Adelanto: un capítulo del libro “Operativo Tilcara 86”

Compartimos un capítulo del próximo libro de Juan Ignacio Provéndola sobre la inédita pretemporada que preparó Carlos Salvador Bilardo meses antes del Mundial de 1986 para adaptarse al clima mexicano. En este libro el autor conversó con varios de los protagonistas y lugareños que cuentan aquella experiencia y explican por qué esos 10 días fueron de vital importancia para ganar la copa.

Aunque la Quebrada de Humahuaca puede jactarse de sus carnavales como principales hechos sociales, Tilcara guarda para sí otro evento anual que también convoca a miles de personas: la procesión en Semana Santa con la Virgen de Copacabana a cuestas hacia el santuario de Abra de Punta Corral, quince kilómetros arriba de los cerros, rozando los cuatro mil metros de altura. Se trata de una ferviente devoción compartida con los pueblos de Maimará, Tumbaya y Tunalito. Y que Carlos Bilardo y su plantel quizás conocieron aquel verano de 1986: durante el tiempo que estuvieron en la villa veraniega, la Virgen se encontró donde casi siempre; en su gruta de la Iglesia Nuestra Señora del Rosario, frente a la plaza Sargento Antonino Peloc. A tan solo quinientos metros del Hotel de Turismo.
Para muchos, relacionar a Tilcara con la Selección del 86 conecta exclusivamente con “La historia de la Virgen”, quedando afuera las otras experiencias que evocaron estas páginas. Todo se resume a una promesa y su maldición, epíteto que ofende a los locales: “La Virgen no maldice”, aclaran. Pero sigue dando vueltas alrededor del lugar un asunto que no termina de cerrarse. Con el paso del tiempo, los relatos y las supersticiones, la cuestión escaló alturas insospechadas. Hasta acabar en una especie de conjuro que explica la desdicha de Argentina en los Mundiales posteriores al de México: el incumplimiento del regreso jurado a Nuestra Señora de Copacabana.
Fuera de versiones, conjeturas y todo el anecdotario construido alrededor, el único registro palpable que existe sobre esta historia es un artículo del diario El Pregón con fecha del miércoles 15 de enero de 1986. Es un registro de lo que había hecho toda la comitiva de la Selección el martes, un día antes de abandonar Tilcara. En la crónica se sabe que Bilardo licenció a su plantel después del último entrenamiento en la cancha de Pueblo Nuevo, pero luego lo volvió a reunir para cumplir una serie de compromisos protocolares. Uno de ellos fue un intercambio de objetos con el municipio local (¿dónde estarán hoy?). Y otro, la asistencia junto a autoridades locales a una misa del Enero Tilcareño en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, el lugar donde se encuentra la gruta que alberga a la Virgen de Copacabana.
De este último episodio no sobrevive más que una mención a la pasada en la nota, sin más detalle. Ni siquiera hubo una foto. Y, mucho menos, declaración alguna acerca de la ceremonia religiosa. ¿Fue aquel el momento en el que alguien, quizás, pidió algo? ¿Cómo saberlo?
Cinco meses después Argentina ganó el Mundial del 86 y todo aquello quedó rápidamente en el olvido. Incluso la experiencia completa de Tilcara: la narrativa de esa épica saltaba directamente de la clasificación contra Perú de junio de 1985 a los amistosos adversos de marzo y abril del 1986 (Francia, Noruega), la escala en Colombia y el desembarco final en México de mayo. Durante muchos tiempo nadie recordó esos diez días en la altura jujeña. Ni mucho menos el supuesto pedido no recompensado.
Recién en los últimos años Tilcara emergió como una especie de epopeya en el desierto bajo la curaduría de la Virgen de Copacabana del Abra de Punta Corral (o algo así). Su historia comenzó a ser narrada por gigantes de todo el mundo: la agencia France-Presse, la red O Globo de Brasil y la cadena Eco de México le iban en saga a todos los medios argentinos, entusiasmados por ese relato viejo pero, al mismo tiempo, novedoso. Todos procesaban hacia la Quebrada de Humahuaca en busca de un contenido poderoso, épico y místico. El pueblo aseguraba recordar a la Selección, su amabilidad y su conexión con el lugar. Pero también el trato celebrado con la Virgen de Copacabana: volver a Tilcara si obtenían la Copa del Mundo.
