¿Por qué nos emocionamos tanto con Divididos?

Ayer miércoles 12 de noviembre, la Aplanadora del rock nos recibió en el Movistar Arena para mostrarnos su nuevo material, regalarnos unas canciones y llenarnos como siempre de una inmensa alegría. Agustina Rúa (nuestra querida fotógrafa de recitales), Jorge Medina y Pablo Flores cubrieron este lanzamiento que intentamos reflejar en palabras e imágenes.

Por Pablo Flores

I

 Cuentan los veteranos que entre los años 60 y 70, cada vez que caía un disco en la mano de algún amigo era toda una expectativa. Para los amigos era una cuestión de encuentro. No quedaba otra que ir a la casa del que tenía el mejor tocadiscos y sentarse a escuchar lo que duraba sin adelantar ninguna canción. Escuchar un disco de vinilo te obliga a hacerlo todo de una vez. El disco mata la ansiedad. Ansiedad provocada por los tiempos de aceleración y velocidad que nos limitan para detenernos en la belleza de las cosas.  Aceleración y velocidad que Divididos eligió suspender por un rato invitándonos a sentarnos y escuchar una nueva obra artística en formato vinilo de corrido. Como en los setenta.
Escuchar es compartir con el otro afirmó Ricardo Mollo alguna vez. Él necesitaba saber qué les pasaba a las personas cuando sucedía eso que a él le atraviesa cuando viene esa parte de la canción. Ahora ya lo sabe. O eso es lo que pudimos intuir algunos al ver sus ojos vidriosos.

II

 Pocas veces nos enteramos de las trastiendas de los discos. Esta vez Divididos decidió contarnos ese proceso en el cual la creatividad baja y se canaliza en los cuerpos de los que crean arte. Documental mediante – “Sonidos, barrio y piel”- nos compartieron algo de esa intimidad. El folleto que nos recibía y nos adelantaba algo de lo que estábamos por transitar, nos advertía: “Durante la grabación del disco, Divididos reflexiona sobre las herramientas emocionales que utiliza para la creación de música”. Esas herramientas emocionales las convirtieron en narración. Porque todavía vale la pena seguir contando historias.
Divididos mostró el proceso de construcción de la casa donde hacen parir su música. Las primeras imágenes nos muestran hombres trabajando. Luego, un retrato de los materiales de trabajo: equipos e instrumentos. Allí estaban las herramientas. Porque la sala de Divididos es como un taller. Un obrador. Una casita musical.
El cuento sigue mientras niños y niñas juegan a la pelota en un potrero. Esos que casi ya no existen. Las metáforas futboleras se hacen presente en el hilo narrativo. Jugar con el compañero con libertad. Disfrutar y celebrar. En eso surge la narración. Son tres personas dispuestos a contarnos la intimidad emocional de aquello que ahora ya no les pertenece: canciones. Porque, justamente, lo que quedan son las canciones Lo que dura. Lo que permanece en el tiempo. Como las narraciones sobre lo que nos sucede.

III

  ¿Cual es el tiempo verdadero que tiene que pasar entre disco y disco? No hay tiempo verdadero cuando se trata de crear algo que sinceramente te conmueva. La industria y el mercado piden novedades. No importa si la novedad no conmueve. Lo que importa es que venda. Si las canciones y las narraciones persisten y se prolongan en el tiempo es porque conmueven. Por eso Divididos se tomó su tiempo para un nuevo disco. Pero en el medio no hubo silencio. Durante todo este tiempo no pararon de tocar sus canciones. Así lo expresó Diego. Cada vez que se toca una canción, nunca es la misma interpretación. Uno no es el mismo cada vez que la toca. La música no tiene tiempo de vencimiento. Pienso entonces, que uno tampoco es el mismo cuando la escucha. Algo similar a lo que nos pasa con la lectura de un libro. Cuando tenía 12 años, una profesora de Literatura nos explicaba lo bello de volver a leer el mismo libro después de varios años. Uno iba acumulando experiencias, dolores, pasiones y amores. Volver a pasar por un libro luego de un nuevo acumulado de vivencias nos hacen despertar nuevas emociones. 
La nueva obra de Divididos es un cuento. Es una síntesis de los años de vida. Letras que reflexionan sobre aquello que anticiparon en el 2019 con Mundo Ganado. Un insumo para repensar la aceleración social.

IV

 Entonces, ¿por qué nos emocionamos tanto con Divididos? En principio porque compartimos con el otro. Y ese otro se emociona junto a uno. Como aquella noche fría de verano en Pinamar donde ví a ese pibe llorando mientras sonaba el Arriero. Me acerqué y lo abracé.
Toda emoción se puede narrar. Sin embargo, no todos logran hacerlo. Las podemos sentir en el cuerpo pero a veces cuesta ponerlas en palabras. Por suerte, Divididos puede. Y en esa narración hay posibilidad de recomienzo. Entonces, Divididos recoge emociones, las transforma en canciones y ahí tenemos la posibilidad de que nos surjan nuevas. Un recomienzo continuo de emociones.

 Divididos nos vuelven a hacer pasar, una y otra vez, por la memoria. Alienados por una época sin recuerdos, no nos apasionamos, no contamos más historias. Volver a la memoria rompe con la lógica del tiempo pasado. Porque en el pasado aún hay elementos que nos pueden conmover y asombrar. Divididos rompe con la lógica lineal del tiempo. Es una anacronía. El pasado es memoria, y la memoria es reservorio de la imaginación de algo mejor.
Y finalmente, nos emocionamos con Divididos porque de alguna manera u otra queremos resistir a algo. Hay algo que no queremos y encontramos en Divididos un acto de resistencia a ello. Hay algo de este mundo que renegamos y de alguna manera necesitamos hacernos de un optimismo que nos permita seguir insistiendo.

 Mientras renegamos, resistimos e insistimos – porque siempre algo mejor tiene que haber-  apostamos a contar historias y seguir narrando con Divididos. 

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