El Monumental volvió a latir distinto. No fue por un gol, ni por una final: fue porque Los Piojos pisaron otra vez el césped del barrio de Núñez. Quince años después, con el alma intacta pero con otra piel, la banda se reencontró con su gente en un festejo que fue más ceremonia que recital.
Por Lucas Martínez
La noche del sábado fue un antes y un después. Más de 60 mil personas coparon River con una energía que hacía temblar el cemento. Desde el arranque con “Llévatelo”, se sintió que no era un simple recital . Era un grito colectivo que venía guardado en la garganta de miles, una cuenta pendiente que al fin se saldaba.
Ciro, al frente como siempre, no solo cantó: llevó de la mano a una multitud que creció con esas canciones y las sigue coreando como si el tiempo no existiera. En escena, sonaron esos clásicos que duelen lindo: “Maradó”, “Tan solo”, “Agua”, “Cruel”, “Verano del 92”. Pero también hubo lugar para lo inesperado: un tema nuevo, “Paciencia”, que dejó en claro que esto no es un revival. Es una nueva etapa.
La banda sonó más firme, más precisa, pero sin perder su esencia callejera y piojosa. El pogo fue tremendo , sí, pero también hubo cuerdas, silencios, ternura. No estuvo Micky, pero el escenario no sintió huecos: cada músico ocupó su lugar con respeto y pasión.
El cierre, lejos del estruendo, fue suave. “Y quemás” bajó el telón con una mezcla de melancolía y agradecimiento. Porque no hacía falta más. Ya se había dicho todo.
Este regreso no fue una excusa para mirar atrás. Fue una declaración de presente. Y si hay futuro, que venga cuando quiera. Porque el pueblo piojoso, como siempre, está listo.






























El registro fotográfico es de Agustina Rúa
