Por Editorial Sudestada
Así lo informan luego de la reunión entre Donald Trump y Benjamin Netanyahu, entre los altos mandos de los gestores del genocidio, de los artífices de un plan de exterminio que avanza sin tregua. Porque este plan lleva décadas, con vidas arrebatadas imposibles de describir, y porque en un año y meses -solo en este corto periodo de tiempo- el sionismo asesinó a más de 50 mil personas, el 70% de ellas niños, niñas, mujeres y ancianos. Sin contar aquellas humanidades que todavía yacen bajo los escombros, aquellas a las que las bombas no le dejaron ni el rastro o la interminable lista de desaparecidos en una Gaza que duele, que lastima, que sangra, y de la que ahora los verdugos de la historia contemporánea, dicen, tomarán el control.
El sionismo festeja. Los mandatarios de Israel abren sus garras asesinas. Netanyahu dijo que “esto podría cambiar la historia”, y a los palestinos los “invitan” a irse a otros países, como si no valieran nada, como si no existieran, como si fueran invisibles, o un cacho de cartón.
EEUU decide intervenir otra vez un territorio que no le pertenece y lo hace una vez más en nombre de la paz y con un blindaje mediático inédito. La invasión yanqui en Gaza parece ahora inmininente, mientras gran parte del mundo permanece indiferente. El imperio vuelve a saquear un pueblo que anhela verdadera paz, libertad y autodeterminación.
Trump y Netanyahu estrechan sus manos manchadas de sangre de niños palestinos en un acuerdo que solo puede significar más dolor y sufrimiento.