Una íntima radiografía documental de la vida de Atahualpa Yupanqui. Trashumante, dice Atahualpa Yupanqui en este nuevo documental, es quien se aleja de la casa y viendo hacia atrás detecta el humo que sale de ella, remarcando así que la característica de los trashumantes –poetas, viajeros, bohemios, músicos, forasteros- es el movimiento, tomar distancia de la raíz para con esa distancia ahondar, a través del arte, en los sentimientos más profundos.
La mejor universidad para mí siempre ha sido la senda, la senda y el caballo, agrega Atahualpa en este documental de Federico Randazzo Abad que hace poco ha cumplido 100 días de vida tras estrenarse en el Cine Goumont -impulsada su producción por el INCAA – y empieza a tomar camino propio haciéndose eco en salas tanto del INCAA como en espacios independientes y teatros.
Atahualpa Yupanqui, cuenta el propio artista Héctor Roberto Chavero, viene del Quechua: El que viene de lejanas tierras para contar historias. Una de las lenguas que heredó del padre que solo se la guardaba para nombrar a las flores, a los pájaros y a los árboles. La familia es uno de los ejes que toma la narración, primero el origen (el padre, la madre) y luego quienes lo han acompañado –parejas, amigos- cosa que se ve en valiosas cartas, testimonios, entrevistas y anécdotas. Todo un material de archivo -archivo que le llevó once años de trabajo al director acompañado por uno de los hijos de Yupanqui el “Coya” Chavero- que se va acumulando como un fragmentado rompecabezas.

Otro de los ejes fundamentales que recorren este trabajo audiovisual es la voz en primera persona de Atahualpa que permite descubrir a un ser sensible, duro, irónico, humorístico, nostálgico. De madre vasca y padre mestizo, nacido en Pergamino, adoptó la guitarra para que sea su compañera desde joven, la misma que lo lleva en un primer viaje iniciático a las tierras de Tucumán donde profundizaría luego su conocimiento acerca de la etnografía, la antropología, el origen de las coplas anónimas, la verdadera esencia de la baguala y de los ritmos ancestrales de nuestra tierra. Fue así que fue profundizando –junto los investigadores e investigadoras de Tucumán- su estudio acompañó siempre esa indagación con la guitarra, vibratos, silencios, golpes de caja se iban tejiendo entonces en el diapasón del guitarrista zurdo para traducir el lenguaje de la naturaleza, de la montaña, para luego tomar esa música y señalar también la pena del peón, del obrero, del forastero.
Tras casarse con su prima (varios años mayor que él) y tener un romance –y un hijo- con la pianista Lía Valdez es que aparece en su vida quién complementaría sus rasgos criollos con la más elegante mirada musical: Antonietta Paule Pepin Fitzpatrick mejor conocida como Nenette. Una refinada pianista cuya experiencia musical empezará a confluir en las nuevas composiciones del guitarrista quién –por cuestiones de la época- oculta a la pianista bajo el pseudónimo de Pablo del Cerro. Quién figura como co-autor en muchas de las composiciones.

Tras aquellos viajes iniciales, la investigación en la voz originaria, Atahualpa se afilia al Partido Comunista por lo que luego de 1945 como otros artistas como Pugliese, por ejemplo, es prohibido. Su música no se puede escuchar en las radios ni le está permitido presentarse en conciertos. “Era yo un muerto civil” dice en uno de los archivos que nos acerca el documental y agrega al respecto, bromeando: Yo difería en ese entonces con Descartes él decía pienso, luego existo más yo tomé entonces mi propia filosofía, pienso luego exilio. Es así que en 1949 devino el exilio. Abandonar la tierra natal y buscar que la música – ese lenguaje universal- le vaya abriendo camino en nuevas geografías encontrando en Francia un refugio donde encallar, sobre todo tras el recordado recital que el poeta dio junto a Edith Piaf quién le permitió cerrar su show y además tras la presentación le ofreció toda la ganancia de la noche para que el guitarrista pase sus días lo mejor posible en Francia “Vos lo necesitas más que yo” dijo Piaf, recuerda Yupanqui. Luego, en otro recorte reflexiona acerca de la función del artista “Muchos se hacen artistas para levantarse tarde, pero el arte no es para entretener sino para señalar como vive el hombre en su condición social” y luego dirá en relación a sus viajes a Oriente “Deseaba en mi interior seguir ahondando en la relación del hombre con el paisaje”. Luego llega el regreso a la Argentina, emblemáticas presentaciones en el Teatro Alvear donde asistían todos los artistas de la época: Mercedes Sosa, Cafrune, figuras del Tango, Narcico Yepes, entre otros, donde Yupanqui traducía con su guitarra las asperezas de ese camino que lo encontraron más de una vez refugiado en la escondida (su casa de Cerro Colorado) siendo torturado, dejando en alguna de las veces que fue preso que con una máquina de escribir le rompan la mano derecha pensando que esa era su mano hábil, raleado por el Partido Comunista tras su desafiliación, llevando en sus manos y su mirada entonces las piedras del camino a dónde la guitarra lo fue llevando. Después se revela una histórica presentación en Cosquín donde se bautizaba al escenario mayor con su nombre y se ilustra el tiempo donde el artista vuelve a su tierra tras el largo peregrinar para cantarle a su pueblo.

El documental va cobrando ritmo yendo de la intimidad de la figura de Atahualpa hacia el paisaje que lo rodeaba, los hijos, Nenette, las cartas, los conciertos, los viajes, los amigos tanto en Francia, Hungría como en Tokyo. Con preciso registro de entrevistas y presentaciones se va tejiendo, a su vez, un relato paralelo –poético- que dialoga al mismo tiempo con la voz en primera persona de Yupanqui. Es así como aparecen canciones históricas como Los ejes de mi carreta, El arriero, Duerme negrito para llegar hacia el final, un final cuyo preludio es el hermoso poema de Machado “La Copla” donde Atahualpa toma un conjunto de coplas y las enhebra mágicamente con su guitarra para advertir algo de su temple como algo también de su próximo destino: Con mi caballo y mi lazo, paso la vida tranquilo. Tengo un letrero en la frente ‘No me vendo ni me alquilo // Cantando pasé la vida, cantando gasté mi voz, navegando en mar de coplas, me voy acercando a dios.
Atahualpa Yupanqui, un trashumante. Documental de Federico Randazzo Abad. Guion: Federico Randazzo Abad, Fernando Krapp, Germán Sarsotti. Fotografía: Diego Poleri, Gabriel Alijo, Darío Mascambrone, Connie Martin, Hiroshi Moriya. Edición: Mario Bocchicchio, Federico Randazzo Abad. Duración: 90 minutos.
Redes https://www.instagram.com/atahualpayupanqui_documental/
Yupanqui – Coplas https://www.youtube.com/watch?v=GLU3-HOApZE

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