Varios campeones del 86 salieron en reiteradas oportunidades a desmentir aquella acusación. “La verdad es que no prometimos nada. Solo ir a Luján, cosa que hicimos. Pero no a Tilcara. Eso es culpa de un vivo de ahí que, en el medio de una fiesta, nos metió a nosotros en eso de tener que volver porque habíamos dicho o hecho tal cosa. Además: ¿Cuál sería el problema de regresar? Lo que no me gusta es que digan cosas que no son”, protestó Oscar Ruggeri. En la misma línea, Sergio Batista afirma: “Todo eso es mentira. Si yo hago una promesa, la cumplo. Igual que los muchachos. Ese fue alguien que se pasó de vivo y quiso darle algo al pueblo, poniéndonos a nosotros como culpables. Pueden joder todo lo que quieran, pero la Virgen sabe que eso no es real, así que nosotros estamos tranquilos”. El Checho había ido con el Tata Brown en mayo de 2011 a la Iglesia Nuestra Señora del Rosario sin mucha ventura: dos meses después la Selección que dirigía quedaría eliminada prematuramente de la Copa América en Santa Fe frente a Uruguay y entonces renunciaría como entrenador.
Hasta la Coca-Cola se tiró de cabeza a esa narrativa para hacer una publicidad en la previa de Rusia 2018, aprovechando que la FIFA estaba de recorrida con la Copa del Mundo por Tucumán y entonces era más fácil que nunca arrimarla hasta Tilcara. “Muchos creían que era una réplica, pero se trataba de la original. Hasta vinieron con los guardias suizos. Los únicos que podían tocarla eran los campeones. La pusieron en un cofre de acrílico, la cubrieron con un paño negro y ni te podías acercar. Te demorabas un poquito y ya te tocaban el hombro”, asegura Carlos Cabrera.
El título del comercial fue “La promesa de Tilcara”, aunque la empresa se cuidó en esos tres minutos de no mencionar una sola vez a la Virgen (¿habrá sido por respeto a la figura religiosa o por miedo a otra maldición?). Lograron reunir a varios de los muchachos de Pueblo Nuevo con algunos de los campeones del 86, aunque no todos los que habían viajado en enero de 1986 (solo Brown, Garré, Tapia, Batista y Giusti, cinco de los catorce), e incluso con algunos que no habían estado en esa pretemporada quebradeña (como Julio Olarticoechea, Héctor Enrique y Nery Pumpido).
Si tal promesa existió, el spot de la gaseosa no bastó para cumplirla: la comitiva que viajó en marzo de 2018 no era la misma de enero 1986. Además, las jornadas de filmación fueron en Semana Santa, ocasión en la que la Virgen de Copacabana no se encuentra en Tilcara porque justamente es trasladada en la procesión hasta el santuario de Abra de Punta Corral. En una escena, la selección llega en varios autos y el pueblo sale a la calle con sorpresa y alegría. Los tilcareños (que cobraron por su participación un cachet, al igual que los jugadores) confiesan con gracia que la toma debió ser repetida varias veces. Fue el 27 de marzo de 2018, mientras en otro hemisferio la Selección dirigida por Jorge Sampaoli caía en una goleada histórica por 6 a 1 ante España en la cancha del Atlético de Madrid.
En lo que pareciera ser una edición no comercial de la agencia que hizo el spot, circula por las redes un video más extenso en el que sí se habla de la promesa, de la Virgen y de lo que algunos lugareños dan a entender como una maldición, aunque cuidándose de no enunciarla como tal.
Lo cierto es que esta historia alrededor de la Selección y Tilcara comenzó a rescatarse recién veinte años después de que se produjo. Así lo muestran las distintas diligencias que Julio Grondona hizo en 2006, antes del mundial de Alemania. Primero envió una réplica de la Copa del Mundo con una placa que reza: “El fútbol argentino a la Virgen de Copacabana del Abra, en eterno agradecimiento a la bendición que respaldó a la Selección Argentina para coronarse campeón mundial de México 1986”. El obsequio es exhibido desde ese entonces en la Iglesia Nuestra Señora de Rosario.
Algunos añaden que Grondona también hizo viajar en la comitiva a la Quebrada a dirigentes de Arsenal de Sarandí, su club. Un año después, el equipo del partido de Avellaneda ganaría la Copa Sudamericana 2007, el primer título de su historia. En 2010, previo al Mundial de Sudáfrica, una página web juntó miles de firmas para impelerle a los campeones del 86 su retorno a Tilcara. Un año más tarde regresarían solo Batista y Brown, por su cuenta, a ofrendarle a la Virgen una camiseta de la Selección.
