Por Editorial Sudestada
El gobierno, a través del Ministerio de Defensa, dio la noticia de que no va a haber desfile el 9 de julio, como sí realizaron el año pasado con más de 6 mil militares y unos 2 mil combatientes de Malvinas. Sobre la avenida Libertador, Milei y su vice Villarruel -a la sombra de todo- desfilaron en un tanque de guerra, entre risitas y poses de metralleta en mano. Pero este año… no salen a la calle. La excusa, o en realidad, el “motivo”, es reducir el “gasto” público, porque tal desfile costaría alrededor de mil millones de pesos. Y la confusión avanza. Porque mientras el mismo Ministerio anuncia esto, sigue comprando armamento militar que junta polvo. Y la comitiva presidencial sigue de viaje en viaje sin un solo beneficio para el país. Y la realidad es clara, pero merece algunas preguntas, ¿el gobierno le tiene miedo a la gente, se esconde por la respuesta de la calle, está evitando un repudio masivo a poco de las elecciones nacionales?
Los desfiles militares fueron moneda corriente para el Día de la Independencia, a excepción de los 12 años continuos de los gobiernos de Néstor y Cristina, y luego se sumó la gestión anterior. Allí no estuvo la milicada en la calle exponiendo armamentos y “coreografías”. Luego de aquella década retomó el desfile Macri, y el año pasado este gobierno. El que ahora, en una maniobra que sorprende hasta a los suyos, decide suspender todo. Y confunde con el espejito de colores de la “austeridad” para no mostrar la verdadera hilacha, o el costo que tiene el empobrecimiento y la crueldad. Y quizás por eso no salen a las calles.
Milei no da actos en espacios públicos, y cuando toma el micrófono para discursos grotescos, lo hace dentro de un circo armado, con aplaudidores funcionales, y medios que replican. Ni el presidente ni sus funcionarios entran a una escuela pública, ni hospitales, ni barrios. No recorren, de hecho, al país que gobiernan. Y esa es una respuesta clara, como también el verdadero porqué de esta suspensión repentina, con una independencia condenada, y una Argentina que grita y sufre todos los días.
