Dolores Reyes es docente y escritora. Recientemente publicó su segunda novela Miseria por Alfaguara. Sumergida en el mismo mundo que Cometierra, este relato retoma algunos de sus personajes y, por medio de las voces de dos de ellas, se narran las escenas que continúan esta historia. En diálogo con Sudestada, habló sobre el proceso de escritura de este libro y las primeras devoluciones que van llegando de su público lector y de las mujeres de América Latina que la leen y comparten.
Por Natalia Bericat
En la novela hay dos voces: la de Miseria y la de Cometierra que de alguna manera son las de esta generación. ¿Cómo fue trabajar la construcción de estos dos personajes?
Al principio fue muy difícil porque son dos personajes de un mismo origen y de historias muy cercanas, entonces era complejo separarlo. Era un todo, un desafío, y eso lo tenía muy presente. Lo que hice fue pensar bien el personaje de cada una. A Cometierra ya la tenía. Ella es más reflexiva. Está en un momento particular donde está reflexionando sobre su don y tiene que decidir. Eso es muy fuerte: qué es lo que tiene que hacer con su don (eso se da al principio). Miseria es todo lo contrario. Ella está súper convencida de que su amiga es la mejor vidente del mundo y que tiene que salir con todo. Miseria es súper vital, tiene otra chispa y tiene una energía increíble que no para nunca. Cuando Cometierra se decide a salir a la calle, Miseria ya tiene un montón de amigos, trabajo. Cometierra va en otro ritmo en la primera parte: está muy pendiente de su don y, al mismo tiempo, de que a Miseria no le pase nada por un sueño que tuvo. Cuando Cometierra se decide a volver (no quiero spolear demasiado) el texto cobra un ritmo más vertiginoso. Hay cierta adrenalina.
A diferencia de Cometierra acá hay otro cuerpo. Inclusive desde su densidad. Hay algo muy interesante que se da entre el cuerpo y el territorio y, al mismo tiempo, la relación que existe entre el margen y el centro. Está muy vinculado a la estructura de la novela…
Por un lado, yo tenía muy en clara la división en tres partes. Te diría la parte reflexiva y más guiada: descubrir este nuevo territorio. Sobre todo en Cometierra que justamente se va a estructurar hasta el nacimiento de El pendejo. La segunda parte, que Cometierra se decide ayudar a los demás, todo se complejiza. Inclusive en lo personal es más vertiginosa. Hay algunos condimentos que aparecen ahí que vitalizan, por ejemplo, el tema del mate de leche y la propia perra, La polenta, que equilibran.
Por último, lo que sería el desenlace, que lo tuve mucho tiempo en la cabeza, es el juego que hago con las botellas. Eso lo tenía muy claro. Quería seguir escribiendo, pero no quería repetirme. Eso me llevó a pensar en cómo quería narrar esta novela. El tema de las dos voces era algo que le tenía ganas, sobre todo a esto de salir de la voz única y también utilizar el recurso de tomar un personaje que en la otra novela era secundario. Incluso aparece al final. Es un personaje periférico y fue llevarlo a protagonista. Miseria es un personaje del que me enamoré.
Hay en la novela una Dolores que escucha lo que pasa. Está muy presente tu profesión docente y tu rol como madre. Lo que contás son historias de adolescentes...
Eso estuvo siempre muy presente. Estar en contacto con adolescentes me permite tener una mirada bastante fresca y poder construir personajes así. Por otro lado, recuperar que mi abuela nos daba mate de leche. Benja, mi hijo el más chico, en el jardín también tomaba. Es algo muy de la crianza nuestra que me resultaba muy dulce ponerlo y así fui recuperando algunas cositas. En relación a la escucha, siento que todos los escritores y escritoras tienen que tener muy buena observación y escucha. Ese es tu material de base. Soy de tomar apuntes, anotar frases que me gustan y después las pongo en contexto muy distintos. Me pasaba en una escuela, que tenía comedor, que me tocaba ayudar y escuchaba las conversaciones de las cocineras y de les pibes cuando iban a comer y decían cosas que me parecían joyitas y yo después las tomé y las ponía a funcionar en otro contexto.
¿Cómo abordaste el lenguaje en el proceso de escritura?
Yo creo que al menos tenemos que hacer un trabajo de construcción con el lenguaje. Me pasa que, como estoy trabajando en una zona determinada y con una edad específica, no me imagino haciendo ese trabajo a distancia. Trato de hacerlo ahí, bien metida.
Otra de las cosas que aparece en tu novela tiene que ver con la maternidad y la violencia obstétrica…
A mí me gusta trabajar las violencias en sí en las mujeres y esta es una violencia tan naturalizada… En provincias como Misiones, en la actualidad, hay un 60% de nacimientos por cesárea. Se toman decisiones totalmente arbitrarias sobre los cuerpos. Eso se da en un momento de mucha indefensión. Las mujeres seguimos estando muy expuestas a este tipo de violencias, entonces me interesó abordar esto. El tema de las adolescentes sin recursos, por ejemplo. Son carne de quirófano porque no las consideran sujetos. En ese momento, exponemos toda nuestra integridad física y psicológica. También me interesaba trabajar esto desde la ficción. Me interesaba que no sea una bajada de línea. En la novela funciona así. No hay una fisura. Fue acompañar la experiencia de los personajes, escuchar y sentir lo que iba pasando ahí.
