El 5 de mayo del 76 los genocidas se llevaban para siempre al enorme Haroldo Conti.
Haroldo fue muchos al mismo tiempo. En todas las actividades, acciones y compromiso, dejó huellas profundas, de esas que no se borran y que al día de hoy tienen vigencia. Periodista, escritor, militante, educador, vendedor callejero de libros y guionista, entre otras cosas, incluso tenía una visión clara de futuro, de la realidad, de lo que sucedía y podría suceder. En enero del 76, a meses del golpe de Estado y del secuestro que terminó con su vida, escribió y envió una carta a Cuba, destinada al poeta Fernández Retamar. Aquí un fragmento:
“En cuanto a la situación aquí, las cosas marchan de mal en peor. Me acaba de informar muy confidencialmente (un amigo militar) que se espera un golpe sangriento para marzo. Inclusive los servicios de inteligencia calculan una cuota de 30 mil muertos. Esto coincide con las apreciaciones de nuestros compañeros que evalúan la situación constantemente. Desde el punto de vista de la lucha revolucionaria, el aumento de nuestras fuerzas es notable y la preparación magnífica. Ellos lo saben. Calculamos que los que van a sufrir el golpe serán los compañeros de superficie, los niveles medios que se mueven a dos aguas. Nosotros ya nos hemos mudado de casa, por imposición de los compañeros, pero eso no será suficiente”.
Poco tiempo después un grupo de tareas del terrorismo de Estado lo secuestró en su propia casa, y se convirtió en uno de esos 30 mil que mencionó en aquella carta que 47 años después estremece de solo leerla.
Haroldo continúa vigente. Su pluma, el estilo de un escritor de panorama, de un periodista con el compromiso impregnado, de un militante social, político, con conciencia pero sobre todo con el cuerpo ahí, donde se necesita. Haroldo no se fue. Lo secuestraron, lo asesinaron, lo desaparecieron, pero su legado se mantiene firme y presente… ahora y siempre.
Editorial Sudestada