Adolescencia: Una mirada sociopolítica de la problemática

En tan solo cuatro capítulos, la miniserie británica Adolescencia cuenta la historia de un adolescente de 13 años que, influenciado por un fenómeno digital que promueve posturas y conductas machistas y misóginas, asesina a una compañera de escuela. 

Por Valeria Spinetta

Ahora bien, no es novedad que el desarrollo de los/as niñas y adolescentes es afectado por la sobreexposición a entornos digitales, lo cual impacta en la privacidad, las experiencias socio-afectivas, el estado emocional, entre otras cosas. En nuestras sociedades actuales, cada vez más individualizadas, inestables, fluidas, híper conectadas y sobre estimuladas, donde todo sucede a la velocidad de la luz, en el terreno de la inmediatez, y acontece en y desde la virtualidad, cada vez más niños/as y adolescentes padecen trastornos de ansiedad y encuentran dificultades para tramitar sus emociones, angustias y frustraciones. En estas formas actuales de socialización, donde lo virtual ocupa un lugar central, cada vez más niños/as y adolescentes son incapaces de gestionar el rechazo.

No cabe dudas que el entorno virtual está sobresaturado de expresiones violentas (algunas de las cuales reproducen estereotipos tradicionales de género y posturas machistas y misóginas), pero este escenario se complejiza pues los/as niños/as y adolescentes son usuarios nativos de estas formas digitales de comunicación que impactan en sus representaciones y comportamientos y, además, les sobreexpone a un entorno plagado de apuestas online, influencers que se presentan como gurúes repitiendo el lema: “para ser tenes que tener y/o parecer” y una multiplicidad de otros discursos que avalan, promueven y legitiman el odio, la violencia y la estigmatización. Esta virtualidad, plagada de discursos de odio, crea y recrea la realidad, crea y recrea relaciones sociales, imponiendo formas de ser, pensar y sentir que llevan a muchas personas a expresarse y/o actuar de forma violenta y mediante la estigmatización de ciertas personas y/o grupos por diversas y múltiples razones (como el género, la ideología, o incluso algún estatus de origen simbólico, material o virtual).

Ahora bien, resulta interesante pensar que sucede cuando estas formas de pensar, actuar e incluso sentir son pregonadas desde el poder político. Pues, las manifestaciones violentas son una constante en las expresiones desplegadas por gobiernos de derecha que se asumen liberales. Tomando el actual escenario político argentino, donde desde el oficialismo se rompe con las formas tradicionales y protocolares de hacer política y se plasman expresiones violentas en redes sociales sin ningún tipo de tapujo y con total impunidad, parece que cada cual tiene derecho a decir y actuar conforme a sus impulsos más salvajes. Estas formas violentas se traducen en acciones concretas como la represión y demonización de la protesta (que tiene a la marcha de los jubilados como caso más evidente), el ataque a artistas opositores/as (que focaliza especialmente en artistas mujeres) y hasta la censura.

Por su parte, la violencia machista y  las formas en que se estigmatiza a las mujeres por el mero hecho de serlo quedan en evidencia en los discursos retrógrados de una serie amplia de representantes políticos y personalidades vinculadas con el oficialismo, pero también se manifiestan en el accionar concreto de este tipo de gobiernos. En primer lugar, me refiero a diferentes figuras  (entre las que se destacan diputados/as, senadores/as, una serie de activistas de extrema derecha, el mismo presidente y hasta el rector de la Universidad Católica), quienes, mediante redes sociales y exposiciones públicas, atacan, desvalorizan y expresan rechazo hacia las mujeres y las disidencias, reforzando estereotipos sexistas, a la vez que niegan la violencia de género y los femicidios. En segundo término, lo dicho se materializa en la práctica y se vislumbra en el cierre y/o desfinanciación de espacios y políticas de género, bajo la consigna liberal de desregulación del Estado y del gasto público, y en el ataque sistemático a la Educación Sexual Integral y la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, cuestiones que dejan en estado de desprotección y vulnerabilidad a mujeres y minorías disidentes, poniendo en jaque los derechos conquistados.

En este escenario, la misoginia y el machismo trascienden lo virtual, generando efectos, habilitando prácticas e instalándose en la cotidianeidad. En este sentido, me pregunto ¿cuáles son las implicancias que estas formas violentas de hacer política tienen sobre las niñeces y adolescencias? Vivimos en una sociedad que enseña a los varones a tratar a las mujeres de forma despectiva. Una sociedad donde, además, los discursos de odio y desprecio hacia las mujeres no solo circulan mediante redes sociales, sino que también son promovidos, y de este modo habilitados, por gobiernos de derecha. Estos discursos que circulan en la virtualidad aportan a la conformación de un sentido común que reproduce que el problema es la mujer, y por eso cualquier acción en su contra no debe ser problematizado.

Volviendo al tema en cuestión, la miniserie Adolescencia tuvo gran repercusión a nivel mundial, y es que no solo generó angustia e impacto, sino también muchos interrogantes. En un mundo donde la cantidad de crímenes por motivos de género no deja de crecer, habría que preguntarse ¿qué es lo que genera tanta repercusión? En este sentido, considero que el problema es que los femicidios ya no espantan, han sido naturalizados. Lo que en la miniserie horroriza es que el crimen haya sido perpetrado por un adolescente de 13 años. Preguntarse ¿qué móvil tendría un adolescente para perpetrar tal hecho? es desconocer la trama cultural y política de nuestra época y la influencia que tienen los medios digitales (y sus contenidos), y las expresiones de figuras públicas que por allí circulan, en la socialización de los/as niños/as y adolescentes. Cómo ciudadanos y como usuarios de redes sociales debemos preguntarnos qué responsabilidad tenemos en la socialización de las nuevas generaciones. Está de más decir que los gobiernos tienen el deber y la obligación de plantearse lo mismo, en pos de generar políticas públicas de asistencia, contención y prevención.

Valeria Spinetta: Licenciada en Sociología. Profesora de Sociología. Magister en Comunicación y Cultura. Doctora en Ciencias Sociales.