Hay una especie de paisaje de la violencia que vos vas describiendo. Eso que vemos todos los días y está naturalizado ¿no?
Yo suelo ir caminando muy atenta por la ciudad. Miro los pedidos, los avisos y lo suelo ver de esta forma. El lugar que yo elijo para construir la ficción es un lugar de muchísima gente, de mucho tránsito, de mucho movimiento migratorio y ahí la violencia y las desapariciones han pegado fuertísimo. La explotación de esos cuerpos pega muchísimo. De alguna manera, quería construir eso. Quería construirlo con imágenes, con olores, con sensaciones el deambular de Cometierra, por ese territorio, me permitió eso.
Y en el medio de eso, todo lo pagano, otras creencias. Lo alucinante de Cometierra es la idea: de una chica que come tierra y puede ver dónde están las mujeres desaparecidas…
A mí me fascina. Siempre me gustó mucho el tema del oracular. Pienso realmente que el Universo se manifiesta. En un comienzo, esta práctica no era marginalizada. El intérprete era un personaje no despreciado como pasó después. En estos territorios donde trabajo pasa eso: hay una religión oficial que también tiene una cantidad de elementos que serían fantásticos: una mujer que queda embarazada del Espíritu Santo en forma de paloma. Y esa es la verdad oficial y lo otro lo pagano. Acá hay una cuestión de poder. Las mujeres han sido castigadas con fuego y con la muerte por realizar estas prácticas.
A mí me interesa mucho pensar esas jerarquías: ¿Qué es central y qué es periférico? Están tan instauradas que a veces no lo vemos. No hay tanta diferencia en lo que es tomado como real y lo que es trabajado como pagano, sin embargo, esta cuestión de la centralidad del poder existe.
En esta zona en particular, hacés tres cuadras y te dan un montón de papeles. Gente que hace trabajos. Las últimas veces que pasé hasta hay volantes inclusivos que unen parejas del mismo sexo. Me sigue resultando súper atractivo. Por otro lado, cruzás la Estación y tenés la iglesia de San Cayetano y para el otro lado, tenés una santería al lado de la otra con todos los santos afrodescendientes como Yemanjá. Está todo muy pegado, muy concentrado. Me parece súper atractivo construir desde ahí. También porque es una parte de la ciudad límite. Está todo concentrado en seis cuadras a la redonda.
Me pasó de ver peregrinaciones que iban a Luján y hacías una cuadra más y también estaban los pastores evangelistas, con otro mambo diferente. Seguís caminando y ves a todos los adivinos o la señora de los panes que aparece en la novela, próxima a los días de los muertos. Todos cultos diferentes conviven en el mismo territorio.
En medio de este contexto de violencia, y de femicidios, me parece interesante como construís la cuestión del deseo en el personaje de Cometierra (Elegí yo, dice al final)… ¿Cómo pensaste el placer y el deseo en estas escenas?
Me llama la atención que me preguntes. Hice un montón de entrevistas y no me lo habían preguntado. Pensé que me lo iban a preguntar mucho más esto. Ella está eligiendo ahí una especie de compañero para estar bien en ese tiempo que están justos y listo: sin culpas y sin ningún problema para ninguno de los dos. Comparten algo súper lindo, sin ningún enrosque. Lo pensé estando atenta al placer y salir de ciertos estereotipos, pensando desde el ritmo de los personajes. Incluso pasa con el grupo de amigos nuevos que se acercan a ella. Empieza a descubrir otra forma de relaciones sexo-afectivas. Esto no estaba presente en Cometierra. Siento que el universo se les abrió y siento que empiezan a aparecer otras cosas. Yo lo sentí por ese lado, sin tanto problema. Creo que ella se empieza a plantear ciertas elecciones. Hay cosas que puede elegir y otras no. De alguna manera el don la eligió a ella. Es un personaje que va creciendo en la novela.
Hay algo del feminismo y lo colectivo…
Hay algo de eso. Sí. Ella va descubriendo cosas. Empiezan a aparecer los pañuelos y otras cosas en la medida que su universo se amplía. El tema del crecimiento de ella ya aparece en los epígrafes del principio. Eso está planteado desde el comienzo. Van anticipando toda esta cuestión del crecimiento y de otro tipo de reflexión. Es mucho el cambio para Cometierra. Al principio está más en la duda y después se empieza a hacer cargo de sus elecciones.
Dolores Reyes nació en 1978 al oeste del Gran Buenos Aires, Argentina, donde en la actualidad vive con sus siete hijos, ejerce la docencia en cursos y talleres y escribe. Estudió el Profesorado de Enseñanza Primaria y también Griego y Culturas Clásicas en la Universidad de Buenos Aires. El suceso de Cometierra, su libro debut, la llevó a participar en ferias y presentaciones alrededor de todo el mundo. Además, la escritora integró el proyecto Untold Microcosms, para el British Museum y el Hay Festival, con su texto El nombre de los árboles, una antología que publicará Anagrama y Charco Press en simultáneo (@penguinlibrosAR)