Bullying: ¿qué hacer frente al acoso en la vida cotidiana?

Durante estas últimas semanas escuchamos noticias sobre chicos y chicas que, a edades cada vez más tempranas, hostigan y maltratan a sus compañeros de clase. Todos los primeros jueves de noviembre se conmemora el Día Internacional contra la violencia y el acoso escolar. Desde Sudestada reflexionamos sobre este tema.

Por Carolina Fabrizio

Una introducción desde la ficción
Muchos recordaremos el célebre capítulo “El Vengador Infantil” de la serie Los Simuladores. En este episodio, un niño de 12 años llamado Pablo Herdel sufre el acoso de un grupo de compañeros que parecen haberse confabulado para torturarlo. Bromas pesadas, patadas, palabras hirientes dichas por lo bajo, y un denominador común: la poca o nula empatía del entorno. Pablo sufre, pero nadie a su alrededor parece notarlo. A los ojos del resto él es un “perdedor”. Tímido, torpe y con sobrepeso (recordemos que en ese momento la sociedad recién empezaba a cuestionar los mandatos físicos y castigaba duramente a los cuerpos diversos) Pablo soporta estoicamente las agresiones diarias de los “bullies”.
Sin embargo, este niño esconde un talento innato para el dibujo. Su habitación está plagada de producciones propias. También posee un rico mundo interior y es fanático de los comics. Los Simuladores, alertados por uno de los empleados del colegio, aprovecharán esta veta artística para organizar un concurso en el cual cada chico/a debe inventar e interpretar a un superhéroe o superheroína. Con un pie en la ficción y el otro en la realidad, Pablo se inspirará para enfrentar a sus agresores y adquirir una renovada fortaleza.    

Los roles
El “Vengador Infantil” está basado en estereotipos para acceder con facilidad al público masivo. Sin embargo, el capítulo nos sirve para pensar los diversos roles que se construyen en una situación de acoso escolar:
El bully / acosador: se trata de una persona que suele funcionar como líder negativo ya sea dentro de un grupo reducido o en un marco más amplio. Nunca actúa solo; necesita del aval del resto para legitimar sus actos. A diferencia del mundo adulto, en el universo infanto juvenil el psiquismo está en construcción, por lo cual no sería correcto tildar livianamente al niño que acosa de “malvado”. Resulta necesario entender las dinámicas de bullying dentro de un contexto grupal. Los juicios de valor no ayudan y solo contribuyen a perpetuar el problema. Hay que reponer la historia tanto del grupo como del niño/a en cuestión para realizar una intervención adecuada.
La víctima del acoso: a pesar de que el capítulo de Los Simuladores nos daba una imagen caricaturesca y estereotipada, es necesario entender que cualquiera puede ser víctima de bullying. Cualquier diferencia puede ser un motivo de acoso. Las familias y educadores deben estar atentos para detectar posibles señales: cambios de conducta, introversión repentina, insomnio, falta de apetito, tristeza. Es fundamental hablar con los chicos y chicas y hacer circular la palabra. Por otro lado, no debemos esperar que el niño o la niña acosado/a “se defienda”. Ninguna persona es capaz de enfrentar una agresión sistemática solo con “buena voluntad”. Las recriminaciones y frases del estilo “tenés que aprender a defenderte” no contribuyen a resolver el problema, sino que probablemente tengan como consecuencia que el chico o chica deje de comunicarnos las agresiones para no “decepcionarnos”.
Los espectadores pasivos: niños, niñas y adultos que observan la situación pero no intervienen. “Mejor no te metás” suele ser el slogan.
Los espectadores activos: niños, niñas y adultos que observan la situación y asumen algún rol, ya sea como cómplices activos de la agresión o para frenarla de algún modo buscando ayuda externa.
Adultos referentes: adultos que detectan la situación de bullying y deciden intervenir para frenarla y trabajar los vínculos del grupo.

¿Qué es (y no) bullying?
Estamos tan sobresaturados de información que corremos el riesgo de pensar que cualquier conflicto es una potencial situación de acoso. Por este motivo, es importante que las familias e instituciones educativas pueden discriminar entre conflictos leves, conflictos graves y situaciones de bullying.
El acoso escolar es una acción sistemática, sostenida en el tiempo, en la cual una o más personas se organizan para agredir a otra. Existe una desigualdad, una asimetría de poder, y el niño o niña acosado/a sufre y por lo general se paraliza. El bullying puede ser un ataque activo, es decir agresiones psíquicas o físicas directas (golpes, patadas, empujones, palabras hirientes, bromas pesadas o en ciertos casos lesiones más serias). También puede tratarse de la exclusión de cierta persona del grupo (dejar de lado a propósito, de manera organizada y con fines de dañar a alguien).
Tener afinidad con determinadas personas, elegir a algunos niños/as para jugar, invitar a ciertos compañeros o compañeras y no a otros a una reunión, no es bullying. Invitar a todos mis compañeros y excluir solo a uno, organizar un grupo de Whatsapp en contra de una persona, promover alianzas para dañar a determinado miembro de la clase, sí es bullying y amerita intervención de los adultos referentes.
En esta era de virtualidad existen aristas más complejas como las redes sociales y los grupos de Whatsapp. El anonimato y la inmediatez generan cierta sensación de “impunidad”. Muchas veces los chicos y chicas no son conscientes de las consecuencias de subir una foto, armar un meme o filmar un video. 
Por ese motivo tanto las familias como las escuelas ocupan un rol importante al educar en torno al ciberacoso. Nuestra huella digital permanece en Internet. Es muy difícil borrarla. Por eso, aquellos que sufren bullying se someten a una constante revictimización: son ridiculizados una y otra vez mediante diversas plataformas. En este sentido, los adultos referentes deben establecer pautas claras y activar protocolos inmediatos para resguardar a las víctimas de acoso.