Por Editorial Sudestada
El 10 de diciembre del 77, en la esquina de su casa de Sarandí, fue secuestrada por un grupo de tareas
El 30 de Noviembre de 1976, su hijo Néstor De Vicenti, fue secuestrado junto a su novia Raquel Mangin. Azucena comenzó a visitar el Ministerio del Interior en busca de información. Con carpetas en la mano, hojas sueltas, y en la búsqueda sin brújula posible, conoció a un grupo de madres en su misma situación.
Y el 30 de Abril de 1977 juntaron fuerzas frente a la casa de gobierno, la policía las amenazó diciéndoles que no podían estar manifestando, que debían “circular”. Aquel grupo de mujeres salieron a romper al medio la historia. Nacían nuestras Madres de Plaza de Mayo. Un conocido refugio para Azucena y las Madres era la iglesia de La Santa Cruz. Pero un día llegó un joven llamado “Gustavo Niño” diciendo que buscaba a su hermano desaparecido. Se infiltraba en el grupo el Capitán de Fragata Alfredo Astiz.
El 8 de diciembre de 1977 un grupo de tareas dirigido por este genocida que apodaron “el ángel de la muerte”, secuestró a varias personas de la Santa Cruz, entre ellas las Madres de Plaza de Mayo, Esther Ballestrino de Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco, y la monja francesa Alice Domon. El plan finalizó el 10 de diciembre de 1977 con el secuestro de la Fundadora de Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor y la monja francesa Léonie Duquet.
Azucena se resistió, gritó para que alguien la escuchara, la golpearon y la metieron en un auto para llevarla a la ESMA. La llevaron al “altillo”, el lugar en donde depositaban a las personas que mantenían “más en secreto”. La torturaron durante toda la noche, y regresó al calabozo sin conocimiento.
Fue lanzada de los vuelos de la muerte. Y en dos diciembres, uno del 77 y otro del 78, en la costa argentina aparecieron alrededor de 60 cuerpos de personas víctimas de los vuelos de la muerte. Fueron enterrados clandestinamente en el cementerio de Gral. Lavalle. Al día de hoy se pudo recuperar la identidad de 20 de aquellas personas. Una de ellas es Azucena.
Sus restos descansan en la misma Plaza de Mayo