La épica de Brasil 2014 con la esperada cantidad de argentinos en las tribunas dejó por un momento las supersticiones de lado, aunque la derrota en la final volvió a agitar fantasmas. Antes de Rusia 2018, ya era noticia una bandera que circulaba por los partidos previos de la Selección. La misma tenía dos años con los colores de Argentina y la siguiente leyenda: “Campeones del 86, cumplan su promesa y vuelvan a Tilcara”.

Suena curioso que una historia tan profunda y medular, tan cara para la sensibilidad argenta (fútbol y religión, Bilardo y la Virgen, razón y pasión, la ciencia y la fe, todo dentro del marco del Mundial 86) haya pasado desapercibida no un ratito, sino veinte años. ¿Qué fue lo que reactivó ese recuerdo y lo hizo escalar tan rápido y tan alto?
La respuesta está en el artículo que Gabriela Tijman publicó en el diario Clarín el 23 de abril de 2006. “En Tilcara aseguran que la delicada imagen de piel morena y manto celeste y blanco es la dueña del destino inmediato del equipo nacional. Será pura convicción religiosa, o tan sólo una buena leyenda. Pero en este pueblo de poco más de seis mil habitantes es cosa seria”, escribió la periodista. “Y claro, como en todo pueblo, en Tilcara hay una iglesia, y en las iglesias es normal hacer promesas. Y ésta, juran los lugareños, fue concreta: si la Selección salía campeona del mundo, tenía que volver para agradecer. Sucedió lo primero. Pero en Tilcara todavía siguen esperando”. El texto era revelador y tenía todo lo que desearía un narrador: una historia oculta, protagonistas conocidos, relato atrapante y un título de arco a arco: “Selección de fútbol: de una promesa a una maldición”. Gol.
La periodista porteña se había mudado a Tilcara en 2003 y desde ese entonces dedicaba su tiempo a dos cosas: trabajar y descubrir el nuevo lugar. Así, haciéndose amigos locales, oyó una historia que desconocía por completo: la Selección de Bilardo se había preparado ahí diez días de enero de 1986, de cara al Mundial de México. “Me cuentan escenas como la de Bilardo disfrazado de coya, cosas increíbles”, recuerda.
El fútbol no formaba parte de los principales intereses de Gabriela, pero poco antes del Mundial de Alemania 2006 le cuenta aquello que había escuchado a un viejo compañero de Clarín, como quien comparte una anécdota de viaje. Y este se encandila: “Gaby, nunca se escribió sobre esto. ¿Por qué no haces algo?”, la persuadió.
“En todo Tilcara no había una baldosa que no conociera del tema: que Argentina no iba a salir campeona hasta que no cumpliera con la promesa. Y punto. Eso era así. Como que el viento norte te pone loco. Una verdad absoluta. Indiscutida”, recuerda Gabriela Tijman, ahora directora del portal El Submarino Jujuy. La nota fue un bombazo: su publicación se viralizó a la vieja usanza, en una época donde no existía ese término y ni siquiera aún se había instalado la socialmedia. El Clarín con su texto circuló velozmente e instaló en la consideración pública un relato atrapante sobre el fútbol argentino que hasta entonces se ignoraba.
Curiosamente, la última en enterarse de todo esto fue la propia Gabriela: “No tuve registro de lo que pasó en ese momento. La repercusión medio que escapó a mí porque en Tilcara no había Internet, las comunicaciones no eran tan ágiles como quizás lo sean ahora, y tampoco miraba canales de Buenos Aires. Esa historia era parte de todo lo demás que iba conociendo acerca del lugar al que me había mudado hacía poco”. Una especie de primicia tardía, revelada veinte años después, pero de alto impacto. Ahora no existe medio que se prive de una nota sobre el Operativo Tilcara 86 en las vísperas de una Copa del Mundo. Todos abren con idéntico miedo la misma pregunta: ¿Ahí es dónde residen las desventuras que impiden nuestra anhelada consagración? Cada cuál podrá conjeturar lo que quiera. Dará igual: siempre tendremos un nuevo Mundial para reactivar nuestras expectativas y deseos. Y, simplemente… creer.

Por Juan Ignacio Provéndola