Un fuego que se fue apagando
Para quienes ejercemos este oficio la figura de Lanata siempre fue un tema de debate. Generalmente para renegar de un oficio que con los años se mercantilizó hasta límites inimaginables. Quienes hoy nos encontramos cerca de los cincuenta, nos formamos leyendo o escuchando a la mejor de las facetas del periodista que hoy se despide de este mundo.
Escuchar ahora nombres como Hora 25, Página 12, revista veintitrés o Critica de la Argentina suena a viejas anécdotas, a debates que nunca terminaron bien.
Al igual que Pergolini, logró imponer un estilo en televisión, una forma de contar, siempre cercana a los empresarios y financistas que veían en Lanata un potencial para hacer guita. Primero ejerció la función de contener al electorado que pedía a gritos el fin del menemato, luego jugó un tiempo a ser nacional y popular, hasta que apareció el diablito y le ofreció un retiro sin límites económicos, sumas impensadas para periodistas que hoy, en su mayoría, están dentro de la linea de la pobreza si no tienen 2 o 3 trabajos.
Como empleador tampoco hay mucho positivo que recordar. Armó y cerró medios sin pagar indemnizaciones, como un juego de nene caprichoso con poder y ganas de sentirse un provocador.
No fue una influencia para quienes hacemos Sudestada; es más, nos peleamos en más de una oportunidad. “A ustedes nunca más les doy una nota”, nos escribió por mail luego de que un compañero detalló fragmentos robados de su libro “Muertos de amor”, una historia sobre militantes del EGP, que Lanata eligió destruir. El libro en cuestión tiene fallas históricas concretas y la intención de defenestrar a Jorge Ricardo Masetti, un periodista que fundó Prensa Latina en Cuba y luego comandó un foco guerrillero en el norte de nuestro país.
Desde la alianza con el grupo Clarín, el aporte del periodismo y la creatividad de Lanata fueron menguando hasta convertirse en un tibio reaccionario que todas las tardes iba a radio Mitre a cumplir con su tarea de garantizar la impunidad de uno de los grupos que más plata le sacó al Estado. Sus programas de televisión tenían la función de terminar con el Kirchnerismo. No había ningún otro aporte que emisión tras emisión encontrar, como sea, los millones enterrados que decía tenía la ex presidenta en el sur del país.
Se va Lanata, quien hizo buenos programas radiales en los noventa y que, con el paso del tiempo, le dio la razón a la triste frase que cuánto más viejo nos ponemos menos rebeldes quedamos. Falta decir que la rebeldía, está vez, fue negociada en un retiro millonario cada vez más lejos del periodismo y más cerca de la casta mediática.
