de lograr una gran manifestación para conseguir el objetivo.  “Que hoy estemos acá significa que no podemos estar en otro lugar, que los derechos se ganan en la calle, que el aborto es urgente y que se define acá. El voto femenino, el divorcio, el matrimonio igualitario se ganó en la calle. Y es en esta calle, en esta plaza, y en todas las plazas del país, donde se va a ganar el aborto legal, seguro y gratuito”, afirma Zuleika Esnal, integrante del colectivo de Actrices Argentinas. 

El feminismo en este país tuvo que pasar por un largo proceso de crecimiento para transformar esta demanda en ley. “Hemos recorrido un largo camino de Encuentros Nacionales de Mujeres. Un camino donde confluyen varias genealogías académicas y populares, que permitieron la convergencia en una demanda transversal al movimiento de mujeres de justicia reproductiva. Hay mucho trayecto. Uno quizás se remonta a los 15 años de Campaña pero hay por lo menos tres décadas de lucha”, declara Soledad Deza, abogada feminista. 

Foto: Anabella Roldan

Crónica de una lucha que se ganó en la calle

En la plaza del Congreso la grieta entre aquellxs que velaban por el derecho a decidir y quienes decían luchar por las dos vidas se hizo evidente. Separadxs por una valla, de un lado el agite popular que rezaba a viva voz “aborto legal en el hospital” en lucha por preservar la vida de las personas gestantes que eligen abortar; del otro lado lxs celestes que se han apropiado de la palabra “vida” con hipocresía e impunidad. Por parte de los antiderechos la calle estaba teñida de angustia y disciplinamiento: entre misas, ecografías en vivo y confesionarios, los “provida” esperaban un milagro dentro del recinto.  Del lado que velaba por el derecho, la calle se teñía de verde: de risas, de agite, de baile, de canto, de bombos, de cuerpos sudados, felices de unión y de organización.

 Luego de un año de encierro obligatorio debido a las medidas del aislamiento preventivo impuestas por la pandemia del Covid-19, las pibas volvieron a apropiarse del espacio público. “Siento que es el culmine de un año de reprimirnos cosas y de no estar en la calle. Poder juntarnos hoy por esta causa para mí es todo. Yo no estuve en las otras vigilias de años anteriores y estar viviendo esto por primera vez en este contexto,  que se explota todo de ganas, es increíble”, declara Ariadna Huergo, mejor conocida como “The Lemon Girl”. 

A medida que avanzaba la noche, las pantallas que transmitían el debate eran cada vez más concurridas. La ansiedad y el agotamiento se respiraba en el aire. Las banderas verdes flameaban en el aire. Los senadores y senadoras hablaban, las pibas esperaban. Algunas paradas, otras sentadas escuchaban atentas; algunas dormían sobre el asfalto; las más precavidas descansaban sobre una reposera. Se escuchaban aplausos y abucheos. Las mujeres habían tomado la calle vigilando que no les vuelvan a arrebatar un derecho. Los últimos veinticinco minutos de exposición se sintieron como una eternidad. Hasta que finalmente a las 4.12 hs de la madrugada Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de la cámara alta, anunció que el proyecto se convertía en ley. Las calles aledañas al Congreso explotaron de alegría en abrazos y lágrimas; esas que vienen acompañadas de amor y de orgullo. El derecho había sido ganado por las que salimos y por las que no, por las que ya no están y por las que vendrán. 

Foto: Doris Sanabria

Sale si salimos

Hoy, las mujeres se fueron del Congreso con la certeza de que las luchas se ganan en la calle. “Esta conquista no nos ha sido regalada, la hemos conquistado a fuerza de mujeres muertas por abortos clandestinos, de mujeres encarceladas, procesadas, de diversidades perseguidas y justamente por todo eso vamos a festejar esta enorme conquista colectiva”, declara Romina del Pla, diputada por el FIT. Pero esta victoria es el principio, no el final. Aún queda mucho por hacer. “Ahora que arrancamos esta ley, vamos a tener que seguir organizadas para su aplicación efectiva. Porque justamente necesitamos una ley de fondo para que se terminen los bloqueos  a todas las medidas intermedias y preventivas, como el acceso a la eduación sexual o a la anticoncepción, que justamente son bloqueadas por el lobby clerical que protege al aborto clandestino”, agrega del Plá. 

 La lucha por la legalización del aborto implica, no sólo la conquista de un derecho fundamental de acceso a la salud pública, sino también la reapropiación de nuestros cuerpos que han sido históricamente colonizados y expropiados por el patriarcado. El pañuelo verde se ha transformado en un símbolo de lucha,  en una reivindicación del derecho a elegir y a decidir. Un pañuelo que resignifica el blanco de las Madres y de las Abuelas y el “Nunca más”: nunca más una piba presa por decidir; nunca más una niña obligada a parir;  nunca más una piba muerta por abortar.

Video: Vanina Silvero